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sábado, enero 12

La Armada invencible: la culpa no fue del mal tiempo



(Un artículo de Ángel Vivas en El Mundo del 2 de octubre de 2011)

El matrimonio de Geoffrey Parker con Felipe II lleva camino de parecerse al de Richard Burton y Liz Taylor: siempre acaban volviendo. No hay divorcio que valga por más que lo anunciara el historiador […] cuando publicó su monumental biografía sobre el rey. Ahora saca La Gran Armada, reedición notablemente aumentada del trabajo que, hace 23 años, coincidiendo con el cuarto aniversario  de la llamada Armada Invencible, publicó junto con el arqueólogo marino Colin Martín.
[…] Es un placer escucharle […] detallar las novedades y las causas que le llevaron a volver sobre aquel libro. Entre las novedades están los hallazgos realizados en cinco barcos de la Armada, estudiados por Colin Martin, informes del Gobierno de Felipe II sobre los barcos, nuevos documentos sobre «el laberíntico proceso» por el que el rey planeó aquella jornada, y diarios de algunos protagonistas. 

En cuanto a las causas de volver sobre el tema, las resume en cuatro personas […] que fueron abriendo otras tantas brechas por las que seguir investigando, o dándole razones para hacerlo. Uno fue el productor de la BBC que les pidió material   para una serie sobre la Armada (y que fue tan minucioso que un grupo de artilleros dispararan los viejos cañones, probando que, como había dicho Parker, los cañones españoles tardaban más en ser cargados; una de las muchas causas del fracaso).
[…] La empresa de la Gran Armada (a la que, en su momento, nunca nadie llamó Invencible; lo haría a posteriori, y con cruel ironía, un personaje inglés) pudo haber sido el éxito decisivo de Felipe II. Pero fue un fracaso bélico que pronto se convirtió en desastre. Los elementos que se conjugaron para que así ocurriera no fueron sólo atmosféricos. 

Estuvo, en lugar destacado, la personalidad del rey, profundamente católico, convencido siempre de que Dios proveería, por ejemplo, con el tiempo. Éste fue bueno al principio, pero luego vino septiembre y pasó (aunque al revés) lo que decía aquel cura de pueblo: “Las procesiones están bien, pero si no está de llover, no está de llover”. Aquel otoño llovió, como era lógico. Parker no tiene dudas: “La política basada en la fe es una receta para el fracaso». 

Felipe, además, cambió demasiadas veces de planes. Su manía de escribir papelitos le hizo preparar así toda la empresa, sin reunirse nunca con sus almirantes, y tampoco aceptaba ninguna crítica: «Yo sé gobernar », era la frase con que cerraba bocas. No sólo hubo un exceso de planes contradictorios (lo que tuvo un efecto benéfico: el espionaje inglés, bien informado, no supo nunca a qué atenerse), sino que el choque de aquellas flotas desmesuradas fue «un experimento, una experiencia nueva para ambas partes». 

Hasta el carácter multinacional de la Armada tuvo sus efectos negativos. Los diferentes idiomas que se hablaban en los barcos no facilitaban las órdenes, y la gran variedad de calibres de los cañones no facilitaban su abastecimiento. […] Geoffrey Parker pasa revista a los numerosos aspectos que confluyen en la Gran Armada. Como la idoneidad del director de la flota, el duque de Medina Sidonia, puesta en entredicho por más de uno (como el gran escritor Láinez en su novela El laberinto). Parker ensalza la capacidad de Medina Sidonia como organizador, que era lo que necesitaba la Armada, y recuerda su experiencia con las flotas de más 100 barcos que salían anualmente de Sanlúcar. 

O el papel jugado por el Papa Síxto V, que, si por el lado religioso fue de instigador (el Pontífice quería una baza sonada para el catolicismo), por el lado político fue de recelo ante el excesivo poder que acumularía Felipe II, que ya rodeaba los territorios papales en Nápoles y Cerdeña. 

O la legitimidad de la que Felipe se sentía investido para la invasión, o hasta donde hubiera llegado de haber tenido éxito. En lo primero, fue una vez más su catolicismo (sus títulos para invadir Inglaterra no tenían que ver con su condición de viudo de María Tudor). En lo segundo, llegó a considerar el asesinato de Isabel, su ex cuñada. ¿Habría llegado a hacerlo? Parker no tiene duda: «Sí, ya había pensado en ello antes». […]