El almanaque de Gotha: la guía de la realeza I
(Un artículo de Amadeo Martín Rey y Cabieses en la revista Época del 28 de
noviembre de 2010)
Dicen que el príncipe Metternich afirmó: "Para
mí la condición humana comienza en los barones". Parece que este curioso
punto de vista era compartido por Justus Perthes, editor del prestigioso Almanaque
de
Gotha,
libro
imprescindible en cortes, cancillerías y embajadas, en las bibliotecas de
grandes familias y en las de
historiadores y genealogistas. La palabra gotha, capital
del antiguo ducado de Sajonia-Coburgo-Gotha, se ha incorporado al acerbo
semántico para aludir al conjunto de la realeza. Si hay un libro que -casi
tanto como la Biblia- han consultado los príncipes ha sido el Almanaque de Gotha. La duquesa de Segovia
lo utilizó para proponer a su hijo el duque de Anjou y de Cádiz, Alfonso de
Borbón, una novia adecuada, católica y de familia real: la archidu quesa
Constanza de Austria, acertada elección truncada con la trágica muerte del
duque.
El Gotha ayuda a ejercer de perfecto cortesano. Una
de las chismosas más ilustres de las cortes europeas, la princesa Catherine
Radziwill, describía a éstos como gente agradable que desde su infancia han
sido enseñados
a sonreír, aunque estén aburridos, y a recordar caras y nombres. El Gotha
llevaba
a los hogares aristocráticos y burgueses algo de ese encanto regio derivado de
un prestigio principesco aún inmenso.
Aparecer en el Gotha suponía
una verdadera consagración. En Cannes vivía una vieja dama que, cuando recibía
su nueva edición del Gotha, hacía
cambiar las tapas rojas y encuadernaba con sus propias armas la parte
genealógica del libro, única que se molestaba en leer. Sin embargo, la sección
diplomática y estadística era utilísima. El príncipe Bernhard von Bülow cuenta
en sus memorias que durante las negociaciones del armisticio de 1871
el
conde Guido Henckel von Donnersmarck, amante -y luego esposo- de la marquesa de
Païva, fue llamado a Versalles para aconsejar sobre la indemnización de guerra
que debía pedirse a Francia. Oponiéndose a Bleichröder, que decía que podría
pagar como máximo mil millones de francos, Henckel mantuvo que podría dar cinco
mil millones y justificó su opinión en un memorando redactado en una noche,
usando estadísticas del Almanaque de
Gotha:
fina
venganza contra el país cuyo segundo imperio censuró sus devaneos amorosos.
La primera edición del Gotha,
de
1763,
realizada
por Carl W. Ettinger en la corte de Federico III, duque de
Sajonia-Gotha-Altenburg, fue patrocinada por la duquesa, nacida princesa Luisa
Dorotea de Sajonia-Meiningen, admiradora de Voltaire, que mantuvo una fastuosa
corte à la grande mode française. Eran
libros que, además de datos estadísticos y diplomáticos, aportaban información,
con fama de infalible, acerca de las familias reales y principescas de toda
Europa. Empezó con 20 páginas y llegó a tener 1.225.
Desde su fundación y hasta 1944
se
editó anualmente en la ciudad de Gotha, en
esa corte donde las precedencias y el ceremonial eran obsesión. James Boswell la
visitó en1764 y se sorprendió de la sencillez del duque reinante, que hablaba
de su hermana la princesa de Gales como lo habría hecho cualquier noble
escocés. Eso sí, su biblioteca era soberbia: eran amantes de la literatura y
las ciencias, hablaban en francés y por eso en1763 Wilhelm de Rothberg imprimió
en ese idioma el primer almanaque. El año siguiente Klüpfel,
antiguo
tutor de la casa ducal, introdujo la genealogía de las casas reinantes y una
tabla cronológica de los emperadores del sacro imperio. Al principio se publicaba
en francés y alemán. A inicios del siglo XIX se incluyeron los nombres de
embajadores y ministros plenipotenciarios. A partir de 1768
se
adornó con grabados alegóricos o mitológicos, luego reemplazados por otras
composiciones diseñadas por el polaco Daniel Chodowiecki, conocido como el delicioso Chodowiecki, pintor de la
vida íntima de la Alemania del siglo XVIII.
En la primera parte de ese librito se incluían las
casas soberanas de Europa con las ramas con derechos sucesorios, así como las
casas soberanas desposeídas de sus estados a raíz del Tratado de Viena. La
segunda parte estaba dedicada a la genealogía de los señores mediatizados de
Alemania: casas principescas cuyos jefes tenían el tratamiento de alteza
serenísima y casas condales cuyos jefes tenían el de alteza ilustrísima. Eran
familias que, aunque no poseían vasto poder, eran consideradas de igual rango
para casar con las familias soberanas, constituyendo un vivero de princesas
para las casas imperiales y reales. Si una condesa de la segunda parte se casaba
con un príncipe de la primera, su alianza era considerada igual y sus hijos se
consideraban aptos para la sucesión, es decir eran considerados dinastas.
Ejemplo de vivero matrimonial eran los Sajonia, que
poseían cinco tronos a principios del siglo XIX y que lograron sentarse en
otros cuatro: Bélgica, Portugal, Bulgaria y Gran Bretaña. La duquesa de Dino,
otra inveterada cotilla de ese siglo, relató en sus memorias que, durante las
negociaciones previas al matrimonio de la reina Victoria, preguntó
quién iba a casar con la joven soberana inglesa y se le respondió: "¡Uno
de los sementales reales, por supuesto! Un príncipe de Sajonia-
Coburgo-Gotha".
1 Comments:
ME HA GUSTADO. MUY INTERESANTE
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