Franco, Don Juan y el Toisón de Oro
(Un texto de Luis Reyes en la revista Tiempo del 23 de enero de 2012)
Roma, 15 de enero de 1941 - El destronado Alfonso XIII transmite a su hijo don Juan los derechos dinásticos, incluido el ducado de Borgoña y la jefatura de la Orden del Toisón.
El último acto de soberanía de Alfonso XIII antes de su caída fue la imposición del Toisón de Oro a cuatro próceres. El 1 de abril de 1931 se despidieron los esplendores de la vieja monarquía española con un fasto de carácter medieval, pues consistió en nombrar caballeros de una orden de caballería borgoñona a los duques de Medinaceli y Miranda, al presidente del Consejo de Estado y al almirante Aznar, presidente de un gobierno al que, como al propio rey, sólo le quedaban 13 días de poder.
Dos semanas más tarde, el 14 de abril, la marea republicana de unas elecciones municipales arrastró al trono. Alfonso XIII tuvo que salir del Palacio Real por la puerta de atrás, literalmente, pues lo hizo por el Campo del Moro, sin esposa ni hijos, conduciendo él mismo su potente Hispano-suiza como si huyera de la Historia. En Cartagena embarcó en un buque de guerra que le llevó a Marsella, y ya nunca regresaría del exilio.
No sirvió de nada que la Segunda República durara solo nueve años, no sirvió que las derechas ganasen la Guerra Civil. El beneficiario no sería el infortunado rey caído, sino el general Franco, a quien la victoria otorgó 40 años de poder indiscutido y solo acabado con su fallecimiento, muchísimos más de los que vivió Alfonso XIII en el destierro.
La vida del infortunado rey se extinguió el 28 de febrero de 1941 en Roma. Seis semanas antes había renunciado a sus derechos dinásticos y se los había transmitido a su tercer hijo varón, don Juan, el Conde de Barcelona. La herencia era de humo, don Juan no recibió de su padre ni territorios sobre los que reinar, ni una organización política fuerte para luchar por la vuelta de la monarquía a España, ni una fortuna que le permitiese comprar voluntades o pagar favores.
El duelo.
Al pretendiente solamente le quedaba una peculiar forma de ejercer la soberanía heredada: la jefatura de la Insigne Orden del Toisón de Oro, ciertamente la más importante de la Historia, creada por el duque de Borgoña al final de la Edad Media e instrumento secular de la política europea de los reyes de España. Un auténtico club de reyes al que en ese momento pertenecían todos los monarcas europeos, reinantes y no reinantes, además del emperador del Japón y el rey de Siam.
Esa jefatura correspondía a los reyes de España desde Felipe el Hermoso, que reunió en sí los títulos de duque de Borgoña y rey de Castilla, de forma que enseguida don Juan usó su facultad, otorgando el collar del Toisón a su hijo el príncipe Juanito, nuestro rey Juan Carlos. Era como una declaración de intenciones, significaba que el conde de Barcelona se consideraba el legítimo rey de España. Un claro mensaje al general Franco, pero este no se dio por aludido.
Don Juan y Franco protagonizaron durante años un curioso duelo político -del que saldría vencedor el general- con periodos de aparentes buenas relaciones, seguidos de ataques con toda la mala intención. En uno de las etapas amables don Juan le tendió una trampa a Franco, le ofreció el Toisón de Oro. La tentación era grande, los más grandes generales de la Historia Moderna habían lucido el collar, desde el Gran Duque de Alba a Napoleón o Wellington, pero Franco era demasiado astuto para picar. Aceptar el honor suponía reconocer a don Juan como legítimo rey de España, de forma que lo rechazó con una frase envenenada: “Asesórese usted históricamente”. Lo que quería decir “usted no tiene potestad para otorgar el Toisón”.
Para desconcierto de los legos en la materia, los toisones concedidos por el conde de Barcelona lo eran bajo una fórmula escrita en francés borgoñón antiguo: “Juan de Borbón y Battenberg, comme Duc de Bourgogne, Chef et Souverain de l’Ordre insigne de la Toison d’Or…” Efectivamente, los reyes de España, incluido el actual, otorgaban la orden como duques de Borgoña, aun después de haber perdido los llamados Estados de Borgoña (Bélgica y Holanda). Era una sutileza diplomática, nadie podía decir que don Juan no tenía derecho a otorgar el Toisón porque no era rey reinante, ya que tampoco los reyes españoles desde Felipe V reinaban sobre Borgoña y no se les negaba la jefatura de la Orden.
Pero a Franco esas fintas protocolarias no le conmovían, como tampoco lo hizo la concesión del collar a Balduino de Bélgica. En 1960 el monarca belga se casó con la española Fabiola de Mora, lo que tuvo un tremendo impacto sentimental en nuestro país, aunque no existiera una industria del corazón como la de ahora. El anuncio de que la boda iba a ser retransmitida por Eurovisión disparó la venta de televisores en una España ansiosa de glamour tras las privaciones de una larga posguerra, pero Franco no supo estar a la altura de las circunstancias. La delegación oficial de España consistía en la hija del dictador y el yernísimo, el marqués de Villaverde, mirados por encima del hombro por toda la nobleza europea invitada, y la condecoración española concedida a Balduino, siguiendo la costumbre protocolaria en estos casos, no era del máximo nivel, solamente un collar de Isabel la Católica.
El rey de los belgas.
Don Juan le enmendó la plana a Franco y le otorgó a Balduino el Toisón. Para el rey de los belgas la Insigne Orden tenía un significado muy especial. El Toisón había sido fundado por el duque Felipe el Bueno de Borgoña en la ciudad belga de Brujas, y aunque la jefatura se instaló en España desde tiempos de Felipe II, los archivos y el tesoro de la Orden se habían quedado en Bélgica. El Toisón constituía una página importante de la historia belga, hasta el punto de que tras la Primera Guerra Mundial, Bélgica amenazó con no firmar el tratado de paz de Versalles si no le devolvían archivos y tesoro, trasladados a Viena durante las conmociones de la Revolución Francesa.
Balduino sí aceptó por tanto el honor que le otorgaba el Conde de Barcelona, como en años sucesivos lo aceptarían el rey Pablo de Grecia –consuegro de don Juan-, su hijo y sucesor Constantino, y los jefes de las casas de Borbón no reinantes, Dos Sicilias y Parma. Así, entre 1960 y 1964, don Juan fue obteniendo cierto reconocimiento de la realeza europea a su pretensión de rey legítimo de España, aunque sin corona.
Desgraciadamente para él, a Franco todo esto le traía al pairo y cuando decidió designar un “sucesor a título de Rey” se saltó una generación dinástica y eligió a don Juanito, Juan Carlos para la Historia.
Etiquetas: Pequeñas historias de la Historia, s.XX
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