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sábado, mayo 18

Coco Chanel y Jean Cocteau, la alianza de dos precursores

(Un reportaje de Noni Benegas en la revista Mujer de Hoy del 18 de agosto de 2018)

La pérdida temprana del padre y las dificultades personales marcaron las vidas de estos dos geniales creadores. Unidos por un sólido vínculo de admiración, compartieron vivencias y trabajo, y definieron la estética de su tiempo.

Coco Chanel, (1883–1971) y Jean Cocteau (1889–1963) desarrollaron un sólido vínculo de apoyo y admiración mutua, fundado en el reconocimiento tácito de una opresión común, tras parecidas experiencias personales. Ella, por inventarse una vida diferente a la que su época reservaba a las mujeres; él, por vivir abiertamente su homosexualidad.

Chanel fue un ángel de la guarda para Cocteau, le recomendó sus médicos, pagó sus clínicas, funerales, viajes, hoteles y hasta el tratamiento dental de un boxeador negro que era su amante, además de apoyarlo y respaldar sus decisiones. Lo bajó a tierra y le puso ropa de calle a sus personajes míticos –Antígona, Orfeo, Edipo–, renovando el teatro. Cocteau la reconoció como a una igual y le dio cabida en su mundo de grandes músicos, pintores y actores del siglo. Permitió que su talento floreciera y la reconoció como la mejor en su oficio.

¿Acaso adivinó Cocteau, cuando le confió a Chanel el vestuario de su pieza 'Antígona' (adaptada de la tragedia clásica y estrenada en París en 1922), la fuerte identificación que el personaje suscitaría en la diseñadora? 

Para entonces, Chanel había financiado en secreto a Diaghilev, creador de los ballets rusos, la puesta en escena de 'Parade', con libreto de Cocteau y música de Satie. Y poco a poco se había ido dando a conocer en ese exclusivo círculo de artistas de vanguardia. Su talento no tardó en ser descubierto y pronto fue reconocida como un espíritu afín, especialmente por Cocteau: "La hija de Edipo no puede vestir mal. Chanel es la mejor modista del mundo. Por una suerte de milagro, trabaja la moda con reglas que solo parecen tener valor para pintores, músicos o poetas", declaró el poeta. Chanel descartó los drapeados clásicos y eligió lana virgen sin teñir, tejida con motivos inspirados en ánforas, para retener la fuerza primitiva de Antígona, esa marginal que desafía la ley.


Sin disfraces

La prensa fue unánime y, sin detenerse en los telones de Picasso o la caracterización de Artaud como el mago Tiresías, felicitó el áspero vestuario que devolvía sentido trágico a la pieza y rescataba la gracia bárbara de su época. Chanel se vio reflejada en esta heroína joven y rebelde, que ha perdido a sus padres y renuncia al matrimonio y la maternidad. Vogue resumió: "Chanel se volvió griega sin dejar de ser Chanel". 

La noche del estreno no pudo con su genio y, tras notar un fallo en la capa de Antígona, tiró furiosa del hilo hasta inutilizar la prenda. Mientras la tejedora lloraba, cubrió los hombros de la actriz con su propia capa de lana con grecas y la envió a escena. Entre bambalinas, oyó la ovación y vio confirmada su novísima idea de que no hacían falta disfraces en el teatro.

Sin embargo, su propia vida reposaba sobre una trama urdida por ella, para ocultar a una niña a quien su padre abandona en un orfanato, sin volver jamás. Humillada al depender de la caridad pública, sobrevive por puro orgullo y, tras pasar pubertad y adolescencia en régimen de austeridad, sale con un oficio que, aún no lo sabe, hará su fortuna

Aunque los orígenes difieren, pues Cocteau hunde sus raíces en la burguesía ilustrada, comparte la perdida temprana del padre por suicidio. Al año siguiente del estreno de Antígona, el tifus se lleva a su joven amante Raymond Radiguet, promesa de las letras. Chanel vela junto al agonizante y paga el funeral y la desintoxicación de Cocteau que, destrozado, cae en el opio

Ella misma había sufrido la súbita muerte en accidente de Boy Capel en 1919, el gran amor de su vida, que creyó en su talento y la apoyó: "Y cuando ya tenía todo, perdí todo también", dirá. Rescata, entonces, el color negro relegado al duelo, para crear su célebre petite robe noire, su vestidito negro que, dado su bajo coste, los americanos bautizan como "el Ford de Chanel". 

