Cuéntame un cuento...

...o una historia, o una anécdota... Simplemente algo que me haga reir, pensar, soñar o todo a la vez, si cabe ..Si quereis mandarme alguna de estas, hacedlo a pues80@hotmail.com..

viernes, diciembre 23

Todos los misterios del belén

(Un texto de José María Robles en El Mundo del 24 de diciembre de 2019)

Antonio Basanta, el mayor experto en Nacimientos y dueño de una colección de 25.000 piezas, explica todos los secretos de una tradición que pervive en los países que alguna vez han formado parte de España.

Cuentan que estos días se disparan las ventas de papel de plata para fabricar ríos, que las muchas visitas al trastero no tienen nada que ver con Wallapop y que mirar a un señor que defeca a la intemperie puede convertirse en un espectáculo familiar entrañable.

Cuentan, y posiblemente sea cierto, que todo se debe a San Francisco de Asís, que en la Nochebuena de 1223 decidió representar el nacimiento de Jesús en una cueva cercana a la ermita de Greccio, en el centro de la bota italiana.

Lo que nadie cuenta ya, al menos con tanta pasión y sabiduría como Antonio Basanta, el mayor experto en belenes de España y uno de sus más importantes coleccionistas (25.000 piezas), es la intrahistoria de cada figurita o elemento arquitectónico del tradicional portal.

Esta historia comienza, cómo no; con el nacimiento de un niño. Antonio Basanta llega al mundo en 1953 en la casa madrileña de un gallego y una extremeña. «Una mezcla explosiva», bromea por teléfono el propio aludido. Será un niño con una salud delicada (amigdalitis, Grana paperas, sarampión...) que encontrará la mejor medicina en los libros.

Aficionado a la aventura de Tintín a Stevenson y fascinado por la posibilidad de descubrir otros mundos página a página, el niño crecerá y se convertirá en doctor en Literatura Hispánica por la Complutense y en Consejero Delegado del grupo editorial Anaya. Logrará ser otras cosas importantes, de las que de verdad hacen brillar un curriculum, como dirigir la fundación Germán Sánchez Ruipérez, impulsar la creación de la Casa del Lector en Matadero Madrid y publicar sus propios títulos: el último de ellos, Leer contra la nada (Siruela).

Lo sorprendente es que a la vez que hacía todo esto, invertía también su tiempo en algo que no tenía nada que ver con el perfil público de hombre de empresa, gestor de proyectos culturales, conferenciante o articulista. Desde 1977, cuando viajar a lugares desconocidos en calidad de editor en jefe se convirtió en una rutina, Basanta empezó a armar el belén. No un belén en singular, con un formato casero de los que se guardan en una caja de cartón hasta el año siguiente o de los que cuando se colocan parecen tan rígidos como la recreación de una batalla histórica. No. Empezó a armar el belén dicho así en genérico, atendiendo a las diferentes tradiciones locales, incorporando todo tipo de detalles, profundizando casi al nivel de tesis universitaria en cada uno de los personajes del Nacimiento, en los animales que mugen, rebuznan, pocos cacarean y balan en él, e incluso en los elementos arquitectónicos que se han ido incorporando con el paso del tiempo a la representación del episodio religioso fundacional del cristianismo.

El resultado es una colección de más 25.000 piezas que ahora mismo por tiene desperdigadas en cinco exposiciones en Madrid, Ávila, Cáceres, Granada y Sevilla, y que estos días lo tienen de arriba para abajo haciendo kilómetros como si él mismo transitara el camino que lleva a Belén, ropopompón. «Es una desmesura», admite Basanta sobre el volumen del material reunido a lo largo de cuatro décadas, y que creció a partir de un modesto belén murciano.

Tal vez el coleccionista de sellos esté interesado en un registro romántico del tiempo, igual que quien acopia billetes busca reconocerse un poco en los rostros estampados de los próceres de la patria. Cuando se le pregunta a este belenólogo por su afición, pura pretecnología en la era contemporánea de las apps, alega sin más: «Hay una cantidad de historia, cultura, sociología, antropología y folklore qué me atrajo enormemente».

Nadie acaso más sabio para mostrar el camino hacia el portal, en este caso señalizado con algunas balizas extra de provocación pop.

¿Por qué el belén se parece a una tortilla deconstruida? Seguramente Ferran Adria no tenía en mente al niño Jesús, San José, la Virgen, la mula y el buey cuando transformó la receta tradicional de la tortilla de patatas en un plato de autor. Lo cierto es que, como en el hallazgo del chef de El Bulli, hoy los ingredientes del Nacimiento podrían mezclarse con cierta libertad a la hora de preparar la escena bíblica. […] Basanta sí es exigente con respecto a un elemento que suele pasar desapercibido: «Todos los caminos que conducen a la escena central deben de ser serpenteantes. Representan la vida con sus dificultades».

