Scientific American: 165 años de divulgación
(Un artículo de Julio Miravalls en
El Mundo del 13 de agosto de 2010. Ahora son 167… ¡¡qué retraso llevo!!)
El 28 de agosto de 1845, un
dibujante e inventor llamado Rufus Porter lanzó el primer ejemplar de una
publicación a la que llamó The Scientific American, bajo la promesa
de convertirla en un boletín que explicaría al público «nuevas invenciones,
principios científicos y trabajos curiosos». Porter, que tiene un museo con su
nombre en Bridgton, (Maine, EEUU), es conocido entre otras cosas por inventar
el mecanismo del revólver, que vendió al coronel Samuel Colt en 1844 por 100
dólares.
La publicación apareció en un
momento de gran efervescencia tecnológica. En su primer ejemplar, según cuenta la jefa
de la redacción, Mariette DiChristina, se incluía una descripción del funcionamiento
del telégrafo, tecnología punta del momento desarrollada por Samuel Morse cuya
primera transmisión oficial se había
producido el 24 de mayo de 1844, enviando un mensaje bíblico de Washington a
Baltimore.
Porter era un culo inquieto (www.rufusportermuseum.com)
y 10 meses
después de alumbrarlo vendió su periódico a dos muchachos de 20 años. Una historia
fascinante, en la que aparecen de cerca nombres como los de Edison, los
hermanos Wright y Albert Einstein. Es
la revista más antigua del país, publicada de manera ininterrumpida.
Lo que no alcanzo a comprender, y
DiChristina
no
lo aclara, es por qué dedican una celebración especial en su número de agosto a
una conmemoración tan extraña:
165
años. No es una cifra redonda, no son 150, ni 175, y Scientific American ya tiene solera
para presumir de edad y poso, y una sección habitual en la que recuerda cada
mes sus publicaciones de hace 50, 100 y 150 años...
La explicación debe estar en el signo
de los tiempos: la tecnología que la ha nutrido de contenidos 165 años y quizás
ahora hace temer a sus responsables que no les dejará oportunidad de celebrar
los 175 años de publicación en papel. A la tradición, si no la mata la crisis (que
sigue), la devorará el ciberespacio.
He sido suscriptor de Scientific American muchos años,
recibiendo con rigor cada mes su envío. Pero ya no es así. Ahora pago una subscripción
digital, que cuesta menos, da pleno acceso a su sitio web y archivo y deja
descargar la revista completa en formato PDF en cuanto está cerrada. Desde
hace dos meses la copio en el iPad, aunque la publicación no tiene aplicación propia
para la tableta. El PDF se lee estupendamente en un artefacto que amplia con
tanta soltura la pantalla.
Scientific American nació al calor de
los nuevos inventos y hallazgos y probablemente tendrá que reencarnarse por culpa de
la tecnología en una nueva sustancia digital. Tienen razón en celebrar ahora con tanto
énfasis sus 165 años de divulgación científica en los quioscos. Estamos llegando
al final de esa era.
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