Tras una larga crisis, Cocteau vuelve a escribir, e inspirado por el mito de Orfeo, crea una pieza de teatro con vestuario de Chanel, que mucho después llevará al cine y le dará la gloria. Orfeo, enamorado de la muerte, descuida a su mujer, y aquella se la arrebata. Introduce un ángel con los rasgos de un joven suicida, que lo conducirá al submundo, para recobrar a Eurídice. La invención de este mediador propicia el retorno de la poesía y le permite hacer el duelo. En adelante, Cocteau se aferra a la idea de la ausencia de fronteras entre los vivos y los muertos.

¿Existían para Chanel? Según le confió a Paul Morand, su futuro biógrafo, nunca pudo llenar el vacío de la ausencia de Boy, pero sentía que aun la protegía. Un día, en París, recibió la visita de un hindú desconocido, que quería trasmitirle un mensaje de quién ella sabía. Un mensaje del cual él era el portavoz, pero solo ella comprendería el sentido. Le dijo que esa persona vivía feliz, en un universo en el que nada podía ya perturbarlo. Y le comunicó el misterioso mensaje: era un secreto que nadie en el mundo, salvo ella y Boy podían conocer

Vestuario de playa

Diaghilev encargó a Chanel el vestuario del ballet 'El tren azul' (1924), en alusión al convoy que unía el Canal de la Mancha con la Costa Azul. El libreto de Cocteau era una crítica mordaz de la sociedad ociosa de los balnearios de lujo. La diseñadora improvisó ropa de playa corriente. Por primera vez en la historia de la danza, los bailarines vestían gorros y zapatillas de baño, relojes, gafas, cigarrillos, raquetas de tenis… Causó sensación. En los años siguientes, colaboró con los ballets rusos, entre ellos 'Bacanal', con argumento y escenografía de Salvador Dalí. Mucho más tarde realizaría vestuarios para filmes de directores de la nouvelle vague, como Louis Malle o Luchino Visconti, entre otros. 

Cerró el ciclo neohelénico de Cocteau con 'Orfeo' y 'Edipo Rey', interpretado por un joven Jean Marais. Cocteau imagina un desnudo total para el actor. Chanel obtiene algo mejor: mostrar sin desnudar, con sugerentes bandas de gasas elásticas. Marais será la relación más duradera del poeta. Chanel le toma cariño y no ahorra elogios. Una noche en que el poeta, angustiado por no encontrar fondos para montar 'Los padres terribles', amenaza con suicidarse, Marais, enloquecido, llama a Chanel por teléfono. Tras escuchar su súplica, farfulla que no se despierta a esas horas a una persona que trabaja y le corta. Cuando la pieza se estrena con otras ayudas, Chanel busca felicitar al poeta, pero Marais impide su entrada al camerino. 

Sin embargo, cuando el actor es llamado a filas y cuenta que se hiela en la trinchera, Chanel, avisada por Cocteau, dispone un operativo para enviar semanalmente al regimiento la ropa de abrigo necesaria. "Es la única mujer en Francia capaz de organizar bien una cosa semejante", escribe Cocteau. Fue, sin duda, el batallón mejor vestido de la II Guerra Mundial

No era la primera mujer autónoma e independiente en su vida. Una figura de la infancia, su abuela materna, exitosa cantante lírica, comprensiva y libre de prejuicios, aseguró el bienestar de la familia y le brindó cierta estabilidad emocional. Cocteau ganó confianza y nunca se engañó acerca de su orientación: "Por más que intento recordar, e incluso a la edad en que el espíritu aún no gobierna los sentidos, encuentro huellas de mi amor por los muchachos….". Así comienza su célebre 'El libro blanco', que publica sin firmar en 1929 y, tras agotar la tirada, reedita al año siguiente con 18 osados dibujos. En una nota ya decía aceptar lo que se le atribuía, pero como quien asume un cumplido, pues temía entristecer a su madre. De hecho, cuando la prensa esparció el rumor de que Cocteau y Chanel planeaban casarse, aquella puso el grito en el cielo por no haber sido consultada. Ante el desmentido del hijo, furiosa, enarboló el periódico: "¡Aquí lo pone claro!"

