La Armada invencible: la culpa no fue del mal tiempo
(Un artículo de Ángel Vivas en El Mundo del 2 de octubre de
2011)
El matrimonio de
Geoffrey Parker con Felipe II lleva camino de parecerse al de Richard Burton y
Liz Taylor: siempre acaban volviendo. No hay divorcio que valga por más que lo
anunciara el historiador […] cuando publicó su monumental biografía sobre el
rey. Ahora saca La Gran Armada, reedición
notablemente aumentada del trabajo que, hace 23 años, coincidiendo con el
cuarto aniversario de
la llamada Armada Invencible, publicó junto con el arqueólogo marino
Colin Martín.
[…] Es un placer escucharle […] detallar las
novedades y las causas que le llevaron a volver sobre aquel libro. Entre las novedades
están los hallazgos realizados en cinco barcos de la Armada, estudiados por Colin
Martin, informes del Gobierno de Felipe II sobre
los barcos, nuevos documentos sobre «el laberíntico proceso» por el que el rey
planeó aquella jornada, y diarios de algunos protagonistas.
En cuanto a las causas de volver sobre el tema, las
resume en cuatro personas […] que fueron abriendo otras tantas brechas por las
que seguir investigando, o dándole razones para hacerlo. Uno fue el productor
de la BBC que les pidió material para una serie sobre la Armada (y que
fue tan minucioso que un grupo de artilleros dispararan los viejos cañones,
probando que, como había dicho Parker, los cañones españoles tardaban más en ser
cargados; una de las muchas causas del fracaso).
[…] La empresa de la
Gran Armada (a la que, en su momento, nunca nadie llamó Invencible; lo haría a
posteriori, y con cruel ironía, un personaje inglés)
pudo haber sido el éxito decisivo de Felipe II. Pero fue un fracaso bélico que
pronto se convirtió en desastre. Los elementos que se conjugaron para que así
ocurriera no fueron sólo atmosféricos.
Estuvo, en lugar destacado, la personalidad del rey,
profundamente católico, convencido siempre de que Dios proveería, por ejemplo,
con el tiempo. Éste fue bueno al principio, pero luego vino septiembre y pasó
(aunque al revés) lo que decía aquel cura de pueblo: “Las procesiones están
bien, pero si no está de llover, no está de llover”. Aquel otoño llovió, como
era lógico. Parker no tiene dudas: “La política basada en la fe es una receta
para el fracaso».
Felipe, además, cambió demasiadas veces de planes.
Su manía de escribir papelitos le hizo preparar así toda la empresa, sin
reunirse nunca con sus almirantes, y tampoco aceptaba ninguna crítica: «Yo sé
gobernar », era la frase con que cerraba bocas. No sólo hubo un exceso de planes
contradictorios (lo que tuvo un efecto benéfico: el espionaje inglés, bien
informado, no supo nunca a qué atenerse), sino que el choque de aquellas flotas
desmesuradas fue «un experimento, una experiencia nueva para ambas partes».
Hasta el carácter multinacional de la Armada tuvo
sus efectos negativos. Los diferentes idiomas que se hablaban en los barcos no
facilitaban las órdenes, y la gran variedad de calibres de los cañones no
facilitaban su abastecimiento. […] Geoffrey Parker pasa revista a los numerosos
aspectos que confluyen en la Gran Armada. Como la idoneidad del director de la
flota, el duque de Medina Sidonia, puesta en entredicho por más de uno (como el
gran escritor Láinez en su novela El laberinto). Parker
ensalza la capacidad de Medina Sidonia como organizador, que era lo que
necesitaba la Armada, y recuerda su experiencia con
las flotas de más 100 barcos que salían anualmente de Sanlúcar.
O el papel jugado por el Papa Síxto V, que, si por
el lado religioso fue de instigador (el Pontífice quería una baza sonada para
el catolicismo), por el lado político fue de recelo ante el excesivo poder que acumularía
Felipe II, que ya rodeaba los territorios papales en Nápoles y Cerdeña.
O la legitimidad de la que Felipe se sentía
investido para la invasión, o hasta donde
hubiera llegado de haber tenido éxito. En lo primero, fue una vez más su
catolicismo (sus títulos para invadir Inglaterra no tenían que ver con su
condición de viudo de María Tudor). En lo segundo, llegó a considerar el
asesinato de Isabel, su ex cuñada. ¿Habría llegado a hacerlo? Parker no tiene
duda: «Sí, ya había pensado en ello antes». […]
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