Coco Chanel y Jean Cocteau, la alianza de dos precursores
(Un reportaje de Noni Benegas en la revista Mujer de Hoy del 18 de agosto de 2018)
La pérdida temprana del padre y las
dificultades personales marcaron las vidas de estos dos geniales creadores.
Unidos por un sólido vínculo de admiración, compartieron vivencias y trabajo, y
definieron la estética de su tiempo.
Coco Chanel, (1883–1971) y Jean Cocteau (1889–1963)
desarrollaron un sólido vínculo de
apoyo y admiración mutua, fundado en el reconocimiento tácito de una opresión
común, tras parecidas experiencias personales. Ella, por inventarse una
vida diferente a la que su época reservaba a las mujeres; él, por vivir
abiertamente su homosexualidad.
Chanel fue
un ángel de la guarda para Cocteau, le recomendó sus médicos, pagó sus clínicas,
funerales, viajes, hoteles y hasta el tratamiento dental de un boxeador negro
que era su amante, además de apoyarlo y
respaldar sus decisiones. Lo bajó a tierra y le puso ropa de calle a sus
personajes míticos –Antígona, Orfeo, Edipo–, renovando el teatro. Cocteau la
reconoció como a una igual y le dio cabida en su mundo de grandes músicos,
pintores y actores del siglo. Permitió que su talento floreciera y la reconoció
como la mejor en su oficio.
¿Acaso adivinó Cocteau, cuando le confió a Chanel el
vestuario de su pieza 'Antígona' (adaptada
de la tragedia clásica y estrenada en París en 1922), la fuerte identificación
que el personaje suscitaría en la diseñadora?
Para entonces, Chanel había financiado en secreto a
Diaghilev, creador de los ballets rusos, la puesta en escena de 'Parade', con
libreto de Cocteau y música de Satie. Y poco a poco se había ido dando a
conocer en ese exclusivo círculo de artistas de vanguardia. Su talento no tardó en ser descubierto y
pronto fue reconocida como un espíritu afín, especialmente por Cocteau:
"La hija de Edipo no puede vestir
mal. Chanel es la mejor modista del mundo. Por una suerte de milagro,
trabaja la moda con reglas que solo parecen tener valor para pintores, músicos
o poetas", declaró el poeta. Chanel
descartó los drapeados clásicos y eligió lana virgen sin teñir, tejida con
motivos inspirados en ánforas, para retener la fuerza primitiva de
Antígona, esa marginal que desafía la ley.
Sin disfraces
La prensa fue unánime y, sin
detenerse en los telones de Picasso o la caracterización de Artaud como el mago
Tiresías, felicitó el áspero vestuario que devolvía sentido trágico a la pieza
y rescataba la gracia bárbara de su época. Chanel se vio reflejada en esta heroína joven y rebelde, que ha perdido a
sus padres y renuncia al matrimonio y la maternidad. Vogue resumió:
"Chanel se volvió griega sin dejar de ser Chanel".
La noche del estreno no pudo con su
genio y, tras notar un fallo en la capa de Antígona, tiró furiosa del hilo
hasta inutilizar la prenda. Mientras la tejedora lloraba, cubrió los hombros de
la actriz con su propia capa de lana con grecas y la envió a escena. Entre bambalinas, oyó la ovación y vio
confirmada su novísima idea de que no hacían falta disfraces en el teatro.
Sin embargo, su propia vida reposaba
sobre una trama urdida por ella, para ocultar a una niña a quien su padre
abandona en un orfanato, sin volver jamás. Humillada al depender de la caridad pública, sobrevive por puro orgullo
y, tras pasar pubertad y adolescencia en régimen de austeridad, sale con un
oficio que, aún no lo sabe, hará su fortuna.
Aunque los orígenes difieren, pues
Cocteau hunde sus raíces en la burguesía ilustrada, comparte la perdida
temprana del padre por suicidio. Al año siguiente del estreno de Antígona, el
tifus se lleva a su joven amante Raymond Radiguet, promesa de las letras. Chanel vela junto al agonizante y paga el
funeral y la desintoxicación de Cocteau que, destrozado, cae en el opio.
