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lunes, mayo 20

Algunas historias (epistolares) de amor

(Extraídas de un artículo de Mara Malibrán en la revista Mujer de Hoy del 25 de agosto de 2018)

Vladimir Mayakovski le escribió cientos de cartas a Lili Brik, a lo largo de los 15 años que duró su relación amorosa, siempre compartida con el marido de ella, el crítico Osip Brik; un triángulo amoroso convulso, acosado por los celos, hasta que un día el poeta decidió quebrar uno de sus lados pegándose un tiro. El soviético firmaba sus misivas como "cachorro" y al lado dibujaba la silueta de un encantador perrito sentado; otras veces llamaba a Lili gata, y el se travestía en gatito en la boca de ella: "Amo y beso a mi gata". "No estés enferma. Escribe. Te amo, mi querido y tibio sol". ¡Cuanta dulzura! A veces el amor es así, tierno como un bebé y empalagoso como un merengue. Pero también, la pluma de Vladimir sabía zarandear el alma de su enamorada con firmeza: "Te abrazo hasta hacerte crujir los huesos"; "Te beso terriblemente, tu cachorro".

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En las cartas de amor que el poeta Fernando Pessoa escribía a su dulce Ofelia, la llamaba "Bebé, bebecito, Bebé Angelito". Y le decía cosas como: "Bebé mío para sentárselo en el regazo. Bebé mío para morderlo", un evidente guiño erótico. Y al igual que Mayakovski, el poeta portugués cambiaba su manera de dirigirse a la amada según su estado anímico. No nos engañemos, bajo la locuacidad como bajo la timidez, en las cartas de amor se esconde a veces la brutalidad. Y de esta manera, el mago de los heterónimos pasaba de tachar a Ofelia de bebecito a llamarla avispa o fiera; o "terrible bebé" o "bebé fiera". Así firmó durante nueve meses las 36 cartas que escribió a su joven enamorada (ella tenía 19 años y él, 32) en el corto y apasionado noviazgo que vivieron. Cuatro misivas al mes no está mal, teniendo en cuenta que se veían a diario en la oficina. 

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Albert Camus y María Casares se escribieron 865 cartas, la mayoría de amor, en los 15 años en que fueron amantes, y que solo el accidente mortal que sufrió el Nobel interrumpió. Ella tenía 21 años y él 30 cuando se conocieron. Escribe María: "Te deseo, amor, de la mañana a la noche. No sé qué me pasa. Nunca he estado así, e incluso me da un poco de vergüenza". Y él contesta: "Es falso, lo sé por mí mismo, que el amor ciegue. Al contrario, hace perceptible lo que, sin él, no llegaría a la existencia y que, sin embargo, es lo más real en este mundo: el dolor de la persona que amamos".

Las palabras del enamorado seducen y embrujan tanto como su presencia. Es más, la distancia acentúa la intensidad de los sentimientos por obra del lenguaje. Además, la tinta es discreta, no avisa como la pantalla de que el enamorado/a está en línea o chateando con otros. La carta promueve la intimidad y favorece la clandestinidad. En sus cartas, Camus le habla a María de su mujer, Francine Faure. Ella asiente y acepta. Pero él no le cuenta que hay otras, de las que la actriz gallega seguramente nunca tuvo constancia y a quienes el compulsivo premio Nobel dirigía también cartas de amor. La última, días antes de estrellarse camino de París, la envía a la actriz Catherine Sellers: "Hasta el martes, mi querida. Te beso y te bendigo desde el fondo del corazón."

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[...] Henry Miller. Por algo, él y Anaïs Nin se ganaron la vida, en los años 40, escribiendo centenares de relatos eróticos para un cliente anónimo. Capacidad sexual y epistolar nunca les faltaron.

Mucho después, durante cuatro años, un anciano Miller le escribió a la actriz Brenda Venus la friolera de 1.500 cartas de amor. Se conocieron cuando él tenía 84 y ella 50 menos. Según Brenda, jamás hubo sexo entre ellos y Miller solo le hablaba de amor. Como homenaje a la literatura amorosa, el americano murió cuando estaba escribiendo una carta a su enamorada en su vieja Olivetti. "Haces que me pregunte quien soy exactamente, si me conozco en realidad y qué soy en el misterio. Caigo de rodillas y rezo por ti."

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¿quién podría superar la pureza filosófica del "amo ergo sum", firmado por Miguel de Unamuno?

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El poeta Pedro Salinas conoció a la americana Katherine Prue en Madrid. Él impartía clases de Literatura y ella era una de sus alumnas. Comienza entre ellos una relación epistolar que enseguida se convierte en amorosa. La relación dura dos veranos y un curso académico. Amor y lírica para el poeta son sinónimos. Cada domingo, Salinas transcribe las cartas que le envía y que luego dará lugar al libro Largo lamento. "Amor y nada más" es lo que él le ofrece, un amor epistolar que para ella no es suficiente. El poeta entiende el amor como compromiso para hacerse persona. Una metafísica del amor frente a un mundo superficial. Y escribe: "Se me figura que tu voz, al decirme que me querías, y la mía, al decírtelo, están hoy como en una especie de cielo o paraíso, salvadas de mortalidad, por encima de nosotros." 

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