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domingo, enero 2

Acerina: un poco de mitología guanche

(Leído en la Wikipedia, donde encontré la respuesta a la razón por la que, en La Palma, un montón de cosas llevan el apelativo de "acerinas". Por cierto, también significa "de acero", según la RAE)

Acerina es un nombre propio femenino antropónimo de La Palma atribuido a la esposa de Tanausú, conocido como el último rey de esta isla del archipiélago canario. En Teberite (diccionario de la lengua aborigen canaria) de Francisco Navarro Artiles se dice «Nombre de la mujer del mencey Tanausú». Dominik Josef Wölfel en Monumenta Linguae Canariae cita «Acerina, nombre propio de mujer, La Palma».

La tradición oral palmera habla de la leyenda de Vacaguaré que significa «quiero morir». En ella, el mencey de Aceró, Tanausú, y el mencey de Aridane, Mayantigo, luchan por el amor de la doncella Acerina «la más hermosa doncella de La Palma, negros sus ojos como una sima en la que abismarse, sus labios ascuas donde avivar el fuego».

Acerina detiene el duelo entre los amantes: «En uno de los dos está mi vida y no tienen ningún derecho sobre ella. Juren ante el Idafe que nunca ninguno volverá a empuñar el tafrique contra el otro.» Ante el roque sagrado para los aborígenes palmeros situado en el interior de la Caldera de Taburiente, lugar de ofrendas y sacrificios, los amantes juraron acatar la decisión de la doncella y ella juró ante el Idafe que entregaba su amor a Tanausú.

Esta leyenda se sitúa durante los años de la conquista castellana a la isla de La Palma en 1493, bajo el mando de Alonso Fernández de Lugo. Debido a las condiciones geográficas del menceyato de Aceró, dentro de la Caldera de Taburiente que sólo era accesible por Axerjo (actualmente, el Barranco de las Angustias), Aceró era el único reino aún no tomado por los castellanos y Tanausú el último mencey libre de La Palma. Se dice que el mismo día que se celebraba la unión entre Tanausú y Acerina, el conquistador Fernández de Lugo propuso una tregua con el mencey, a través de un mensaje enviado con Juan de Palma, un isleño que servía a los conquistadores y hacía de intérprete y espía. A partir de aquí, existen dos versiones que difieren sobre los acontecimientos. La primera habla de la credulidad de Tanausú, quien se vio sorprendido por una traición de los conquistadores. La otra, dice que Tanausú conocía su suerte y que accedió a hablar con Fernández de Lugo aún en contra del consejo de los miembros de su tribu. El resultado en todas las versiones conocidas es el mismo. La trampa tuvo el resultado esperado; a una señal del conquistador las tropas castellanas, escondidas en el barranco, atacaron a los aborígenes y masacraron a los guerreros que acompañaban al mencey y convirtieron en prisionero a Tanausú.

Cuando se sintió sometido el mencey caído gritó Vacaguaré, mientras lo conducían a bordo del navío que lo llevaría a Castilla como esclavo. Durante la larga travesía se negó a probar alimento y no dijo jamás nada más que aquella terrible palabra: Vacaguaré. El mar fue su tumba.

Al conocer el trágico final del mencey, Acerina quiso compartir el destino de su amado y pidió a Mayantigo que la encerrara en una de las múltiples cuevas que los aborígenes guanches utilizaban como tumbas. Allí, arropada con pieles de cabra, leche y miel terminó su vida, pero no la leyenda, según algunos relatos, entre ellos el citado de Secundino Delgado. Se dice que Mayantigo esperó a que la princesa muriera para encerrarse él también en aquella cueva y cumplir los augurios de los adivinos que predecían que Mayantigo y Acerina compartirían un hogar.

No hay ningún dato ni evidencia histórica que demuestre que sea cierta la existencia de Acerina, pero sí se acepta la existencia de Tanausú y Mayantigo como menceyes de Aceró y Aridane, respectivamente.

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