Freud y Jung: Una amistad al rojo vivo
(Un artículo de Gloria Otero en el XLSemanal del 6
de noviembre de 2011)
Jung y Freud se encontraron por primera vez un mes de
febrero en 1907. El psiquiatra suizo tenía 31 años, trabajaba en una prestigiosa
clínica de Zúrich y admiraba al autor de La
Interpretación de los sueños, que a sus 50 años seguía siendo persona non
grata para el mundo académico. Se habían intercambiado textos. Coincidían en su
interés por los mecanismos de la neurosis... Eran la pareja ‘padre-hijo ideal’
que, por distintos motivos, ambos ansiaban. Freud invitó a Jung a su casa en
Viena. La fascinación entre el judío agnóstico y el espiritual hijo de un pastor
protestante quedó patente en su primera conversación: duró 13 horas. Y su apasionada
colaboración, seis años... que acabarían abruptamente. Tras su encuentro en
Viena, Freud le escribió: «Mi querido Jung, prométame que nunca desechará la
teoría sexual. Es lo más importante de todo. Debemos hacer de ello un dogma inexpugnable
contra la negra avalancha del ocultismo». Pero la libido, teórica y práctica,
sería la clave de su ruptura. ¿Mantenía Freud relaciones con su cuñada, como
afirma Jung que ésta le dijo, o fue un rumor para perjudicarlo? «Yo lo
consideraba una personalidad superior en la que proyectaba la imagen del
padre ideal -escribió Jung-. Ante este
triángulo amoroso no podía ya aceptar la autoridad de Freud». Éste, por su
parte, se enteró de que su 'intachable' amigo, ya casado, fue amante durante cinco
años de una joven paciente suya, Sanina Spielrein. Aunque las divergencias crecen,
Freud habla de Jung como su sucesor. Viajan tres meses a EE.UU. para divulgar
el psicoanálisis. Es el punto álgido de su intimidad. Se cuentan mutuamente los
sueños. Pero de conferencia en conferencia las diferencias se agrandan. Un vienés
arrogante, amargado y materialista, según Jung, choca con un suizo entregado al
sociologismo y la mística, según Freud. Su
último encuentro fue en Múnich, en un congreso psicoanalítico, donde Jung daba
una conferencia. Freud se desmaya y Jung, que era alto y fuerte, lo tumbó en un
sofá. Así, tan físicamente, quedó demostrada su rivalidad. Poco después, sendas
cartas la sellaron: «Propongo que abandonemos nuestras relaciones personales
enteramente», escribe Freud. «Accedo a su deseo de abandonar nuestra amistad,
pero nunca tiraré la mía con su persona», le responde Jung.
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