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jueves, febrero 3

Cecil Gould, el soldado enamorado del arte

(Un reportaje de Clare Conway en el XLSemanal del 26 de enero de 2014)

Culto, refinado, y apasionado del arte, el oficial británico Cecil  Gould veía cómo la Segunda Guerra Mundial arrasaba no solo a vida de miles de personas, sino también la cultura de Europa. Por eso se unió a los hombres de Monumentos, la unidad que trabajó para localizar las obras expoliadas por los nazis, a la que George Clooney dedicó [una] película. Por primera vez accedemos a los diarios de Gould, que narran su incansable búsqueda de la belleza.

Su aspecto no era el de unos héroes de guerra. Para el resto de los militares eran unos tipos excéntricos y un tanto repelentes, interesados en salvar piedras y cuadros, cuando aún caían bombas en el tramo final de la Segunda Guerra Mundial. Pero salvaron a Europa de la ruina cultural.

Su historia es increíble y, hasta ahora, poco conocida. Pero esto va a cambiar. George Clooney y Matt Damon [forman] parte del escuadrón de superestrellas protagonistas de la historia de los hombres de Monumentos en una película que divulga uno de los operativos más asombrosos de la Segunda Guerra Mundial.

Un grupo de élite formado por académicos y estetas —la sección de Monumentos, Bellas Artes y Archivos— establecido por Roosevelt y comandado por Eisenhower. Estos hombres se aventuraron en el terreno controlado por los nazis para rescatar y restaurar enormes partidas de obras de arte rapiñadas y escondidas por los alemanes. La misión constituye una frenética batalla contra el tiempo: a medida que va huyendo la oficialidad alemana, sus probabilidades de recuperar el tesoro son menores.

Clooney interpreta a George Stout, antiguo director del Museo de Arte Fogg de la Universidad de Harvard, quien se convierte en uno de los primeros oficiales en integrarse en la unidad. Stout llega a Europa cuando se produce el desembarco de Normandía de 1944, con la esperanza de recobrar algunos de los más valiosos tesoros artísticos europeos antes de que sean destruidos o desaparezcan rumbo a Sudamérica con los hombres que los han requisado.

En esa misma unidad trabajó Cecil Gould, oficial británico y miembro destacado de los hombres de Monumentos, cuyos diarios han permitido saber muchos más aspectos sobre la unidad. En 1973, Gould —estudioso y apasionado de las bellas artes desde la adolescencia— fue nombrado subdirector de la National Gallery londinense, cargo en el que su mantuvo hasta su jubilación, en 1978. Murió en 1994 a los 75 años. La familia de Gould y la National Gallery han permitido ahora por primera vez el acceso a sus diarios inéditos.

En septiembre de 1944, unas semanas después de los desembarcos en Normandía, Gould —que entonces tenía 26 años, el físico de una estrella de cine y una licenciatura por el Courtauld Institute— se encontraba en Amiens, en la Francia devastada por la guerra. Exigente, culto y quisquilloso, no era muy paciente con sus subordinados, que no entendían la importancia de preservar grandes obras maestras para la posteridad. Amiens había sido capturada por los alemanes bajo intensos bombardeos en mayo de 1940. La ciudad fue víctima después de las incursiones aéreas aliadas y gran parte del centro urbano medieval quedó convertido en escombros. Su catedral era la más alta de Francia, y Gould se esperaba lo peor. Ordenó a un oficial que hiciera un listado de los destrozos. El oficial volvió al rato. Al parecer, la estructura del edificio estaba en buen estado, pero al oficial le daba igual su belleza. Se encogió de hombros y dijo que tampoco era para tanto. «Me enfurecí de tal modo que casi perdí el habla», escribe Gould.

En febrero de 1945, Gould fue convocado al cuartel general de los hombres de Monumentos en Westminster. Su historial parecía estar hecho a medida para ser uno de los miembros destacados de la unidad.

Gould pasó la última parte de la guerra asignando hombres y material para reparar los destrozos en castillos e iglesias. Salvaron la catedral de Colonia mediante la requisa de ladrillos en principio destinados a escuelas y hospitales (que podían esperar, en opinión de aquellos estetas para los que el arte lo era todo) para restaurar el capitel medio derruido.

Más complicada resultó la recuperación de valiosas piezas artísticas. En esta misión, los hombres de Monumentos tuvieron que hacerle frente a la unidad de rapiña al servicio de Hitler, la Einsatzstab Reichsleiter Rosenberg (ERR), establecida en 1940 por Alfred Rosenberg y Hermann Goering para saquear los grandes centros artísticos de Europa.