Ella misma había sufrido la súbita muerte en accidente de Boy Capel en
1919, el gran amor de su vida, que creyó en su talento y la apoyó:
"Y cuando ya tenía todo, perdí
todo también", dirá. Rescata, entonces, el color negro relegado al
duelo, para crear su célebre petite robe noire, su vestidito negro que, dado su
bajo coste, los americanos bautizan como "el Ford de Chanel".
Tras una larga crisis, Cocteau vuelve a escribir, e inspirado por el
mito de Orfeo, crea una pieza de teatro con vestuario de Chanel, que
mucho después llevará al cine y le dará la gloria. Orfeo, enamorado de la
muerte, descuida a su mujer, y aquella se la arrebata. Introduce un ángel con
los rasgos de un joven suicida, que lo conducirá al submundo, para recobrar a
Eurídice. La invención de este mediador propicia el retorno de la poesía y le
permite hacer el duelo. En adelante, Cocteau se aferra a la idea de la ausencia
de fronteras entre los vivos y los muertos.
¿Existían
para Chanel? Según le confió a Paul Morand, su futuro biógrafo, nunca pudo
llenar el vacío de la ausencia de Boy, pero sentía que aun la protegía. Un día, en París,
recibió la visita de un hindú desconocido, que quería trasmitirle un mensaje de
quién ella sabía. Un mensaje del cual él era el portavoz, pero solo ella
comprendería el sentido. Le dijo que esa persona vivía feliz, en un universo en
el que nada podía ya perturbarlo. Y le comunicó el misterioso mensaje: era un secreto que nadie en el mundo, salvo
ella y Boy podían conocer.
Vestuario de playa
Diaghilev encargó a Chanel el
vestuario del ballet 'El tren azul' (1924), en alusión al convoy que unía el
Canal de la Mancha con la Costa Azul. El libreto de Cocteau era una crítica
mordaz de la sociedad ociosa de los balnearios de lujo. La diseñadora improvisó
ropa de playa corriente. Por primera
vez en la historia de la danza, los bailarines vestían gorros y zapatillas de
baño, relojes, gafas, cigarrillos, raquetas de tenis… Causó sensación.
En los años siguientes, colaboró con los ballets rusos, entre ellos 'Bacanal',
con argumento y escenografía de Salvador Dalí. Mucho más tarde realizaría
vestuarios para filmes de directores de la nouvelle vague, como Louis Malle o
Luchino Visconti, entre otros.
Cerró el
ciclo neohelénico de Cocteau con 'Orfeo' y 'Edipo Rey', interpretado por un
joven Jean Marais. Cocteau
imagina un desnudo total para el actor. Chanel obtiene algo mejor: mostrar sin
desnudar, con sugerentes bandas de gasas elásticas. Marais será la relación más
duradera del poeta. Chanel le toma cariño y no ahorra elogios. Una noche en que
el poeta, angustiado por no encontrar
fondos para montar 'Los padres terribles', amenaza con suicidarse, Marais,
enloquecido, llama a Chanel por teléfono. Tras escuchar su súplica,
farfulla que no se despierta a esas horas a una persona que trabaja y le corta.
Cuando la pieza se estrena con otras ayudas, Chanel busca felicitar al poeta,
pero Marais impide su entrada al camerino.
Sin embargo, cuando el actor es llamado
a filas y cuenta que se hiela en la trinchera, Chanel, avisada por Cocteau,
dispone un operativo para enviar semanalmente al regimiento la ropa de abrigo
necesaria. "Es la única mujer en
Francia capaz de organizar bien una cosa semejante", escribe Cocteau.
Fue, sin duda, el batallón mejor
vestido de la II Guerra Mundial.
