Arte en el último piso
(Un texto de Mariano Millán en el Heraldo de Aragón del 23 de mayo de 2021)
En las plantas superiores de algunos edificios se aprecian esculturas y murales que son un 'regalo' para la ciudad. Se instalaron como decoración o marca corporativa.
En la esquina de las calles de Tomás Zumalacárregui y de Gil de Jasa de Zaragoza parece que siempre sopla un ligero viento. En lo alto de la esquina se descubre la figura de una mujer vestida con un peplo que se agita como si estuviera en la proa de un barco. Es 'La brisa', escultura de Armando Ruiz, de 1946.
Esta estatua es una de las que vigilan las calles desde lo alto de los edificios, como la fémina que custodia el ángulo de San Diego e Independencia. Otro ejemplo es el mural de estuco que enfatiza la última planta del Coso 188, donde personajes alegóricos decoran los paños entre vanos. Unas ornamentaciones llaman más la atención del viandante que otras, que pasan casi desapercibidas sobre el día a día de la ciudad.
«La calle es un bien patrimonial», sostiene Pilar Poblador Muga, profesora de Historia del Arte de la Universidad de Zaragoza. «La arquitectura nos acompaña a diario y muchos arquitectos han desempeñado un papel decisivo en el ornato de la ciudad -añade Poblador-. Podemos caminar mirando hacia el suelo o al cielo. Muchas veces se encuentran regalos para los ciudadanos que se enorgullecen al admirarlos».
Se trata de escenas mitológicas, pináculos, figuras de corte clásico, motivos florales, alegorías o emblemas de empresas. En la mayoría de los casos son anónimas, «que no por eso de menos calidad», matiza la historiadora del arte. «Son detalles delicados que se pusieron de moda a finales del siglo XIX y principios del XX. En algunos casos es lo que se conoce como la valoración de la esquina, un recurso compositivo y decorativo que se utilizaba para dar empaque a construcciones», explica.
No obstante, a partir de las décadas de los 40 y 50 también se cultiva. En 1945 se bendijo la esquina entre el paseo de Sagasta y la Gran Vía con el monumento del Ahorro. Seis figuras dan forma a este conjunto escultórico de estructura piramidal, donde hay detalles como un cofre con monedas o el cuerno de la abundancia. La Caja de Ahorros y Monte de Piedad de Zaragoza se la encargó a Félix Burriel, quien realizó una obra «influenciada por el realismo mediterraneísta», dice su ficha técnica. Esto demuestra que la instalación de una escultura en la fachada de un edificio podía ser sinónimo de marca, para crear una identidad corporativa.
En la acera de los números impares del paseo de la Independencia está el edificio de compañía de seguros La Equitativa, presidido por la escultura sedente emblema de la empresa. Además, en el Coso se localiza La Adriática, donde el león de San Marcos descansa en uno de los salientes de la fachada.
A viviendas y sedes de empresas se suman colegios. El chaflán del Joaquín Costa se remata con un relieve de Antonio Torres Clavero y Amado Hernández Franco, según referencia Poblador Muga en un artículo de la revista ‘Artigrama'. Más discreta es la decoración del colegio de San Vicente de Paúl, en el que temas religiosos se alojan sobre los vanos de arco de medio punto.
En el resto de Aragón también se aprecian ejemplos semejantes, sin embargo, episodios bélicos terminaron con bastantes muestras, como en Teruel. «Allí todavía localizamos la valoración de la esquina de la casa de tejidos El Torico, con un torreoncillo», apunta la profesora.
«Si se conoce, se puede luchar mejor para su conservación», defiende Pilar Poblador. Estos adornos han tenido un enemigo a lo largo de los tiempos: las reformas integrales. Es entonces cuando los investigadores recurren a licencias de obras, proyectos arquitectónicos y decorativos, fotografías antiguas, postales, noticias de prensa e, incluso, secuencias de las primeras películas. Así los estudian y transmiten lo que fueron y ya no son.Etiquetas: Arquitectura, Pintura y otras bellas artes
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