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domingo, octubre 27

El infarto femenino también mata

(Un texto de Beatriz García en la revista Mujer de Hoy del 6 de abril de 2019)

Junto a otros accidentes cardiovasculares, los infartos causan más muertes al año que el cáncer de mama. Pero seguimos creyendo que los problemas del corazón son solo cosa de hombres y eso multiplica el riesgo. Identificar las señales (que son diferentes) y pedir ayuda es cuestión de vida o muerte.

El corazón late unas 100.000 veces al día para bombear la sangre a través de la kilométrica red de vasos sanguíneos. Las enfermedades que afectan a ese circuito cerrado provocan el fallecimiento de una mujer cada seis minutos en Europa. En España, solo en 2017, los infartos, las anginas de pecho y los accidentes cerebrovasculares se cobraron la vida de 64.417 mujeres, frente a 55.307 hombres. ¿Por qué, entonces, seguimos pensando que los problemas de corazón no nos incumben? “La razón fundamental es que la patología cardiovascular siempre ha sido más frecuente en los hombres y así nos lo han transmitido. Sin embargo, en la actualidad, el corazón de la mujer también es vulnerable al infarto”, asegura la doctora Leticia Fernández-Friera, cardióloga del Centro Nacional de Investigaciones Cardiovasculares (CNIC) y de HM Hospitales.

Las estadísticas muestran que mueren más mujeres y la raíz del problema es la falta de concienciación, como explica el doctor Valentín Fuster, director del Instituto Cardiovascular del Hospital Mount Sinai de Nueva York, director general del CNIC y editor del Journal of the American College of Cardiology: “En 2004, las cifras de mortalidad en EE.UU. coincidían con las españolas. La enfermedad cardiovascular mataba cada año a más mujeres que todos los tipos de cáncer. A pesar de ello, para ellas, otras enfermedades eran más preocupantes”. En aquella época, el doctor Fuster era presidente de la World Heart Federation y esta entidad emprendió una campaña para dotar a las estadounidenses de herramientas para cuidar su corazón. “En esta década, se ha logrado un 34% menos de muertes femeninas y se ha incrementado la concienciación. El mito de que el infarto es solo cosa de hombres se ha superado, afortunadamente”, concluye. Por eso el CNIC, junto a la Fundación Mapfre, lleva cinco años tratando de hacer llegar este mensaje a las españolas a través de la campaña Mujeres por el Corazón. Porque hablar del infarto femenino es, más que necesario, cuestión de vida o muerte.

¿Por qué mueren más mujeres que hombres?

La respuesta es sencilla: porque ellas tardan más en pedir ayuda. Esto sucede por varios motivos, el primero es que no tenemos claro cuáles son las señales de alerta. Los síntomas que se han descrito desde siempre como los de un infarto (el dolor agudo en el pecho y en el brazo) no siempre se producen, o no de una manera tan precisa en el caso de las mujeres.

El segundo motivo es que la mujer tiende a minimizar su malestar, a relegarlo a un segundo plano y a dejar organizadas sus responsabilidades antes de buscar ayuda. Ese ha sido uno de los puntos centrales del último congreso de la Sociedad Europea de Cardiología. El cardiólogo Mariusz Gasior, investigador principal de uno de los estudios presentados en ese foro, explicaba que la mujer llama inmediatamente a la ambulancia para su marido, pero no si se trata para ella misma. “A menudo, se ocupan antes de la casa, envían a los niños a la escuela... Escuchamos una y otra vez que las responsabilidades demoran a las mujeres a la hora de llamar a una ambulancia si experimentan síntomas de ataque al corazón”, asegura Gasior. Pero cada minuto de demora en esa atención de urgencia reduce un 10% las posibilidades de recuperación de un corazón infartado.