No era la
primera mujer autónoma e independiente en su vida. Una figura de la infancia, su abuela materna,
exitosa cantante lírica, comprensiva y libre de prejuicios, aseguró el bienestar
de la familia y le brindó cierta estabilidad emocional. Cocteau ganó confianza
y nunca se engañó acerca de su orientación: "Por más que intento recordar,
e incluso a la edad en que el espíritu aún no gobierna los sentidos, encuentro
huellas de mi amor por los muchachos….". Así comienza su célebre 'El libro blanco', que publica sin firmar en 1929 y,
tras agotar la tirada, reedita al año siguiente con 18 osados dibujos. En una
nota ya decía aceptar lo que se le atribuía, pero como quien asume un cumplido,
pues temía entristecer a su madre. De hecho, cuando la prensa esparció el rumor de que Cocteau y Chanel planeaban
casarse, aquella puso el grito en el cielo por no haber sido consultada.
Ante el desmentido del hijo, furiosa, enarboló el periódico: "¡Aquí lo
pone claro!"
Cocteau aprendió de ella a situar sus míticos personajes en la realidad cotidiana, para que la extrañeza de héroes tan lejanos, al aparecer en ropa de calle, choque al espectador. Este puede verse así reflejado y tomar conciencia de sus propias dificultades.
Dos artes unidos
Si descubrió los tejidos de punto flexibles y cómodos, tras observar los ademanes de los pescadores con las redes o los marineros y el cordaje, fue porque su propia gestualidad reclamaba algo así: libertad de movimientos.
Chanel aprendió a amar el teatro y descubrió las similitudes entre su arte y el suspense de aquel: "La parte superior, como el primer acto, es fácil de crear. Lo difícil viene al final con la falda, que nadie, salvo yo, sabe cómo acabará". También en ese mundo encontró a sus pares, pues con los artistas se identificó a fondo y compartió sus vivencias íntimas.
Chanel y Cocteau compartieron la idea del trabajo bien hecho, propio del corredor de fondo. Marcaron la estética de una época, que empieza con las vanguardias de principios del siglo XX, florece entre las dos guerras mundiales, y descarga su traca final en los 60.
Pioneros rompedores
Coco Chanel
- Liberó el cuerpo de la
mujer, que dejó de depender de la mirada masculina, y eligió la libertad de
movimientos.
- El modisto Poiret quitó el
corsé del talle de las mujeres; Chanel los quitó de la cabeza.
- Adoptó el jersey y el
tweed, que suavizó para hacerlos flexibles.
- Acortó las faldas.
- Liberó las manos para
conducir, comer, saludar, mediante el bolso con cadena para colgar del hombro.
- Generalizó el uso de ropa
deportiva para mujer.
- Usurpó el toque de distinción
de la chaqueta masculina para el traje de chaqueta femenino.
- Rescató el negro relegado
al duelo, para el célebre petite robe
noire, un vestido apto a cualquier hora, variando los complementos.
- Fue de las primeras
empresarias de la moda que alzó y dirigió un imperio.
- Inventó la bisutería, que
con imitaciones democratiza el acceso a las joyas.
Jean
Cocteau
- Poeta y dibujante, sumó
esas disciplinas al resto de las artes -teatro, música, escultura, pintura-,
para reunirlas en el séptimo, que es el cine.
- Sus efectos especiales no
dependen de la tecnología, sino de los pensamientos íntimos de la persona que
mira. Sus trucos caseros funcionan como instrumentos narrativos, que despiertan
nuestros pavores o deseos más recónditos. En La bella y la bestia, estatuas vivas que siguen con los ojos a
Bella; brazos humanos que sostienen candelabros y surgen de la pared cuando
entra al castillo...
- Metáforas como las lágrimas
de Bella que vemos convertirse en diamantes, para mostrar la recompensa que
reciben las mujeres si se sacrifican y casan por interés. O en Orfeo (1950) la
Muerte, siempre de negro, cambia de súbito al blanco cuando enfurece. Y sus
ayudantes en cuero negro y con motocicleta, anticipando Matrix.
- Revalorizó el maquillaje
con la genial caracterización de Marais como la Bestia. Cada día, tardaban
cinco horas en caracterizarlo con postizos y pelucas.
Etiquetas: Grandes personajes
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