La ERR había estado operando en Europa y la Unión Soviética durante cinco años seguidos, apropiándose de decenas de millares de pinturas. Muchas habían sido destinadas a la gigantesca colección hitleriana de 'arte ario' del Museo del Führer de Linz, en Austria. Muchas más, incluyendo enormes cantidades de pinturas modernas, habían sido categorizadas como «degeneradas» y confiscadas. En París, el Museo del Jeu de Paume se convirtió en el cuartel general de la ERR en Francia. En la capital gala, los nazis establecieron almacenes de tránsito para catalogar los cuadros recién aprehendidos antes de despacharlos para Alemania. Gracias a la obsesión germánica de registrarlo todo por escrito, Gould y sus compañeros consiguieron uno de sus mayores éxitos. En París, todas las transacciones —las legales y las ilegales— de los alemanes estaban anotadas de forma pormenorizada. En los papeles había mención a obras de Gauguin, Renoir, Rubens y Géricault. Todo ello fue clave, y lo sigue siendo, para recuperarlas después.

El mayor descubrimiento de los hombres de Monumentos fue una partida de 6500 cuadros recobrados en una mina de sal en Altaussee el 17 de mayo de 1945. Pero hicieron numerosos descubrimientos sensacionales más: millares de obras ocultas en incontables escondrijos. Tantas que tuvieron problemas para encontrar lugares en los que almacenarlas con seguridad. Por esa razón, Gould y Waterhouse se trasladaron al palacio de Nordkirchen en el verano de 1945 para preguntar si podían almacenar allí las obras que habían ido encontrando. Pero en realidad tenían otras razones para escoger Nordkirchen, en Bruselas, como almacén. Andaban en busca de un Vermeer de valor incalculable, que creían escondido en algún rincón del palacio: Estudio de una muchacha, fechado hacia 1665-1667. Sus propietarios, los Arenberg, una familia belga aristocrática que había colaborado con los alemanes en la Primera Guerra Mundial, debían de haberlo escondido cuando el Gobierno belga les requisó el palacio por su colaboracionismo. Había desaparecido ya en 1914.

Llegados a Nordkirchen, Gould y Waterhouse se reunieron con la princesa Valerie Arenberg, la hija del duque. «Se presentó envuelta en un largo vestido azul de noche, con un abrigo de pieles y un broche con diamantes en el abrigo». De mala gana, la familia accedió a la petición, y el palacio se llenó de obras expoliadas por los nazis. Pero los dos británicos nunca llegaron a encontrar el Vermeer. Una gran frustración para Gould. En 1955, de repente, apareció en una subasta neoyorquina; un ejecutivo estadounidense del petróleo lo adquirió por 325.000 dólares. Lo más probable es que estuviera en Nordkirchen todo el tiempo.

Con los años hay quienes han criticado a los hombres de Monumentos, por confundir unas obras con otras y por 'devolver' ciertos cuadros a los propietarios equivocados. Es verdad que, pese a que lo investigaron, dejaron marchar en libertad a un marchante alemán que, según se ha sabido ahora, tenía una colección de cuadros cuyo valor superaba los mil millones de euros. Hace muy poco que se ha descubierto que el hijo de este hombre, Cornelius Gurlitt, tenía dicha colección en su apartamento de Munich. Entre las pinturas que atesoraba se contaba un asombroso Matisse valorado en 70 millones de euros y titulado La mujer sentada. Pero el hecho incuestionable, pese a los errores, es que la dedicación de hombres como Gould evitó que Europa se sumiera en una catástrofe cultural.

La mujer de Monumentos

Anne Olivier Bell, de 98 años, es la única mujer que integró la unidad de Monumentos. «Me escogieron porque hablaba alemán y entendía de arte», explica. Se casó con el estudioso del arte Quentin Bell, sobrino de Virginia Woolf, y es conocida por haber editado los diarios de la escritora, pero los dos años más extraordinarios de su vida los vivió en 1945 y 1946 recuperando y documentando obras de arte en Alemania.

Notas:

El inglés Cecil Gould fue un destacado miembro de los hombres de Monumentos, una unidad integrada por 350 especialistas; 60 de ellos eran británicos.

EL TIMO. Entre el arte robado por Goering, la unidad encontró cuadros falsos que le había 'colado' un falsificador, Hans Van Meegeren.

EL ROBO. La mujer sentada, de Matisse, era una de las obras más buscadas. Apareció el año pasado en la casa del hijo del marchante Gurlitt con cientos de obras más.

Monuments men, de Robert Edsel, es la novela histórica en la que se basa la película y que se centra en el oficial americano al mando de la unidad: George Stout.

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