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miércoles, diciembre 2

Las 'trampas' del PIB americano

(Un artículo de Pablo pardo leído en el suplemento Mercados de El Mundo el 1 de noviembre. Para que no olvidemos que los números son tramposos y todo depende de cómo se cuente.)

Se ha visto usted afectado por la recesión? ¿Tiene ahora menos dinero? ¿Le agobia la hipoteca? No se preocupe. Sus problemas se van a solucionar. Aquí tiene la receta. Usted trabaja cada día mejor, ¿no? Así que súbase el sueldo un 15%. Si se compra un ordenador, considérelo una inversión, no un gasto. Y decida cuánto se cobraría usted a sí mismo por vivir de alquiler en su propia casa y póngalo en el lado de los ingresos.

¿Qué, a que han mejorado las cosas? ¡Quién le iba a decir a usted que la crisis no le ha afectado! Es más: ahora usted sí que ha hecho un presupuesto sofisticado y científico, y no la chapuza que tenía antes. Ha seguido los modelos de los mejores bancos centrales, institutos nacionales de estadística y bancos de inversión y analistas del sector privado y, sobre todo, las normas del país con el sistema estadístico más sofisticado del mundo: EEUU. Bienvenido a la economía científica del siglo XXI.

Claro que este modelo sólo sirve para la contabilidad nacional. Ni para las personas ni para las empresas. A fin de cuentas, no es mucho más serio que el de la eléctrica Enron, que lograba beneficios desviando sus pérdidas a filiales en paraísos fiscales. Pero es así como se mide la actividad económica en EEUU. Curiosamente, uno de sus artífices es el ex presidente de la Reserva Federal, el mago Alan Greenspan.

Hace dos años este periodista le preguntó al entonces economista jefe del Fondo Monetario Internacional (FMI), Simon Johnson, por la validez de los datos de la institución, que compara países con sistemas estadísticos muy diferentes. «Bueno, en realidad, sólo sirven para ver la tendencia de quién va bien y quién no», respondió. Diga lo que diga Johnson, esas distorsiones también distorsionan la tendencia. Si España midiera el PIB como EEUU, crecería un 0,75% más cada año, según declaró en 2004 el entonces gobernador del Banco de España, Jaime Caruana. Si se acumula esa diferencia, las discrepancias son gigantescas.

Estas discusiones parecen bizantinas. Pero sus implicaciones son muy reales. En un país como EEUU, en el que la contabilidad nacional tira los precios, las pensiones y los salarios también crecen menos, porque están indexadas a la inflación. Y si hay menos inflación, los tipos de interés son más bajos. Y, de paso, ese país puede dar lecciones a los demás basándose en la supuesta superioridad de su modelo económico.

Sin embargo, se trata sólo de un sistema designado para hacer que la economía del país vaya bien, pero la de los ciudadanos no, porque sus sueldos suben menos que los precios y la única opción que les queda es endeudarse aprovechando unos tipos de interés artificialmente bajos.

El primer eje para tirar del PIB hacia arriba pasa por tirar de los precios hacia abajo. Es lógico: el PIB mide el valor monetario de lo que se produce en un país, así que hay que descontarle la inflación para que el alza de la producción no se deba sólo a que las cosas son más caras. A ese proceso se le llama deflactar.

Ahora bien, EEUU ha hecho una bella arte de la medición de precios para que éstos no estropeen el PIB. Así, usa desde 1995 los precios hedónicos, un sistema que ajusta los precios a las características de los productos. El problema es que éstos, los ordenadores, los coches o las cocinas, cada vez son mejores. Encima, Clinton, que estrenó el sistema, no lo aplicó a la agricultura, donde una patata de 2009 tiene las mismas peculiaridades que una patata de 1999, sino que empezó imponiendo los precios hedónicos al software, es decir, a un sector en el que la calidad de los productos sube casi día a día.

No parece una casualidad que la aplicación de los precios hedónicos coincidiera con la explosión de internet y el nacimiento de la Nueva Economía. Para Robert Gordon, de la Universidad Northwestern, gran parte de la Nueva Economía fue un truco estadístico: EEUU no era más productivo, sino que su productividad se medía de forma diferente.

La segunda parte del truco es el gasto de las empresas en software. Allí es una inversión, así que tira del PIB hacia arriba. En Europa, es un gasto, de modo que recorta el PIB.

Finalmente, el elemento más surreal es la vivienda. Desde 1983, las estadísticas del PIB de EEUU no se basan en el precio de los pisos, ni de las hipotecas, sino en lo que ganaría el propietario si alquilara su propia casa. El efecto es el contrario al de los precios hedónicos y la inversión en software: durante la burbuja inmobiliaria, el PIB no reflejaba el mercado de la vivienda pues los alquileres apenas subían: la gente prefería comprar una casa. Así, según el PIB, en EEUU no había burbuja.

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