Jerónimo de Ayanz, inventor de la primera máquina de vapor II
Esa situación produjo un aislamiento de España
respecto a la ciencia que se hacía en el resto de Europa, pero precisamente por
eso Felipe II creó, a propuesta del arquitecto Juan de Herrera, la Academia de
Matemáticas de Madrid en 1583. Hoy sabemos que la actividad científica de
España en esos siglos fue intensa. Conocemos los inventos de Juanelo Turriano y
Blasco de Garay, o la expedición de Francisco Hernández. Empezamos a conocer
también, gracias al catedrático de Valladolid Nicolás García Tapia, los
numerosos estudios tecnológicos de la época y los nombres de sus autores: Zubiaurre,
Lobato, Lastanosa. ¿Por qué este trabajo fue, después, tan silenciado? Hoy
tiende a pensarse que el tópico del atraso obedece más bien a la escasa
formación tecnológica de los historiadores posteriores, que no supieron valorar
la importancia de los datos custodiados en los archivos. El hecho es que no
hubo tal atraso. La investigación tecnológica en España fue fruto directo de
las exigencias del poder: un país que dominaba medio mundo, continuamente tenía
que ofrecer respuestas técnicas a desafíos concretos.
En el caso de don Jerónimo,
ese
desafío nació de su gestión al frente de las minas del Reino: había que
aumentar su rentabilidad y solucionar problemas que iban desde la limpieza de
los metales hasta los impuestos sobre los proveedores, pasando por el desagüe
de las explotaciones inundadas por las lluvias. El propio Ayanz, hombre
práctico, se lo expuso a Felipe III en un memorial donde venía a proponer lo
siguiente: "Se deben dar exenciones y libertades a los que registren las
minas, como se hace en otros reinos donde las minas son más pobres que las
españolas. Está comprobado que España es más rica en minas de oro, plata y otros
metales que ningún otro reino de la Cristiandad, por lo que no es necesario
importarlos. [...] La salida de España de los expertos alemanes sin que
adiestrasen a los españoles ha sido la causa de que no funcionen correctamente
los ingenios de las minas. [... ] Es necesario nombrar jueces honrados que
conozcan el funcionamiento de la minería, y que las apelaciones se hagan ante
el administrador general de las minas y no ante otra instancia. Que no se les
obligue a pagar a los dueños de las minas diezmos sobre los salarios de los
trabajadores. [...]Hay que moderar el rigor de las leyes y pragmáticas
referentes a las minas. Hay que modificar, en particular, los puntos referentes
a los impuestos, que deben ser más bajos y facilitar la privatización de las minas
reales. [...] Solamente en el caso de que no se encuentren particulares para la
explotación de las minas de interés, debe hacerse cargo de ello la Hacienda
Real".
Como se ve, don Jerónimo era un firme defensor de la
iniciativa privada. Pero fue esa otra cuestión del desagüe, tan vital, la que
le condujo a su invento. Las minas de la época tenían dos problemas serios: la
contaminación del aire en su interior y la acumulación de agua en las galerías.
Inicialmente, Ayanz inventó un sistema de desagüe mediante un sifón con
intercambiador, haciendo que el agua contaminada de la parte superior,
procedente del lavado del mineral, proporcionara suficiente energía para elevar
el agua acumulada en las galerías. Este invento supone la primera aplicación
práctica del principio de la presión atmosférica, principio que no iba a ser
determinado científicamente hasta medio siglo después. Y si este hallazgo es
realmente prodigioso, lo que eleva a Ayanz al rango de talento universal es el
empleo de la fuerza del vapor.
Etiquetas: Grandes personajes
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