¿Por qué el belén se parece al juego de la oca? Por la importancia del pozo. En el tablero suele representarse en la casilla 31 y el reglamento establece que quien caiga en él debe quedarse dos turnos sin jugar o permanecer en él hasta que otro ocupe su lugar. En el belén, según Basanta, «siempre es la caída, el encierro o el error; se asocia a una figura que suele ser femenina: la representación de la Virgen, que convierte la caída, el encierro y el error en todo lo contrario, en agua cristalina».

¿Por qué el belén se parece a un karaoke? Hay una línea invisible que une el cancionero popular con el Nacimiento. «En un Belén no puede faltar el río, cualquiera tiene uno, por humilde que sea», explica Basanta. «Es la representación de Jesús en la medida en la que el agua es el origen de la vida». Nuestro experto recuerda que durante el largo tiempo que la figuración antropomórfica de la divinidad estuvo prohibida, en los comienzos del cristianismo, a Jesús se le representó con forma de pez. ¿Por qué? Porque las letras que forman la palabra pez en griego, cuando se escriben en mayúscula forman un acrónimo con las iniciales de la expresión Jesucristo, Hijo de Dios, Salvador. «Eso explicaría la letra del surreal villancico Pero mira cómo viven los peces en el río...», añade el coleccionista.

¿Por qué el belén se parece a un libro de Tolkien? Las mejores sagas épicas, con o sin dragones, con o sin zombis descongelados, tienen en común la lucha por el poder, encarnada normalmente en la figura del rey. En el Portal hay nada menos que tres monarcas. ¿Se percibe cierta tensión entre ellos? ¿Traman juntos un asalto al pesebre? ¿Fueron el oro, el incienso y la mirra en realidad una demostración de riqueza, y no tanto unos presentes? «Conviene recordar que sólo a partir del siglo XV empiezan a ser reyes. Hasta entonces eran sabios», matiza Basanta. «El poder político sólo lo representa Herodes. Cuando la Iglesia empieza a considerar la magia como algo oscuro, se trata de evitar una interpretación negativa y se les añade la condición de rey. Pero en las primeras representaciones iconográficas no llevan ningún elemento que nos permita referenciarles como reyes, sino como astrólogos». Subraya el especialista que el número de reyes hasta el siglo VI fue variable, y que la cifra iba desde los 24 hasta por encima de los 200. A partir de ese momento quedaría fijado en tres precisamente por otras tantas razones: porque estos fueron los regalos; porque simbolizan las edades del hombre (Melchor es el mayor, Gaspar es el intermedio y Baltasar es el más joven); y porque representaban los tres continentes que hasta ese momento se conocían (Europa, Asia y África). ¿Y qué pasó entonces cuando se descubrió América? «Hubo un conflicto, porque sé pensó en aumentar el número o modificar su tipología. De hecho, en la catedral de Viseu, en Portugal, hay un retablo con un cuarto rey vestido de amazónico». Precisamente sobre los atuendos reales, demasiado ostentosos y pesados para tratarse de visitantes de Oriente Próximo, Basanta especifica que «la cantidad de ropa es totalmente anacrónica. EI belén siempre se desarrolla en el plano de la magia, de la imaginación y del sentimiento».

¿Por qué el belén se parece a un mapa? No hace falta ser un especialista en Geografía o en Historia Antigua para situar los hechos a los que el portal sirve de alegoría. Estaríamos hablando de Nazaret (donde se produjo la Anunciación a María), Jerusalén (donde estaba el palacio de Herodes y, por tanto, sede del poder político) y Belén (donde María y José encontraron refugio en una cuadra tras buscar posada sin éxito). Sin embargo, en el belén hay otras referencias toponímicas que no están tan a la vista. Por ejemplo, las ruinas con las que se decoran algunos riscos partir del siglo XVIII. «Tienen que ver con la superación de las anteriores religiones, especialmente del ciclo grecorromano», contextualiza Basanta. «El primero que lo incorpora es el belén napolitano. Eso se explica con la excavación al mismo tiempo de los restos de Pompeya y Herculano, capitaneada por el ingeniero español Roque de Alcubierre bajo el mandato del futuro Carlos III, entonces rey de Nápoles y Sicilia. Y luego habría que reparar en el alcance de España como exportadora del concepto de belén, en tanto que Imperio durante varios siglos. «No hay territorio en el que España haya estado, por breve que haya sido su permanencia, donde no exista esta tradición. En mi colección tengo un belén fabricado en una de las tres poblaciones que pertenecieron a España sólo durante 30 años del siglo XVII en un pequeño protectorado de Camboya», señala el experto.

