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sábado, febrero 19

La olivereta y el diablo

(Una columna de Alberto Serrano Dolader en el Heraldo de Aragón del 26 de junio de 2016)

En1557 nació en Peralta de la Sal José de Calasanz, el magno pedagogo que fundó las Escuelas Pías. Nada más llegar a este pueblo de La Litera, me dirijo a la plaza, donde dos paisanos descansan. Quiero encontrar la 'olivereta' del santo: «Pues se ha pasado usted, por-que está en las afueras. No tiene pérdida. El olivo que busca lo verá arropado por un monumento. No es para menos, ya sabrá que allí san José, cuando era niño, luchó contra el diablo. Ahora la escena está representada en una escultura recortada en metal. Cuando nosotros éramos críos lo que había era un azulejo, pero los chavales lo rompimos lanzándole piedras, mitad por enredar, mitad porque allí veíamos dibujado al demonio». 

Me aseguran que la 'olivereta' sigue siendo la del siglo XVI. Puede, pero la veo cambiada si la comparo con un grabado centenario que llevo en la cartera. Al monumento también le suelen denominar 'lo pilaret', quizá en recuerdo de un 'peirón' conmemorativo de la lucha legendaria que se erigió en 1903, año en el que, al parecer, los propietarios cedieron el árbol a los escolapios. 

¿Qué cuenta la rondalla? Acudo a una hagiografía de José de Calasanz que Timón-Davis compuso en 1883 y que se publicó en España veintidós años más tarde: 

Cuando apenas tenía uso de razón, «imaginando José que el demonio tenía cuerpo visible y material, resolvió darle muerte como enemigo de Dios y de las almas. Con ingenuo candor, reveló su proyecto a cuantos le rodeaban y, armado con un cuchillo, recorría todos los rincones de la casa, desafiando en alta voz al diablo (...). Llegó hasta proporcionarse un puñal, y temiendo no encontrarle en casa, resolvió buscarle en el campo». 

A José le acompañaron muchachos de su pandilla: «Llegados a un pequeño olivar, desenvainó José el puñal y en voz alta comenzó a increpar al demonio, tratándole de cobarde, puesto que permanecía oculto. Es demasiado orgulloso Lucifer para escuchar sin contestarlas las provocaciones de un niño de 5 años y, de repente, aparece como una terrible sombra en lo más alto de un olivo». 

Al árbol se encaramó el pequeño Calasanz, con el arma entre los dientes: «... se lanza contra el demonio para herirle, mas la gruesa rama en la que se halla, y que podía soportar muy bien peso mayor, se desgaja y desaparece el demonio». El infante rueda por los suelos, se levanta y busca al Lucifer examinando uno por uno los olivos, «mas en vano». En el acogedor santuario escolapio de Peralta también veo representada esta piádosa leyenda. Afortunadamente, las pinturas murales están muy altas como para que los chicos del pueblo también lanzaran piedras contra el diablo que en ellas se ve.

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