En cuanto a Chanel, su estatus social varió con el tiempo. Si al comienzo de su carrera asistió con amargura a la boda de Boy Capel con una aristócrata, aunque siguiera siendo su amante, tiempo después, cuando era rica, famosa e independiente, convivió una década con el hombre más próspero de Inglaterra, el duque de Westminster. Sin ser la duquesa, sí fue reconocida como tal por el personal de sus fincas, y no llegó a casarse con él porque la edad le impedía tener hijos. Pero no se cortó a la hora de explicar su separación: "Hay muchas duquesas de Westminster, pero una sola Chanel". Esa precisión, insuflada por el Cister, orden a la que pertenecía el orfanato donde se crió y que le enseñó a despojarse de lo superficial para guardar lo esencial, aflora en sus creaciones. El escenario no fue una excepción.

Cocteau aprendió de ella a situar sus míticos personajes en la realidad cotidiana, para que la extrañeza de héroes tan lejanos, al aparecer en ropa de calle, choque al espectador. Este puede verse así reflejado y tomar conciencia de sus propias dificultades.

Dos artes unidos

Chanel aprovechó la oportunidad que le daba Cocteau para desarrollar su talento en la creación de vestuarios, y dejar volar la imaginación más allá de los cauces estrictos de la moda. El teatro no la pillaba por sorpresa. Tras borrar las pistas de su infancia, extendió su leyenda más allá de la ropa y se convirtió en un icono. Fue la primera en cortarse el pelo a lo garçon, en usar gafas negras o lucir bronceada. La forma en que muchas caminamos, con las manos en los bolsillos, el bolso colgado del hombro y el pitillo de los labios, se lo debemos a ella. Sin saberlo, seguimos encarnando su mundo.
Si descubrió los tejidos de punto flexibles y cómodos, tras observar los ademanes de los pescadores con las redes o los marineros y el cordaje, fue porque su propia gestualidad reclamaba algo así: libertad de movimientos.

Chanel aprendió a amar el teatro y descubrió las similitudes entre su arte y el suspense de aquel: "La parte superior, como el primer acto, es fácil de crear. Lo difícil viene al final con la falda, que nadie, salvo yo, sabe cómo acabará". También en ese mundo encontró a sus pares, pues con los artistas se identificó a fondo y compartió sus vivencias íntimas.

Chanel y Cocteau compartieron la idea del trabajo bien hecho, propio del corredor de fondo. Marcaron la estética de una época, que empieza con las vanguardias de principios del siglo XX, florece entre las dos guerras mundiales, y descarga su traca final en los 60.



Pioneros rompedores

Coco Chanel

- Liberó el cuerpo de la mujer, que dejó de depender de la mirada masculina, y eligió la libertad de movimientos.
- El modisto Poiret quitó el corsé del talle de las mujeres; Chanel los quitó de la cabeza.
- Adoptó el jersey y el tweed, que suavizó para hacerlos flexibles.
- Acortó las faldas.
- Liberó las manos para conducir, comer, saludar, mediante el bolso con cadena para colgar del hombro.
- Generalizó el uso de ropa deportiva para mujer.
- Usurpó el toque de distinción de la chaqueta masculina para el traje de chaqueta femenino.
- Rescató el negro relegado al duelo, para el célebre petite robe noire, un vestido apto a cualquier hora, variando los complementos.
- Fue de las primeras empresarias de la moda que alzó y dirigió un imperio.
- Inventó la bisutería, que con imitaciones democratiza el acceso a las joyas.
Jean Cocteau

- Poeta y dibujante, sumó esas disciplinas al resto de las artes -teatro, música, escultura, pintura-, para reunirlas en el séptimo, que es el cine.
- Sus efectos especiales no dependen de la tecnología, sino de los pensamientos íntimos de la persona que mira. Sus trucos caseros funcionan como instrumentos narrativos, que despiertan nuestros pavores o deseos más recónditos. En La bella y la bestia, estatuas vivas que siguen con los ojos a Bella; brazos humanos que sostienen candelabros y surgen de la pared cuando entra al castillo...
- Metáforas como las lágrimas de Bella que vemos convertirse en diamantes, para mostrar la recompensa que reciben las mujeres si se sacrifican y casan por interés. O en Orfeo (1950) la Muerte, siempre de negro, cambia de súbito al blanco cuando enfurece. Y sus ayudantes en cuero negro y con motocicleta, anticipando Matrix.
- Revalorizó el maquillaje con la genial caracterización de Marais como la Bestia. Cada día, tardaban cinco horas en caracterizarlo con postizos y pelucas.

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