Cuidado: no mezcle sus medicinas con el pomelo
(Un artículo de María Corisco en El Mundo del 30 de diciembre de 2012)
El bufé del hotel era espectacular. Justo lo que quería Marián, un revulsivo para esos meses oscuros de depresión y vértigos que parecían haberse quedado atrás. Disfrutaba especialmente con esas jarras de zumo de pomelo, agrio pero también rosado, una metáfora de su estado de ánimo. Pero un par de días después de llegar, todo empezó a torcerse: «Me sentía adormilada, confusa, grogui. Me levantaba para el desayuno, pero luego apenas podía seguir; en cuanto volví de vacaciones, todo desapareció. Cuando se lo conté a mi psiquiatra, me dijo que el problema estaba en el pomelo».
Marián estaba medicándose con sulpirida, un psicofármaco cuya acción puede verse incrementada hasta en cinco veces si se toma conjuntamente con esta fruta. En el prospecto viene esta advertencia, pero claro, ¿quién se lee los prospectos?
El caso del pomelo es, sin duda, el ejemplo más y mejor conocido de interacciones entre alimentos y fármacos. Dos décadas atrás, mientras estudiaba la posible interacción entre una medicina hipotensora y el etanol, el azar se alió con el doctor David Bailey, profesor de Farmacología Clínica en la Universidad de Westem Ontario (Canadá): utilizó zumo de pomelo para enmascarar el sabor del alcohol y, para su sorpresa, encontró que, mientras el alcohol no afectaba a la concentración de fármaco circulante en el organismo, el zumo si lo aumentaba de forma significativa.
Desde entonces, Bailey ha seguido realizando más y más investigaciones. Y ahora acaba de lanzar la voz de alerta: cada vez hay más medicamentos cuyos efectos se pueden ver incrementados o disminuidos si se administran con pomelo. Algunos de ellos, con consecuencias muy serias para la salud.
«Hay más de 85 fármacos que pueden interactuar con el pomelo», apunta Bailey en un artículo publicado recientemente en el Canadian Medical Association Journal. Desde medicamentos anticolesterol hasta la viagra, desde fármacos para el sida hasta píldoras anticonceptivas, desde antidepresivos hasta inmunosupresores... Pero lo más inquietante, señala, es que «el número de fármacos que, tomados con pomelo, pueden provocar graves efectos adversos, ha pasado de 17 a 43 en los últimos cuatro años». Estos efectos adversos incluyen muerte súbita, insuficiencia renal o respiratoria, sangrados gástricos…
Pero, ¿qué tiene de especial esta fruta que la convierte en una potencial bomba de relojería? Para entenderlo, tenemos que acercarnos al hígado, nos explica el doctor Abel Mariné, catedrático de Nutrición y Bromatología de la Universidad de Barcelona: «Este órgano es la primera barrera con la que se encuentran los medicamentos orales, y en él se inactiva parte de ellos. Por eso, cuando se calcula la dosis necesaria para que un fármaco surta efecto, ya se tiene en cuenta qué parte será degradada en el hígado antes de llegar a la circulación general. Pues bien, el pomelo contiene unas sustancias, las furanocumarinas, que inhiben este mecanismo; de esa forma, si tomamos un fármaco con zumo de pomelo recibiremos una dosis mayor, pues no se habrá degradado más que una mínima parte». Es un efecto, continúa Mariné, «claro e intenso. Tanto, que en EEUU llegó a proponerse seriamente poner límites a la venta de esta bebida, pues no todas las personas conocen esta interacción y pueden poner en riesgo su vida». El del pomelo, como decíamos, es el caso más estudiado y conocido, pero otros muchos alimentos también pueden interactuar con distintos medicamentos, y estas interacciones «pueden provocar que el fármaco nos haga más o menos efecto del deseable, es decir, causar tanto infradosis como sobredosis), explica el doctor Gerardo Gómez-Moreno, profesor responsable de Interacciones Farmacológicas en Odontología en la Universidad de Granada. Por ejemplo, señala el doctor Mariné, «algunas tetraciclinas forman complejos con el calcio de la leche, de forma que ni el fármaco ni el calcio se absorben, sino que se eliminan con las heces». Por eso se recomienda no tomar estos antibióticos con productos lácteos. En el caso del paracetamol, dice el doctor Gómez Moreno, «se ha visto que las comidas ricas en grasa reducen la absorción del paracetamol, mientras que las ricas en fibra retrasan su absorción».
Habitualmente, estas interacciones no provocan efectos importantes, pero en pacientes ancianos o con insuficiencia hepática, la interacción si puede ser clínicamente relevante. Lo mismo ocurre con fármacos de estrecho margen terapéutico, en los que una ligera modificación de la dosis puede provocar problemas. Así sucede con los anticoagulantes orales, como la warfarina (sintrom): una dosis un poquito mayor aumenta el riesgo de sangrado, y un poquito menor el de tromboembolismo. Pues bien, curiosamente, «el aguacate y el helado reducen los efectos de este fármaco, el ajo en cantidades altas potencia su efecto anticoagulante y los alimentos ricos en vitamina K, como las espinacas, antagonizan su efecto), continúa Gómez-Moreno.
A partir de aquí, la duda es si los médicos están al corriente y si advierten de las interacciones a sus pacientes. «No hay un registro de interacciones de los alimentos con los medicamentos, y la mayoría de los médicos no están formados en esta materia. Nuestro papel debería ser el advertir a los pacientes, de forma individualizada, de qué alimentos deben o no tomar, y/o cuánto tiempo separados del fármaco», explica la doctora María Luisa López Díaz-Ufano, coordinadora del Grupo de Nutrición de la Sociedad Española de Médicos de Atención Primaria.
Por su parte, Abel Mariné señala que «los farmacéuticos conocen bien el tema, y se estudia en Farmacología; lo importante es tenerlo presente, recordarlo, algo que no siempre ocurre». Por último, Gerardo Gómez Moreno insiste en la importancia de «una buena historia clínica, en la que se hable con el paciente de qué alimentación sigue y de qué medicación toma. Ahora bien, si ya de por sí se minimiza la relevancia de las interacciones entre fármacos, mucho menos en cuenta se suele tener esta relación, a veces fatal, entre fármacos y alimentos».
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