¿Por qué el belén se parece a la cadena de mando del ejército español? Por el significado de las estrellas. En el Nacimiento puede haber cuatro tipos de estrellas distintas, en función de su número de puntas. La de cuatro puntas es la estrella de Belén, que preside el portal y simboliza la cruz; la de cinco puntas representa al ser humano y recuerda al hombre de Vitruvio que dibujó Leonardo da Vinci; la de seis puntas simboliza la conexión entre el espacio celestial y el espacio terrenal, adoptada como propia por Israel en su bandera nacional; y por último, la de ocho puntas es representativa de la dirección o mando. «Lo curioso es que esta misma significación aparece en las estrellas de la boca manga de los militares españoles», apunta. «Cuatro puntas: general; cinco: subteniente; seis: teniente y capitán; y ocho: coronel».

Alguien avisa a Antonio Basanta de que tiene que dejar el teléfono para asistir a la inauguración de una de sus exposiciones. Hemos superado la hora de conversación y, a tenor de su conocimiento enciclopédico, podríamos estar otro buen rato más hablando de «los secretos simbólicos que esconde este fenómeno, que hace es que sea un tejido de hilos de cultura permanente...». Antes de colgar, anima: «Si tienes tiempo, métete en la web del Instituto Astrofísico de Canarias y…».

Algunos de los símbolos del belén

El castillo de Herodes.

Es la representación más negativa del Belén, asociada al poder y la violencia. La figura de un rey despótico impuesto por el imperio romano contrasta con la voluntad de pobreza de un dios nacido para pobres y enfermos, el contrapunto de su llamada desde el amor y la humildad. 

El pastor con oveja al hombro.

Representa la preocupación por la oveja descarriada. El de pastor fue el oficio más desprestigiado de Israel en tiempos del nacimiento de Cristo. El pastoreo se utilizó incluso como condena para autores de un delito menor.

El puente.

Simboliza la unión, de ahí que haya pervivido como elemento alegórico incluso en los billetes de 10, 20, 50, 100 y 500 euros. En el belén representa el tránsito de la vida mortal a la eterna a través de Jesús.                                                                       

La lavandera

Es la representante de la comunidad que acude al río de la vida a lavar los problemas. 

La mula y el buey

Eran los animales peor valorados por el pueblo hebreo. En una época en el que la fertilidad era clave para la supervivencia económica, la infertilidad se veía como castigo o pecado. 

El cisne 

Es el ave que cede sus plumas para las alas de uno de los ángeles de la Adoración. Por su parte, los patos, las ocas y las gallinas pertenecen puramente a la función costumbrista del belén sin ninguna simbología. 

El gallo

Es el animal que anuncia el nacimiento de Jesús. También está asociado a la muerte a través de la tercera negación de San Pedro.

El cagón

En origen no tenía una función jocosa. Representaba el cambio de ciclo asociado a la primavera y la revitalización de la tierra a través del abono. 

José

El morado que viste es color de sufrimiento, que remite a su duda sobre la concepción de Jesús. En la Edad Media y primer Renacimiento se le llegó incluso a retirar de la escena central y se le representó con rostro entristecido o de avaro. Esa mirada crítica pervive en los villancicos, donde es objeto de burla.

María

Normalmente viste 3 colores: rosa (alegórico de la carne de Jesús), azul (el plano celestial) y blanco (la pureza). El pliegue de su manto es herencia de la emperatriz bizantina.

Jesús

En las primeras representaciones aparecía totalmente desnudo para enfatizar su condición humana. Tiene un gesto característico: dos dedos juntos en la mano derecha.

El ángel

La angeología es amplia. Los hay con alas de águila (Anunciación a María), con alas de paloma (aquellos que dan la buena nueva a los pastores) y con alas de cisne o de pavo real (adoración a Jesús).

El molino

Nunca debe faltar. En él se tritura el trigo, del que sale a la harina con la que se elabora la Sagrada Forma. El movimiento de sus alas marca el paso del tiempo y la conexión con la eternidad.

La palmera

Es el recordatorio de la huida de la Sagrada Familia a Egipto y el pasaje de lectura más contemporánea del Belén: el que protagonizan una madre y un padre con un recién nacido qué sin pasaporte, conocimiento del idioma, dinero o parientes buscan salvar su vida en un país ajeno.

El cazador

Representa la violencia, porque caza aves (alegoría de las almas).

El pescador

Es el antagonista del cazador. Coge en el río de la vida los peces para llevarlos a la vida eterna.

El leñador

Alude a otro elemento clásico del portal: la madera, que remite a la cuna y al mismo tiempo a la cruz.

Etiquetas: