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jueves, enero 17

La extravagancia de la reina María Antonieta



(Un artículo de Marelis Loreto Amoretti publicado en El Magazine de El Mundo del 15 de julio de 2012)

En sus 18 años de reinado, María Antonieta de Francia cosechó enemigos tanto entre el pueblo como entre los cortesanos. La suntuosidad y la excentricidad de su vestir en tiempos de escasez fue una de las razones. 

En el Siglo de las Luces, la reina gala era conocida por sus coetáneos por su extravagancia y frivolidad, uno solo de los motivos por los que María Antonieta (1755-1793), una de las monarcas más retratadas de la Historia, no era del agrado de muchos nobles ni del pueblo. Su conocida frase "si no tienen pan, que coman pasteles" pronunciada cuando los ciudadanos vivían la falta de harina y trigo, vino a acrecentar la aversión que sentían hacia su reina. Curiosamente ella usaba la harina con otros fines: "La costumbre de empolvar los cabellos con este producto se había generalizado […], para lograr un tono grisáceo en el pelo que brindaba a todos los cortesanos un aspecto de vejez, siendo este el ideal de belleza al cual todos aspiraban", explica Diana Fernández, del Centro Superior de Diseño de Moda de Madrid en El cuerpo femenino. Víctima de los ideales de belleza. Tras el descrédito que alcanzó la monarquía, fue acusada de enemiga de Francia y, al final, guillotinada.

1.- SOMBREROS. Para coronar los altos peinados, las damas usaban sombreros suntuosamente adornados con encajes, galones y especialmente con plumas de avestruz.
2. PEINADO.  Como elemento fundamental del estilismo, tenía un carácter monumental. El volumen y la altura primaban, así que se usaban rellenos o armazones, además de ungüentos diversos para fijar el cabello. Se espolvoreaba harina sobre él, para llevarlo gris o blanco. La silueta ideal femenina era la que medía lo mismo desde los pies hasta la barbilla, que desde ésta hasta el final del peinado.
3. MAQUILLAJE. Durante el siglo de las Luces la estética de la vejez se pone de moda (aparentar más años de Ios que realmente se tienen): el rostro, cuello y escote se empolvan con harina de arroz o trigo. Las cejas se delinean y la mejillas se colorean en círculos. La boca debía ser pequeña, con el labio inferior más voluptuoso que el superior.
4. MANGAS. Las damas del siglo XVIII llevan las mangas más estrechas, hasta el codo, o abolladas, dejando al aire la camisa con volantes de encaje a modo de chorrera.
5. CORPIÑO. La parte superior de la silueta femenina continúa rígida y apIanada, como en años anteriores. Los emballenados aprisionaban el busto y servían de apoyo para las enaguas y los miriñaques.
6. MIRIÑAQUE. Armazón de metal elaborado con una serie de tres aros superpuestos cosidos a la enagua. Para sujetarlo se colocaba otro aro alrededor de la cintura. AI ensanchar la cadera, la cintura lucía aún más angosta. Para los vestidos de corte, las damas los usaban anchos (podían medir hasta 150 centímetros). A veces, venían con coderas para que pudieran reposar los codos.
7. FALDAS. Las amplias faldas de forma elíptica solían abrirse para dejar ver las enaguas. Estas se cosían al miriñaque y se adornaban con un borde dorado, decoradas con plisados, cuentas, mariposas y flores.
8. CAPA. El watteau, que se usará hasta finales de siglo, es un traje de corte cuya característica es la capa cosida a la espalda.
9. VESTIDO. Se llevaban los tipo "mesa camilla", Ilamados así por su forma. Consistían en la superposición de varias telas, como el tafetán, el raso o el terciopelo, de colores llamativos, finamente decorados con flores, pájaros, mariposas y lazos. Para las ocasiones de etiqueta se estilaba el watteau, conformado por falda, corpiño, miriñaque y capa. Surgieron todo tipo de materiales en el bordado: lentejuelas, pasamanería, oro y plata, encajes, plumas y trencillas.
10. PERFUME. A falta de un baño frecuente, los perfumes substituyeron la higiene corporal. Se le atribuye a la reina María Antonieta el cambio de esencias fuertes a ligeras, como las de violeta o rosa.
11. ABANICO. Es el accesorio esencial de la mujer. Los que se usaban en los últimos tiempos de la regencia de María Antonieta eran pequeños, con varillas más estrecha y espaciadas. Con hojas de seda, bordados en oro y plata, y decorados con lentejuelas, los abanicos eran símbolo de distinción. Desde la habilidad para abrirlo hasta los diversos gestos, era un instrumento de coquetería y seducción.
12. CALZADO. Los zapatos de las damas no variaron mucho desde el reinado de Luis XIV. La punta se rebaja y redondea un poco, y surge la lengüeta alargada encima del empeine, sobre la cual había hebillas decorativas. No había diferencia de hormas entre el zapato derecho y el izquierdo.