El infarto se produce cuando se obstruye la arteria coronaria y el músculo cardíaco deja de recibir oxígeno, lo que lleva a la muerte de sus tejidos. “Ellas tienden a aguantar más el dolor o no lo reconocen como importante –dice la dra. Fernández-Friera–. Desde que empiezan a notar síntomas hasta que van a urgencias, pasa más tiempo. El músculo cardiaco está más tiempo sin oxígeno y llega en peores condiciones. Por eso, la mortalidad tras un primer infarto es un 20% mayor que en los hombres”.

¿Por qué las víctimas son cada vez más jóvenes?

Los estrógenos ejercen una importante función protectora cardiovascular y por eso la edad de mayor incidencia de los problemas coronarios se produce en las mujeres a partir de los 65 años. Sin embargo, estudios como el publicado el pasado noviembre en la revista Circulation muestran que el porcentaje de mujeres menores de 55 años atendidas en centros hospitalarios por infarto aumentó del 21%, en el periodo de 1995 a 1999, al 31%, entre 2010 y 2014.

Los autores de esa investigación señalan que dos de los factores de riesgo cardiovascular más importantes (la diabetes y la hipertensión) estaban presentes en la mayoría de los casos. Y que la obesidad y el estrés también desempeñan un papel importante. “El estilo de vida actual con aumento de los factores de riesgo ha propiciado que en las últimas décadas la patología cardiovascular pueda aparecer antes. El cambio en los hábitos de vida ha condicionado que la mujer empiece a tener factores de riesgo similares a los hombres como el tabaquismo, que antes eran menos habituales. Hoy, el número de mujeres que fuman ha superado al de hombres. A esto se suma, la falta de conciliación familiar. Cada vez se exige más a la mujer desde fuera y también ellas mismas se exigen y quieren llegar a todo”, confirma la cardióloga Fernández-Freira.

¿Cómo proteger el corazón y prevenir el infarto?

Aunque hay factores de riesgo como la edad o los antecedentes familiares sobre los que no podemos hacer nada, sí podemos modificar otros como el tabaquismo, la hipertensión arterial, los niveles de colesterol, el sedentarismo, la diabetes, el sobrepeso y el estrés. Cumpliendo estos mandamientos de vida saludable, podría prevenirse el 80% de las enfermedades del corazón y hasta el 90% de los infartos.

Alimentación cardiosaludable. Se trata de poner en práctica, sin excusas, las reglas que ya conocemos: una dieta variada que dé prioridad a las verduras, hortalizas, legumbres, frutas, cereales integrales, pescados y frutos secos; el aceite de oliva virgen extra como fuente principal de grasa; un consumo moderado de carnes magras, lácteos y huevos, y pequeñas cantidades de carnes rojas. Es fundamental también reducir el consumo de sal, el factor alimentario más importante en la aparición de la hipertensión arterial, una enfermedad que no provoca síntomas pero que se relaciona con el 45% de los infartos de miocardio y el 50% de los infartos cerebrales.

Estrés a raya. Aunque tendemos a aceptarlo como parte de nuestra vida, está demostrado que las personas que sufren a diario altos niveles de estrés tienen más posibilidades de desarrollar cardiopatía isquémica. Ante situaciones estresantes, el sistema nervioso aumenta la producción de cierto tipo de hormonas como la adrenalina o el cortisol, que eleva la presión arterial, lo que podría desembocar en una angina de pecho. Además, puede llegar a dañar las arterias y, a la larga, provocar arteriosclerosis. Eso por no hablar de que el estrés lleva a otros hábitos poco saludables, como comer rápido y mal, fumar o beber alcohol.

Ejercicio moderado y cotidiano. Son más beneficiosos 30 minutos de actividad física moderada diaria que una hora de alta intensidad un par de veces a la semana. No obstante, para quienes vayan a practicar deporte de manera intensiva o con un nivel de exigencia más elevado, la Fundación Española del Corazón advierte de la importancia de someterse a un reconocimiento médico previo para saber qué nivel de esfuerzo puede soportar el corazón y detectar posibles cardiopatías. El objetivo es prevenir la mayor cantidad posible de los casos de muerte súbita, que se producen en deportistas aficionados que someten su cuerpo a ejercicios extenuantes.

