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lunes, septiembre 3

Chartreuse, el licor de los monjes

(Un artículo de Juan Barbacil en el suplemento dominical del Heraldo de Aragón)

Tradicional y de origen remoto, el Chartreuse era botella obligada, al menos una, en todos los bares o clubes selectos en los que no faltaba ningún licor o aguardiente de prestigio. En sus dos versiones, verde y amarillo,
era y es apreciado por los paladares más exquisitos.

Fundada en 1084 por San Bruno, la de los cartujos es una de las más antiguas órdenes monásticas cristianas del mundo. En 1605, el Mariscal d'Estrées entregó a los monjes de la Chartreuse de Vauvert, en París, un manuscrito que revelaba la fórmula de un elixir de Larga Vida, cuyo origen nadie conoce. En efecto, en esta época, solo los monjes y los apotecaríos poseen los conocimientos necesarios para trabajar con las plantas. Demasiado compleja, la receta del elixir parece haber sido utilizada sólo parcialmente durante varios decenios en París.

En 1737, el monasterio de la Grande-Chartreuse (cerca de Grenoble) decidió hacer un estudio exhaustivo de la receta. El apotecario o boticario de la Grande Chartreuse, hermano Jérôme Maubec, se encargó de esta obra y consiguió fijar definitivamente su fórmula.

Su comercialización era entonces muy limitada. Según cuentan los mismos monjes, era el hermano Carlos quien, montado en una mula, lo vendía en los mercados de Grenoble y de Chambéry. Todavía fabricado según las mismas indicaciones, este 'Elixir de Larga Vida' se conoce hoy bajo el nombre de "Elixir vegetal de la Grande-Chartreuse" y tiene 71 grados alcohólicos.

Después de muchas vicisitudes, entre otras la destrucción de los edificios del monasterio en 1935 por un corrimiento de tierras, la fabricación se traslada a Voiron (Francia) donde todavía es realizada la secreta fórmula. Es la socieddad Chartreuse Difusion la que, desde 1970, se encarga del acondicionarniento, de la publicidad y la venta de los productos elaborados por dos cartujos. Encargados de esta misión por su orden, trabajan bajo secreto y son los únicos que conocen los detalles de la producción. Todavía hoy, como antaño, la fórmula es un misterio que no ha podido ser revelado ni siquiera por los métodos modernos de investigación.

Los licores fabricados por los padres cartujos no contienen aditivos ni químicos. Los colores provienen de las plantas que los componen. Tras su maceración en un alcohol seleccionado, las 130 plantas enumeradas en la receta son destiladas. A los alcoholatos así producidos se les añade miel destilada y jarabe de azúcar para obtener licor verde o amarillo, que deben envejecer largamente en barricas de roble antes de ser comercializados.

Son muchos más los productos que se elaboran en el monasterio de Chartreuse y que poco se conocen, sólo los más entusiastas los han probado alguna vez. Así, nos los podemos encontrar con un licor de frutas que tiene frambuesa, arándano, mora silvestre y casis con una graduación del 21% y que está muy rico mezclado en su proporción adecuada con champán o vino espumoso.


O el 'génépi' que es una palabra genérica dada por los habitantes de la región a varias plantas aromáticas (artemisa) de los Alpes. Para los montañeses, es tradición cosechar estas plantas en agosto y dejarlas macerar en alcohol. Cada montañés tiene su receta secreta para hacer génépi. Los cartujos, que destilan plantas desde hace más de 400 años, tienen su propia receta de génépi, incluyendo diversas maceraciones y destilaciones. Este proceso particular permite a las plantas alpinas liberar todos sus aromas y darle una
una graduación de 20%.

No deja de haber opiniones para todos los gustos y algunos hablan del aporte del azafrán en algunas de las elaboraciones, otros de la nuez moscada y hasta de una planta de nombre malvácea con un fuerte olor a almizcle. Sea como fuere, el licor Chartreuse sigue siendo todo un clásico, de gran calidad y un acompañante ideal para después de una relajada comida y una todavía más placencentera sobremesa.

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