AK47, el arma más letal del mundo
(Un
texto de Luis Reyes en la revista Tiempo del 10 de noviembre de 2017)
Moscú, 13 de Noviembre de 1947. El Kremlin aprueba el
fusil de asalto diseñado por el sargento Mijail Kalashnikov en la cama de
un hospital, el AK-47. Hay 200 millones de esas armas en el mundo.
Preferiría haber inventado una cortadora de césped”.
En los últimos años de su longeva existencia Mijail Kalashnikov sentía
remordimientos. En el mundo se usan para matar 200 millones de armas que llevan
su nombre, aunque técnicamente se denomine AK-47, un fusil de asalto que
dispara 650 balas por minuto, que nunca falla, no se estropea ni en el Ártico
ni en el Sáhara, es muy barato y fácil de fabricar y lo puede manejar un niño. El
fusil automático más famoso de nuestro tiempo, el kalashnikov, es
realmente un arma letal.
Y sin embargo la vida no parecía dispuesta a darle
oportunidades de llegar muy lejos a Mijail Kalashnikov, que nació en una
familia pobre campesina y además en Siberia. Tenían poca tierra, pero la
campaña de colectivización de Stalin se la quitó, y los mandó a una colonia
penal, donde a su padre lo mató el primer invierno. Con 13 años dejó lo que
quedaba de hogar familiar y marchó a buscarse la vida. Entró de aprendiz en un
taller de tractores y allí descubrió no ya la afición por la mecánica, sino que
tenía un genio innato para ella.
A los 19 años fue reclutado por el Ejército Rojo,
donde su experiencia laboral y su pobre físico, fruto de una infancia de
privaciones, hizo que no lo destinaran a unidades de combate, sino a talleres.
En la escuela de mecánicos desarrolló sus primeros inventos, pequeñas mejoras
de diseño e incluso un novedoso cuentakilómetros para tanques. Pero la invasión
alemana de 1941 provocó tal sangría en el Ejército Rojo que lo metieron en un
tanque T-34 y lo mandaron a luchar. Enseguida resultó herido en la batalla de
Briansk y tuvo que ir varios meses a un hospital.
Según cuenta el propio Kalashnikov, el herido de la
cama de al lado se quejaba amargamente de que los alemanes tenían más armas
automáticas que los rusos, y eso les daba superioridad. Kalashnikov decidió
hacer algo para ayudar a los soldados de infantería, de modo que fue en una
cama de hospital, sin más equipamiento que un cuaderno y un lápiz, donde iba a
nacer el mayor logro de la industria soviética. Cuando le dieron el alta se las
arregló para volver a talleres y seguir con su invento. En aquella época el
alto mando estaba dispuesto a probar cualquier novedad que le diese esperanza
frente al invasor. Una de las ventajas que tenían los odiados alemanes eran los
primeros fusiles de asalto, desde el MKb.42 hasta el Sturmgewehr 44. Moscú
quería un fusil automático similar y le envió a Kalashnikov la munición de
estas armas, sobre la que él crearía un prototipo que no llegó a tiempo de
contribuir a la victoria en la Gran Guerra Patria, como llaman los rusos a la
Segunda Guerra Mundial.
Pero no importaba el retraso, el Ejército Rojo había
encontrado un tesoro. Su creador lo bautizó AK-47, siglas de Automat
Kalashnikova model 1947, pero sería conocido en todo el mundo como kalashnikov.
En 1949 fue adoptado como arma oficial de infantería del Ejército Soviético,
como se había rebautizado al heroico Ejército Rojo, y pronto traspasó las
fronteras, equipando a los aliados de Moscú. El conflicto con el Occidente
capitalista era total, pero la Guerra Fría evitaba la guerra abierta, así que
durante años los adversarios de la URSS, muy preocupados por las armas
nucleares, los submarinos y los tanques soviéticos, ignoraron el arma que
enarbolaban los infantes del Pacto de Varsovia.
Vietnam
El descubrimiento occidental del AK-47 fue en Vietnam
y puede decirse que fue terrible. Al principio, los americanos despreciaron el
arma del Vietcong y del Ejército norvietnamita. Los expertos del Ejército de
Estados Unidos que habían desarrollado el M-16 consideraban al kalashnikov “un
arma barata, de poco alcance y sin capacidad de detener a un atacante”. Pero
los muchachos americanos que se batían sobre el terreno empezaron a recoger los
fusiles de los guerrilleros muertos, porque sus M-16 funcionaban mal en la
terrible humedad vietnamita, mientras que el AK-47 nunca fallaba, nunca se
encasquillaba y ni siquiera había que cuidarlo. Una portada de la revista Life
de 1967 mostraba a unos soldados americanos armados con AK- 47. Era reconocer
la superioridad del arma enemiga. En realidad era reconocer la superioridad del
enemigo, y Estados Unidos perdió la guerra y salió traumatizado de Vietnam.
El triunfo de David sobre Goliat consagró al kalashnikov,
que se convirtió en el símbolo del guerrillero, desde los fedayín de la
resistencia palestina a los movimientos de liberación del África portuguesa.
Era un auténtico icono revolucionario, en una visita de Mijail Kalashnikov a
Mozambique el ministro de Defensa le contó que tras la independencia bautizaron
a muchos niños Kalash. Es más, el AK-47 figura en la bandera de
Mozambique, así como en la del Hezbolá libanés, o en los escudos de Zimbabue y
Timor Oriental, y Salvador Allende usó un kalashnikov para enfrentarse
al golpe de Augusto Pinochet y, en último término, suicidarse.
La caída del comunismo y la desaparición de la URSS
trajeron malos días para los ancianos soviéticos, pero a Mijail Kalashnikov le
abrieron las fronteras de Occidente. En EEUU, un país que rinde culto a las
armas, resultó ser un personaje popular, al que pagaban jugosas sumas por
hablar en universidades o asistir a actos de aficionados a las armas de fuego,
lo que resolvió los problemas económicos de alguien que nunca había recibido
derechos de autor por su invento. Tras la caótica primera etapa de Yeltsin,
cuando Putin llegó al poder en Rusia, Kalashnikov alcanzó de nuevo el
reconocimiento oficial. Ya tenía la Orden de Lenin y la Orden de Stalin, pero
Putin lo ascendió a teniente general y lo nombró Héroe de la Federación Rusa,
el máximo honor nacional, equivalente a los antiguos Héroes de la Unión
Soviética.
Sin embargo, en el mundo, el icono AK-47 comenzó a
perder su grandeza. Primero se identificó con algo que hoy repugna a todos, los
niños-soldado, porque efectivamente lo puede usar un niño de 12 años. Luego con
algo aún peor, el terrorismo yihadista. “El kalashnikov, un carismático
ensamblaje de cañón y madera, ha puesto la masacre masiva al alcance de
cualquiera en cualquier parte”, dice el conocido periodista inglés Nigel
Fountain.
Poco antes de morir en 2013, Kalashnikov le escribió
una carta al patriarca de la Iglesia Ortodoxa: “Mi dolor espiritual es
insoportable… si mi fusil le quitó la vida a tantas personas, ¿podría ser que
yo, un creyente cristiano, fuera culpable de esas muertes?”. Por fortuna para
él, ya había fallecido cuando se produjeron las matanzas terroristas de París,
perpetradas con el letal kalashnikov.
Etiquetas: Culturilla general
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