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miércoles, diciembre 19

Dadme un café y cambiaré el mundo



(La columna de Pablo Rodriguez Suanzes publicada en El Mundo del 18 de diciembre de 2011)

El pasado jueves murió el periodista británico Christopher Hitchens el último gran polemista (goo.gl/KUhyy). Con Hitch desaparece una forma de entender la vida como amor por la palabra, la disputa y la verdad, sin miedos ni tabús. Un modelo cuyo origen puede rastrearse, al menos en parte, hasta las Academias de la España del XVII y las tertulias de café del XIX y el XX en toda Europa. Para algunos se trataba de meras charlas. Pero su impacto puede medirse de otra forma. Para Steven Johnson, las cafeterías fueron el auténtico hub, el punto de encuentro intelectual del pasado, el lugar que sirvió para el nacimiento de revoluciones y el intercambio de las últimas ideas (tiny.cc/nddb7).

Pero no sólo eso. Johnson explica que el café, como bebida, vino a sustituir al alcohol como bebida principal. Hasta su aparición, los ciudadanos bebían alcohol todo el día, en parte por razones de salud (la calidad del agua era muy discutible), en parte por razones más prosaicas. Pero el café lo cambió todo. Hace 10 años, el célebre Malcolm Gladwell, escribió un largo artículo en esta línea, con el sugerente título: Cómo la cafeína creó el mundo moderno (www.gladwell.com). Recordando, con sorna, las palabras del ministro de Exteriores austriaco, que al ser informado de la Revolución Rusa de 1917 desestimó los rumores diciendo: «¿Quién va a hacer una revolución en Rusia? ¿Quizás Herr Trotsky del Café Central?».

Sea por culpa de la cafeína, de las revoluciones o de cualquier otra cosa, parece que las personas de hoy son diferentes a las de entonces. La Universidad de Cambridge está reproduciendo el experimento de las emociones de Charles Darwin, la prueba de 1868 en la que estudió las expresiones faciales de las personas para ver si todo el mundo las interpretaba de igual forma. Lo interesante es que, por ahora, parece que la ciencia no corrobora las teorías del padre de la evolución.

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