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viernes, mayo 3

Madame de Montespan, adicta al lujo



(Un artículo de Marelis Loreto Amorelis en el suplemento dominical de El Mundo del 1 de julio de 2012)

Françoise Athénaïs se convirtió, con 27 años, en la querida oficial del rey Sol. Durante los 12 años que duró su aventura, se consagró como la reina de la ostentación y del exceso en la corte francesa.
Las mujeres más poderosas de finales del siglo XVII eran las amantes oficiales de los monarcas europeos. Una de ellas, Françoise Athénaïs (1640-1707), marquesa de Montespan y favorita del rey francés Luis XIV (1638-1715), se convirtió en referencia de la moda y el buen gusto en la corte de Versalles, que sobresalía sobre el resto de cortes por su refinamiento, las normas de etiqueta y la moda.
Según explica Diana Fernández González, profesora de Teoría e Historia del Traje del Centro Superior de Diseño de Moda de Madrid, en El cuerpo femenino. Víctima de los ideales de belleza, "la corte francesa dictaba las pautas del vestir y exportaba un modelo en el que la decoración del traje era profusa". Madame de Montespan, dama de compañía de María Teresa y amante del rey durante 12 años, amaba el lujo y los excesos. Desplazada del lecho real por quien fuera la niñera de sus hijos, conservó hasta sus últimos días la imagen del paradigma estético por excelencia. 

1. Rostro. La moda exigía tez clara y brillante, ojos grandes y expresivos, boca pequeña aunque carnosa y mentón redondeado y con hoyuelo. Para lograr la blancura del rostro y eliminar manchas y marcas, las damas usaban un tratamiento a base de zumo de limón y bórax con azufre conocido como "fuego de San Telmo". 

2. Lunar. Se pusieron de moda en el siglo XVII. La viruela era común y dejaba su rastro, así que las mujeres usaban lunares de terciopelo para desviar las miradas de las marcas e incluso llevaban cajitas para lunares de repuesto. 

3. Peinado. Se empieza a llevar el cabello à la huslupée: grandes bucles que se recogen o se dejan caer como melena, dando cierto aire de descuido. Desde la desaparición de los cuellos altos renacentistas, las mujeres dejan caer sus cabellos sobre el cuello y los hombros. 

4. Accesorios. En el Barroco, palabra de origen portuguesa que significa "perla irregular", se popularizan precisamente las perlas en el atuendo femenino, aunque con discreción.

5. Perfume. Sustituía a la higiene personal. Para ocultar los olores corporales, hombres y mujeres se perfumaban utilizando pomadas y aceites, así como bolsitas con polvos que ocultaban entre las prendas. Las fragancias más frecuentes eran azahar, lavanda, ámbar gris y benjuí. 

6. Escote bote. Es el de forma ovalo semicircular, típico de este siglo, que disminuye la impresión de rigidez del jubón, dando una apariencia más natural. Dejaba al descubierto incluso las clavículas y exhibía la blancura del pecho. 

7. Cuerpo de estómago. Corsé de la época que alargaba el cuerpo femenino, mostrando una figura estilizada. Aplanaba el torso de modo que hacía surgir del escote un pecho artificialmente exuberante. Iba decorado suntuosamente con encajes, bordados y cintas, se sujetaba al cuerpo a través de lazadas y se cosía a la falda exterior cada vez que la dama se vestía. 

8. Mangas. Cambiaron muchas veces durante el Barroco: largas y abotonadas en la muñeca, dobladas con volantes coloridos, luego abiertas mostrando el brazo o decoradas con cintas y encajes. 

9. Vestido. A madame de Montespan se le atribuye la invención del adrienne o vestido flotante, cuyo origen proviene de las batas matinales (deshabillés). La caída de las gruesas telas, que llegaban hasta los pies, permitía disimular el vientre abultado del embarazo. 

10. Faldas. La moda de Versalles exigía a las damas el uso de tres faldas: mediste o secrete, modesta y frippone. La primera era la interior; la segunda, generalmente confeccionada con paño, se empleaba para dar volumen, y la tercera, cargada de bordados y lazos, estaba elaborada con una tela pesada para acentuar la caída. Esta última terminaba en una cola y su largo dependía del estatus: una duquesa llevaba una cola de tres metros y la de la reina medía entre 10 y12 metros. 

11. Calzado. Luis XIV impuso la moda de un nuevo estilo de zapatos: tacón alto y con una pequeña curvatura interna. Forrados de seda o satén, decorados con encajes, lazos o hebillas y bordados en plata u oro con diversos motivos, solían llegar hasta el tobillo al estilo de los botines actuales. 

12. Bolso. Pequeños y discretos, se escondían en el interior del atuendo. En ellos, las damas guardaban abanicos, espejos o relojes, así como también objetos para el juego, actividad importante del tiempo de ocio de la aristocracia: dados, cartas y fichas podían encontrarse en su interior.