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lunes, mayo 13

Un acto de bondad

(No sé si será cierto, pero sería bonito que lo fuera)

En 1892, en la Universidad de Stanford, un estudiante de 18 años luchaba por pagar sus matrículas. Era huérfano y, sin saber a dónde acudir para conseguir dinero, se le ocurrió una idea brillante. Él y un amigo decidieron acoger un concierto musical en el campus para recaudar fondos para su educación.
Se acercaron al gran pianista Ignacy J. Paderewski. Su manager exigió una tarifa garantizada de $ 2,000 dólares por el recital de piano. Se llegó a un acuerdo y los chicos empezaron a trabajar para que el concierto fuera un éxito.
 
Llegó el gran día. Pero lamentablemente no habían conseguido vender suficientes entradas. La recaudación total fué sólo de $1600. Decepcionados, acudieron a Paderewski y le explicaron su difícil situación.
Le dieron los $1600 completos, más un cheque por el saldo de $400. Prometieron pagar el cheque lo antes posible.
“No”, dijo Paderewski. "Esto no es aceptable." Rompió el cheque, devolvió los $1600 y les dijo a los dos muchachos: “Aquí están los $1600. Por favor deduzca cualquier gasto en el que haya incurrido.
Conserva el dinero que necesitas para tus honorarios. Y dame lo que quede”. Los niños se sorprendieron y le agradecieron efusivamente. Fue un pequeño acto de bondad. Pero marcó claramente a Paderewski como un gran ser humano.
 
¿Por qué debería ayudar a dos personas que ni siquiera conocía? Todos nos encontramos con situaciones como estas en nuestras vidas. Y la mayoría de nosotros sólo pensamos: “Si les ayudo, ¿qué me pasaría a mí?” Las personas verdaderamente grandiosas piensan: “Si no los ayudo, ¿qué les pasará?” No lo hacen esperando algo a cambio. Lo hacen porque sienten que es lo correcto.
 
Paderewski más tarde se convirtió en Primer Ministro de Polonia. Fué un gran líder, pero lamentablemente cuando comenzó la Guerra Mundial, Polonia quedó devastada. En su país hay más de 1.5 millones de personas hambrientas y no hay dinero para alimentarlas.
 
Paderewski no sabía a quién acudir en busca de ayuda. Pidió ayuda a la Administración de Alimentos y Ayuda de Estados Unidos. Escuchó que había un hombre llamado Herbert Hoover, quien más tarde se convirtió en presidente de Estados Unidos. Hoover aceptó ayudar y rápidamente envió toneladas de cereales para alimentar al hambriento pueblo polaco. Se evitó una calamidad.
 
Paderewski se sintió aliviado.
 
Decidió cruzar para encontrarse con Hoover y agradecerle personalmente. Cuando Paderewski comenzó a agradecer a Hoover por su noble gesto, Hoover rápidamente intervino y dijo: “No debería agradecerme, señor Primer Ministro. Quizás no lo recuerdes, pero hace varios años ayudaste a dos jóvenes estudiantes a ir a la universidad. Yo era uno de ellos”.

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