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domingo, diciembre 22

La tormentosa vida de Rock Hudson

(Un reportaje de Silvia Font en el XLSemanal del 13 de enero de 2019)

Una biografía saca a la luz la tormentosa vida de Rock Hudson, desde su infancia, marcada por el abandono y el maltrato, a su gran amor. Un joven al que ocultó en su inexpugnable mansión, llamada El Castillo.

Lee Garlington tenía 24 años y había llegado a Hollywood soñando con convertirse en actor de películas del Oeste. Pero, en 1962, aquel chico alto, rubio y varonil todo lo que había conseguido era actuar como extra en una serie que se grababa en los estudios Universal. Un día supo que en la misma compañía estaba rodando Rock Hudson y, conocedor de los rumores sobre preferencias sexuales del actor -coincidentes con las suyas-, decidió acercarse hasta el camerino. Hudson lo miró e incluso indagó sobre el muchacho, pero, al saber que tenía pareja, perdió el interés. Según recuerda Garlington, «eso era muy Hudson. Nunca forzaba, siempre era muy considerado; un auténtico caballero. Nunca se aprovechaba de ser una estrella de cine».

Pero lo era. Era una superestrella. Encarnaba el prototipo de la masculinidad, el hombre perfecto: metro noventa de alto y robusto, a la vez que cortés y seductor. Faltaban más de 20 años para que su imagen pública sufriese un brusco cambio. en 1985 se convirtió en el rostro más popular del sida, dejando al descubierto el secreto de su homosexualidad, que él había tratado de ocultar durante su carrera.

«Hudson comprendió que, si quería ser aceptado, su auténtica esencia tendría que quedar fuera de plano», explica el escritor Marc Griffin en la última biografía del actor, All that heaven allows, cuyos derechos ya han sido comprados para convertirla en película. En esa biografía, Garlington cuenta su relación con Hudson desde aquel día en que sus miradas se cruzaron en un estudio.

Un año tardaron en volver a encontrarse. Para entonces, Garlington había cambiado los sets de cine por la Bolsa y había vuelto a la soltería. Y un día recibió una invitación de Hudson para cenar en la mansión del actor en Beverly Hills, llamada El Castillo. «Pasé con él la noche y me fui a las seis de la mañana en mi coche con el motor apagado para que los vecinos no me oyeran». A esa cita siguieron otras en la casa tras cuyos muros el actor convivía con sus parejas hombres. «Sin darnos cuenta -dice Garlington- empezamos una relación».

La mayoría de sus encuentros eran en la mansión, pero, cuando decidían hacer alguna escapada, «todo tenía que estar cuidadosamente coreografiado». «Si queríamos ir a ver una película, Rock llamaba al dueño del cine, que nos reservaba dos asientos en la última fila, y dejaban la puerta trasera entreabierta para colarnos sin ser vistos». Si querían viajar, lo hacían a residencias de amigas de Hudson, como la casa en la playa de Elizabeth Taylor.

Al principio, todo el secretismo resultaba excitante para la pareja, pero poco a poco fue convirtiéndose en algo difícil de llevar. Y eso que Hudson llegó a viajar a Atlanta para conocer a la familia de Lee. Fue Garlington quien decidió terminar la relación, en 1965. Veinte años más tarde, cuando se publicaron las memorias de Hudson, Lee se enteró, con cierta sorpresa, de que para el actor él había sido el «verdadero amor» de su vida.

No fue, eso sí, la única pareja de Hudson. Equivocadamente, muchos creían que la más sólida pareja de Hudson era el actor George Nader, quien también fue el mayor beneficiario en su testamento, pero en realidad él fue su mejor amigo y confidente. De hecho, Nader confirma su gran amor por Garlington. Asegura que nunca vio a Rock tan desconsolado como tras la ruptura con Lee.

Garlington, por su parte, afirma en el libro que Hudson «tuvo un flechazo descomunal» con el actor Tyrone Power. A los pocos meses de aquella -supuesta- relación, Power murió de un ataque al corazón. Su mujer estaba embarazada del que sería su único hijo. A petición de la familia, Hudson apadrinó al niño.

El único amante de Hudson que llegó a vivir de forma regular en El Castillo fue Tom Clark, un conocido publicista de Hollywood con el que tuvo una larga aunque tormentosa relación.
Pero ya su llegada a Hollywood estuvo marcada por su relación con otro publicista homosexual. Fue el cazatalentos Henry Willson, el responsable de convertir a Roy Fitzgerald -el verdadero nombre de Rock Hudson-, un conductor de camión parco en palabras de un pueblo de Illinois, en el mayor ídolo de las películas románticas del star system.

Willson tenía «un ojo infalible para hacer estrellas. Podía encontrar un chaval guapo y pulirlo hasta que estuviera listo para ponerlo en el mercado de los estudios de cine», cuenta Griffin, el autor del libro. Apuestos muchachos a los que solía auditar entre las sábanas. «Willson era conocido por acostarse con prácticamente todos esos chavales guapos y cachas» a los que fichaba.

Hudson no tardó en firmar un contrato con Universal. En la época dorada de Hollywood, los estudios tenían la capacidad de fabricar estrellas como Rock Hudson, pero a cambio se esperaba que no hicieran nada en su vida privada que violara las «cláusulas morales de su contrato con actos socialmente inaceptables». Entre ‘lo inaceptable’ se encontraban las relaciones homosexuales.

Para blindar su imagen de Adonis del celuloide, Hudson estaba obligado a acudir a actos públicos con bellas actrices. Sus ‘aventuras amorosas’ con Marilyn Monroe, Judy Garland o Elizabeth Taylor ocuparon las portadas. Incluso llegó a casarse en noviembre de 1955 con Phyllis Gates, la secretaria de Henry Willson. El mánager del actor trataba de acabar con la ya casi insostenible presión de algunas cabeceras sensacionalistas.

Rock había aprendido desde muy temprana edad «a mantener la boca cerrada» -como repetía el propio actor en muchas entrevistas- y a actuar según los estándares de masculinidad esperados en un joven del Medio Este como él, sometido desde niño a la mano dura de un padrastro.

Su madre, Katherine (Kay) Wood, se había casado por segunda vez con Wallace Fitzgerald tras un traumático primer matrimonio con el padre de Rock, que los había abandonado de la noche a la mañana cuando este tenía seis años. Su padrastro era un marine expulsado del Ejército y con problemas con el alcohol que lo sometía a continuos abusos físicos y verbales.

Hudson desarrolló en este tiempo un estrechísimo vínculo con su madre que, según varios testigos, acabaría convirtiéndose en «dominación».

«Una de las cosas más fascinantes de la historia de Rock es la total desconexión que hay entre la figura heroica que se ve en la pantalla -imponente y decidida- y su ser real, que tenía cierto complejo de inferioridad. No era muy de enfrentamientos y a menudo era manipulado por gente de su entorno», explica Griffin.

 Hudson, que había conseguido prolongar su estrellato en la década de los setenta con su paso a la pequeña pantalla, adentrándose en las casas de medio mundo en McMillan and wife y Dinastía, acabaría su carrera poniendo rostro a una de las enfermedades más estigmatizadas del siglo XX: el VIH.

Una aparición pública el 15 de julio de 1985 para promocionar un programa de su amiga Doris Day hizo saltar las alarmas: Hudson estaba muy delgado y con mal aspecto. Entonces, nadie sabía que acababa de viajar a París para probar un tratamiento experimental con retrovirales. Regresó justo después de aquella aparición pública. Pero la prensa ya lo perseguía para saber de su estado de salud, así que el actor decidió comunicar a los periodistas que se agolpaban a las puertas de su hotel que tenía sida. Encargó un comunicado a una publicista francesa, Yanou Collart. «Le leí el comunicado que había preparado -recuerda hoy Collart-. Todo lo que me dijo fue. ‘Eso es lo que quieren. Ve y échaselo a los perros’».

Luego fletó un avión de vuelta a Los Ángeles y autorizó a su médico a que confirmase su enfermedad a la prensa americana. Hudson murió en su casa el 2 de octubre de 1985. Durante los meses de agonía estuvo acompañado de sus amigos y de Elizabeth Taylor.

Su fallecimiento marcó un antes y un después en la aceptación del sida. De pronto, una querida y admirada estrella de Hollywood padecía ‘la enfermedad maldita’ y forzaba el debate sobre la represión de la homosexualidad.

La historia de Hudson tiene ahora una singular ‘secuela’. En 2014, Susan Dent -una canadiense de 69 años- inició un juicio para reclamar que se reconociese que Hudson era su padre. Al parecer, sin intereses económicos, dado que ella es millonaria, y sin buscar la fama, porque no ha querido aparecer en ningún medio. Dent solo quiere confirmar la versión que le contó su madre poco antes de morir. El caso, readmitido en la Corte de Apelación de California en 2017, sigue abierto.

Varios miembros de la familia dan credibilidad a Dent. La medio hermana de Rock Hudson, Alice Waier, dice tener una carta que Rock escribió en 1945 en la que contaba que se había enterado de que una chica del instituto con la que tuvo relaciones estaba embarazada y planeaba dar el hijo en adopción.

Notas: Con Doris Day hizo solo tres películas del total de sesenta de Hudson, pero son una pareja ‘consolidada’, en la memoria del cine. Fueron muy amigos, pero él nunca le habló de su vida privada.

Rock Hudson tuvo una dura niñez. Su padre biológico lo abandonó a los seis años y el segundo marido de su madre, alcohólico, lo maltrató. Su madre, Kay, fue la figura protectora y cariñosa de su infancia, pero también la dominadora. Espantaba a sus parejas por su afán controlador.

Hudson conoció a George Nader y su pareja, Mark Miller, en 1951. Su amistad duró 34 años. Eran inseparables. «Nos llamaban ‘el trío’. Estuvimos juntos desde el principio hasta el final, pero nunca sexualmente», explicaba Miller.

Hudson se casó en 1955 con Phyllis Gates, la secretaria de su mánager. Tres años después, el matrimonio se disolvió y, aunque para el entorno del actor estaba claro que se trataba de un matrimonio acordado por ambas partes, la agraviada esposa sorprendió en el juicio de divorcio con una dura estrategia de ataques y reproches, incluida la declaración de que él se sentía atraído por los hombres. Gates se despachó aún más gusto en unas memorias en 1987, tras la muerte del actor, en las que lo acusaba de ser incluso violento.

Lee Garlington, fue su pareja durante dos años y, según Hudson, el verdadero amor de su vida. Garlington lo dejó por el total secretismo en el que debían vivir su homosexualidad.

El 21 de julio de 1985, Hudson apareció en público para promocionar un programa de su amiga Doris Day. Ya estaba visiblemente enfermo. La actriz ha confesado que su buen amigo nunca le dijo que estaba enfermo. «Cuando nos despedimos aquel día, me dio un abrazo enorme y me sujetó un tiempo. Me eché a llorar. Fue la última vez que lo vi».



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