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viernes, abril 12

1830-1930: La era dorada del turismo

(Un texto de Fernando Goitia en el XLSemanal del 20 de mayo de 2018)

Antes del ‘low cost’ y las playas abarrotadas hubo una época en que ser turista era todo un privilegio. Así era viajar antes de 1930, cuando el mundo se empezó a hacer mucho más pequeño…

Trenes, cruceros, coches, aviones, fotos, postales, pósteres, guías; son inventos que vieron la luz entre 1830 y 1930, la denominada edad de oro de los viajes. Una época que arranca una mañana de septiembre en Liverpool, de donde parte hacia Mánchester el tren que inaugura la primera línea de ferrocarril, y remata un aviador llamado Charles Lindbergh, al concluir el primer vuelo transatlántico sin escalas.

Es el broche de oro a una centuria de avances tecnológicos y transformaciones sociales y económicas que cambiarán para siempre -entre muchas otras cosas- el modo en que viajamos. De ello habla The grand tour. The golden age of travel (Taschen), un libro que recorre los itinerarios de una época única, momento iniciático de lo que hoy entendemos por ‘turismo’. El término, de hecho -tomado de tour, voz francesa que hacía referencia a un ‘viaje circular’-, comienza a extenderse en 1838, con las Mémoires d’un touriste, de Stendhal.

Fueron escritores como él, Dickens, Verne, Fitzgerald, Twain, Goethe, Byron, Dumas o Chateaubriand, quienes abrieron el mundo a las clases medias y burguesas con sus relatos y sus detalladas guías de viaje.

Hasta entonces, viajar había sido cosa de aventureros y jóvenes que, en los siglos XVI y XVII, popularizaron el llamado Grand Tour, una suerte de rito que llevaba a veinteañeros aristócratas -sobre todo, británicos y alemanes- hasta Italia y Grecia tras las raíces de la civilización clásica.

Con la llegada del vapor, sin embargo, la aventura cambió para siempre. Trenes y barcos se aceleraron y sofisticaron, abriendo la era del turismo de masas, rubricada por la aviación comercial a mediados del XX. Vinieron después Benidorm, las suecas, el low cost…, pero esa es otra historia.

Los turistas viajaban por toda Europa por tierra, mar y, con la llegada del zepelín en 1900, también aire. Gracias al tren, la Riviera francesa se convirtió en el destino favorito de aristócratas y burgueses.

Los fotógrafos vieron un filón en el turismo, frecuentando destinos populares como Venecia, Jerusalén o  Nueva York para vender postales a los turistas.

Gracias al vapor, los barcos de pasajeros fueron recortando la ruta del Atlántico. En 1830, entre Inglaterra y Estados Unidos se tardaban 15 días y 23 horas. Un siglo más tarde apenas 4 días y 17 horas.

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