Chequeos regulares. Al menos una vez al año, sobre todo a partir de los 45 años, conviene que el médico pase revista a los factores de riesgo y valore la necesidad de pruebas específicas. Antes de esa edad, el chequeo es necesario si hay antecedentes familiares, obesidad, diabetes… También requieren control periódico las mujeres que padecieron durante el embarazo diabetes gestacional, hipertensión, preeclampsia, eclampsia, parto pretérmino o abortos recurrentes. “Las pacientes con pérdida gestacional precoz tienen mayor riesgo cardiovascular tras al parto, sobre todo si han tenido abortos recurrentes (tres o más). Según un estudio reciente que incluye a cerca de un millón de mujeres seguidas durante 35 años, el parto pretérmino espontáneo es un factor de riesgo cardiovascular que incrementa el riesgo de enfermedad isquémica, infarto e ictus”, explica la dra. María Goya, obstetra del Hospital Vall d’Hebron, y secretaria del Grupo Español de Diabetes y Embarazo de la Sociedad Española de Ginecología y Obstetricia. Sin embargo, el 75% de las mujeres que han desarrollado esta y el resto de complicaciones durante el embarazo desconoce estar en situación de riesgo cardiovascular y no se somete a seguimiento médico.

¿Cuales son los síntomas?

“Es verdad que, ante un infarto, la mujer puede experimentar síntomas diferentes o adicionales a los del hombre (en la ilustración de la derecha puedes ver los síntomas más comunes por sexos). En ellos, la sensación del dolor cardiaco es más opresiva; sin embargo, en ellas, puede manifestarse como un malestar. A veces, incluso, no existe dolor y solo se padece una falta de aire, náuseas o mareos. En ocasiones, puede aparecer cansancio o debilidad y por eso es más difícil identificar los síntomas y acudir al médico”, explica la dra. Fernández-Friera.

Según esta experta, una posible teoría que explica la diferente sintomatología femenina y masculina del infarto sería que la enfermedad coronaria en las mujeres a menudo afecta a los pequeños vasos del corazón en vez de a las arterias principales del mismo, como lo suele hacer en los hombres. Por lo tanto, las señales de alerta a las que hay que prestar atención de manera inmediata son:

-Dolor o presión en el pecho que puede durar unos minutos, o bien desaparecer y volver a aparecer más tarde. Las mujeres sienten también la típica presión en el pecho, pero puede tratarse de un dolor más inespecífico, que se extiende hasta la mandíbula, el cuello, los brazos y la espalda, y estar acompañado de otros síntomas.
-Náuseas, vómitos, sudoración… Es el motivo por el que en muchas ocasiones se confunde un infarto con problemas estomacales.
-Falta de aire y dificultad para respirar en reposo.
-Malestar. En muchas ocasiones puede aparecer cansancio o debilidad y por eso es más difícil identificar los síntomas y acudir al médico.

Qué hay que hacer si estás en peligro

Si, por los síntomas descritos, crees que puedes estar sufriendo un infarto, lo más importante es que sigas esta guía:

1. Llama inmediatamente al 112. El factor tiempo es fundamental para evitar consecuencias permanentes o fatales.
2. Avisa, si es posible, a alguien que te acompañe y permanece tumbada, en reposo y sin realizar ningún esfuerzo.
3. Indica al personal de emergencias que crees estar sufriendo un infarto y sigue sus indicaciones.
4. Insiste en que crees que se trata de un infarto, si piensas que no te están tomando en serio. Del mismo modo que muchas mujeres no relacionan sus síntomas con un problema del corazón, puede que el personal médico tampoco piense en esta posibilidad y con frecuencia achaca la sintomatología a la ansiedad (sobre todo en el caso de mujeres jóvenes). La clave está en conocer e identificar los síntomas para actuar rápidamente.

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