‘Speakeasies’. La contraseña, por favor
(Un texto de Ixone Díaz Landaluce en el XLSemanal del 17 de
enero de 2016)
En los años veinte,
la Ley Seca puso de moda los 'speakeasies’ en Estados Unidos. Ahora, aquellos bares
clandestinos resurgen en locales exclusivos que, a menudo, requieren de santo y seña.
No hay letrero en la puerta ni evidencia alguna
de que haya actividad en su interior. Unas veces están situados en los bajos de
un callejón oscuro. Otras, en el almacén de un restaurante o una librería. Y,
cuando por fin se encuentra el acceso secreto (a menudo gracias al chivatazo de
algún parroquiano fiel), hay que facilitar una contraseña para acceder a su
interior. Así son los speakeasies, los bares clandestinos que están
arrasando en las capitales de medio mundo.
En
realidad, estos locales nacieron en los años veinte con la aprobación de la Ley Seca y operaron hasta 1933, cuando por fin se derogó la
norma en Estados Unidos. En su interior se servía alcohol (ilegal, por
supuesto, y generalmente suministrado por las mafias) y se alternaba. Se
convirtieron en espacios icónicos en los que siempre sonaba jazz y reinaba un ambiente de clandestinidad que le profería un
puntito de morbo e irreverencia al asunto. Eso sí, las peleas y los escándalos
estaban prohibidos. De hecho, los camareros pedían a los clientes que «hablaran
bajito» (speak easy) por si algún policía vestido de paisano se había colado en el local y les
arruinaba el negocio.
Y ahora,
más de 80 años después de que dejaran de tener sentido, su espíritu ha renacido.
Sin el alcohol
ilegal, pero intentando recrear la sensación de clandestinidad, los speakeasies modernos son la enésima vuelta
de tuerca al bar de toda la vida para atraer a la clientela más urbanita, cool
y pudiente. Basta con una entrada
secreta (camuflada, por ejemplo, tras la fachada de otro negocio) o una
contraseña que
sirva de salvoconducto a un local de atmósfera íntima y
decoración detallista. Algunos incluso esconden las botellas de alcohol debajo
de la barra como solía hacerse en la época de la prohibición. Lo habitual es
que ofrezcan una buena carta de cócteles y un barman
habilidoso, pero algunos de estos locales también sirven comida o acogen
actuaciones y música en directo.
Nueva
York es, sin duda, la capital mundial de los speakeasies. Pero la
mayoría de ellos ya tienen poco de
secretos y sus cuentas en Twitter, Facebook
o Instagram echan humo. De hecho, muchos son inaccesibles sin una reserva
previa. Otros, en cambio, se lo toman más en serio y cada cierto tiempo cambian su número de teléfono. Algunos de
los más populares son 2nd Floor on Clinton, un bar escondido dentro de otro bar
en el Lower East Side, o Apothéke, un antiguo fumadero de opio en Chinatown. En
Londres también se han puesto de moda: desde el elegantísimo Nightjar hasta
Evans and Peel Detective Agency, un local encantador escondido en un sótano. Pero también son tendencia en Buenos Aires (como
Frank's, en el barrio bonaerense de Palermo), Sídney, Berlín o Los Ángeles.
LÁ
VERSIÓN PATRIA. En España, la clandestinidad solo ha llegado de momento a
Madrid y Barcelona. Pero en nuestro país
los speakeasies son diferentes. Para empezar, fieles a su naturaleza
secreta, no son fáciles de localizar, pues algunos ni siquiera tienen presencia
en Internet o en las redes sociales. Tampoco es fácil contactar por teléfono.
En cambio, confían en el 'boca-oreja' para seguir siendo
tan íntimos como
exclusivos. Además, la versión patria de estos locales va mucho más allá de los
bares especializados en cócteles: algunos son restaurantes secretos, otros
sirven brunch los fines de
semana o están
especializados en tés y tartas. En Barcelona, Mutis (una
coctelería selecta con música en directo en el Eixample) y Chi-ton, un
restaurante camuflado en una tienda de souvenirs al que se llega a través de un
ascensor secreto, se han convertido en un pequeño mito en la Ciudad Condal.
EL
ENCANTO CLANDESTINO. En Madrid, algunos de los locales más clandestinos son Junk
Club (un espacio de aire kitsch en los bajos del restaurante La Musa, en la Latina) o Arquibar, que primero fue una
imprenta y Juego un estudio de arquitectura en Conde Duque. Ahora es un lugar
de culto pata los amantes del brunch de fin de
semana. En este bistró de clientela eminentemente femenina se organizan
encuentros de intercambio de idiomas, tertulias y sesiones
de manicuras más gin-tonic. Algunas
marcas comerciales también se han apuntado a la moda. Es
el caso de El jardín Secreto de Salvador Bachiller, situado en la terraza del
edificio de la calle Montera. «Se trata de un espacio para hacer un alto en el
camino mientras se hacen compras», explica Cristina de la Cruz, responsable de social
media de la casa de complementos. Otros, como Kikekeller, en Malasaña, son
un speakeasy casi por accidente. «Empezamos
siendo una
tienda-galería donde exponíamos nuestros diseños y organizábamos
exhibiciones», explica Celia Montoya, socia de Kikekeller. Y se les ocurrió abrir
un local en la parte trasera del local. Ese es, precisamente, el espíritu de
los speakeasies: lo exclusivo de lo inesperado, el encanto de lo
clandestino.
Algunos
garitos:
En Madrid: KIKEKELLER.
www.kikekeller.com
En Barcelona: SPEAKEASY
BCN. www.speakeasy-bcn.com
En Londres: PURL. www.purl-london.com
En Nueva York:
BATHTUB GIN. www.bathtubginnyc.com
En Berlín:
REINGOLD. Cms.reingold.de
NO VACANCY
DIRTY LAUNDRY
En Sídney: THE
BARBER SHOP. www.thisisthebarbershop.com
Etiquetas: Culturilla general
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