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domingo, enero 30

Los quintos de Aguarón salen de ronda

(Leído en la Gaceta Universitaria de febrero de 2018)

La fiesta de Quintos de Aguarón es una tradición que, cuando menos, sorprende a todo el que la vive por la acogida y hospitalidad de sus gentes. Una cita que "hay que ver y sentir en primera persona" para ser consciente de lo que significa para sus vecinos. Una fiesta que multiplica por cinco el número de habitantes censados en esta población perteneciente al Campo de Cariñena.

Los 600 habitantes de Aguarón, en Zaragoza, esperan con ilusión la que sin duda es una de las más importantes: los Quintos. Esta festividad, que congrega a más de 3.000 personas, se celebra el domingo próximo a la festividad de San Blas, adaptándose para conveniencia y bien de todos al anterior o al posterior. No se recuerdan sus orígenes, pero todo indica que cuando se hacía el sorteo para la mili los quintos se situaban en el balcón del Ayuntamiento. "Nadie sabe bien el porqué; ni nuestros abuelos recuerdan desde cuándo se celebra", explican desde Aguarón.

Pero de lo que no cabe duda es que esta fiesta es una excusa para la diversión relacionada con el desaparecido servicio militar. Una jornada de despedida de aquellos que estaban a punto de incorporarse al ejército, cuando era obligatorio. Desde Identidad Aragonesa explican que "hace seis siglos el rey Juan II de Castilla decretó la obligatoriedad de sustentar el ejército real mediante una contribución de sangre". Se llegó a la conclusión de que con uno de cada cinco jóvenes, con la mayoría de edad recién cumplida, bastaría para mantener la milicia. Así, por ser la quinta parte, los jóvenes que tenían que ir al ejército empezaron a conocerse como "quintos". El término se generalizó luego a todos los que tenían la misma edad o habían realizado juntos el servicio militar, qué fue obligatorio para casi todos desde el siglo XVIII.

En Aguarón, algunos de sus vecinos más ancianos, recuerdan que cuando se hacía el sorteo militar, "los quintos se ponían en el balcón del Ayuntamiento. El secretario, con voz fuerte, leía la papeleta con el nombre y el número determinado. El que sacaba el más alto se libraba y los que sacaban el número más bajo tenían que ir fuera de la península, a África, a Cuba... Las familias y las novias mientras tanto, esperaban en la plaza esperando la suerte de "su quinto". Al que se libraba, lo ataban en la plaza Del Santo, lo dejaban sin comer y le hacían alguna jugarreta".

Antiguamente, los quintos estrenaban ese día un traje de baturro o se ponían el que vistieron sus antepasados; con el cachirulo en la cabeza y la tradicional vara de madera (recta, pulida y con abrazadera de cuero o piel). Con el paso del tiempo, el atuendo va cambiando: ahora no falta un vistoso y decorado bastón con cintas de colores, un pañuelo y gorro.

También se sigue adornando a una burra, como se hacía antigua-mente, aunque el serón de esparto lo llevan por conservar la tradición: ya no se regalan alimentos, sino dinero. En el centro y a lo alto de la albarda, en un panel, ponen un roscón grande que dice: "Viva la Quinta del Año".

Cántico a las madres

"Como la madre ninguna.

Mujeres hay en el mundo,

Como la madre ninguna.

Que es la que nos trajo al mundo

y es la única que perdona"

LA FESTIVIDAD. La fiesta arranca con una misa en honor a San Blas y a la salida comienza el recorrido por las calles del pueblo, donde no faltan los cánticos y las degustaciones: primero al Ayuntamiento, luego a las madres y a las novias de cada quinto en su casa, a los diversos establecimientos... "Cada sitio tiene su copla particular", explican desde el Consistorio. Cuando se termina la ronda, todos juntos se reúnen en el pabellón a comer lo que han preparado las madres, porque "sin ellas, esta fiesta no sería tan especial".

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