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martes, febrero 9

La importancia de no dormirse en los laureles

(Leído en un correo electrónico de Una idea.info)

Los japoneses siempre han gustado del pescado fresco. Pero las aguas cercanas a Japón dejaron de tener peces hace decenios.

Para alimentar a la población japonesa, se fabricaron los barcos pesqueros más grandes y así pudieron ir más lejos, mar adentro. Mientras más lejos iban los pescadores, más era el tiempo que les tomaba regresar a la costa a entregar el pescado. Así, si el viaje duraba varios días, el pescado ya no estaba fresco, lo que no les gustaba a los clientes.

Para resolver este problema, las compañías pesqueras instalaron congeladores en los barcos pesqueros. Así podían pescar y conservar el pescado en los congeladores. Además, los congeladores permitían a los barcos ir aún más lejos y por más tiempo.

Sin embargo, los japoneses podían percibir la diferencia entre el pescado congelado y el pescado fresco (¿Y quién no?), y no les gustó el pescado congelado, así que el pescado congelado se tenía que vender más barato... Como solución, las compañías instalaron tanques para los peces en los barcos pesqueros. Así podían pescar, meter los peces en los tanques y mantenerlos vivos hasta llegar a la costa de Japón.

Todo perfecto si no fuera porque, después de algún tiempo, los peces dejaban de moverse en el tanque. Estaban vivos pero aburridos y cansados. Desafortunadamente, los japoneses también notaron la diferencia del sabor ya que cuando los peces dejan de moverse algunos días, pierden el sabor "fresco-fresco". Y claro, los japoneses prefieren el sabor de los peces bien vivos y frescos, no el de los peces aburridos y cansados que los pescadores les traían.

¿Cómo resolvieron el problema las compañías pesqueras japonesas? ¿Cómo consiguieron traer pescado con sabor de pescado fresco?

Aunque siguieron metiendo el pescado vivo en los tanques, las compañías pesqueras también añadieron un tiburón pequeño. Claro que el tiburón se come algunos peces, pero los demás llegan muy, pero muy vivos... Tienen que nadar durante todo el trayecto dentro del tanque,¡para mantenerse vivos!!

Y aquí la moraleja de la historia: tan pronto como alcanzas tus metas, sea empezar una nueva empresa, pagar tus deudas, encontrar una pareja maravillosa, o lo que sea, es fácil que pierdas la pasión. Ya no necesitarás esforzarte tanto, así que solo te relajas. Como el problema de los pescadores japoneses, la mejor solución es la más sencilla. Lo dijo L. Ron Hubbard a principios de los años 50. "Las personas prosperan, extrañamente más, solo cuando hay desafíos en su medio ambiente". Hubbard escribió en su libro -Los beneficios de los desafíos- "mientras más inteligente, persistente y competente seas, más disfrutas un buen problema". Si tus desafíos son del tamaño correcto, y si poco a poco vas conquistando esos desafíos, te sientes feliz. Piensas en tus desafíos y te sientes con energía. Te emociona intentar nuevas soluciones. Te diviertes, ¡te sientes vivo!

En lugar de evitar los desafíos, brinca hacia ellos y dales una paliza. Disfruta del juego. Si tus desafíos son muy grandes o son demasiados, nunca te rindas.

Dicho de otra forma: pon un tiburón en tu tanque.