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lunes, julio 8

El horóscopo de Darwin

(Un texto de Javier Sampedro leído en El País del 20 de mayo de 2018)

Los científicos demuestran que los ciclos astronómicos fueron un factor importante en las fases tempranas de la evolución animal.

Los evolucionistas o, más en general, los científicos interesados en la evolución y los cambios de biodiversidad que detectamos en el pasado de la Tierra, llevan un siglo divididos entre los biocéntricos, que tratan de explicar esas variaciones en términos de interacciones bióticas intrínsecas, y los geocéntricos, que más bien se concentran en los factores extrínsecos a la biología, como la deriva
continental, los impactos de cometas o los cambios de naturaleza astronómica que afectan, en toda clase de ciclos complejos, a la radiación solar que recibe el planeta. Los segundos se han apuntado un buen tanto esta semana, como puedes leer en Materia, al presentar evidencias detalladas, basadas en el estudio del zooplancton fósil del Paleozoico temprano, de que los ritmos de extinción y especiación están asociados a los llamados "grandes ciclos de Milankovitch", un fenómeno astronómico predicho en los arios veinte por el matemático serbio Milutin Milankovitch, muerto en 1958. Nada más lejos de un
astrólogo: Milankovitch se ganaba la vida investigando el hormigón.

La teoría de Milankovitch se basa enteramente en la geometría de la relación entre la Tierra y el Sol, y en particular en las combinaciones de tres factores clave. El primero es la variación en la excentricidad de la órbita de la Tierra alrededor del Sol. Como sabemos desde Kepler, las órbitas de los planetas no siguen
círculos, sino elipses. Las elipses pueden ser casi circulares, con lo que radiación solar es muy similar a lo largo del año, o más alargadas (excéntricas, en la jerga), lo que implica mayores diferencias de radiación. Los ciclos de alta y baja excentricidad duran unos 100.000 años.

El segundo factor son los cambios de oblicuidad: el ángulo que el eje de la Tierra forma con el plano de rotación en torno al Sol. Una oblicuidad baja se parece a una peonza en pleno vigor giratorio; una  oblicuidad alta se parece a una peonza cuando ya se está parando. En el segundo caso, hay grandes variaciones en el ángulo de incidencia de los rayos de sol sobre superficie de la Tierra. Los ciclos entre alta y baja oblicuidad duran unos 40.000 años. 

Y el tercer factor se llama precesión axial, o cambio en la orientación del eje de rotación de la Tierra. No del ángulo (eso es la oblicuidad), sino en la orientación del eje, aunque forme el mismo ángulo con el plano de la órbita. Estos ciclos duran unos 26.000 años.

Lo más relevante para el trabajo actual no son esos tres ciclos considerados individualmente, sino los "grandes ciclos de Milankovitch" que se deben a la combinación de los tres. Son estos los que causan la
tormenta perfecta en ciclos mucho más amplios, de 400.000 años y de 1,3, 2,4 y 4,6 millones de años. 

Los investigadores han presentado ahora sólidas evidencias de que esos ciclos explican parte de la variación en las tasas de extinción y especiación del zooplancton en las fases tempranas de la evolución animal (paleozoico). Será un pobre consuelo para los amantes del horóscopo, pero es un gran argumento
para quienes buscan efectos astronómicos sobre la evolución biológica. Bien por Milankovitch.

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