Cuéntame un cuento...

...o una historia, o una anécdota... Simplemente algo que me haga reir, pensar, soñar o todo a la vez, si cabe ..Si quereis mandarme alguna de estas, hacedlo a pues80@hotmail.com..

domingo, abril 28

Kerouac, la vida a todo gas



(Un artículo de Imma Muñoz en el suplemento dominical del Periódico de Aragón del 14 de octubre de 2012)

Cuando la cirrosis se lo llevó a los 47 años ya había entrado en el imaginario de la rebeldía con el libro que lo convertiría en clásico. De la contracultura, pero clásico al fin y al cabo. “En la carretera” sigue hoy acompañando a quienes no se resignan a vivir pisando el freno.

Lleva 55 años en las librerías de todo el mundo y sigue despachando una media de 100.000 ejemplares al año solo en Estados Unidos. Tiene todo lo necesario para despertar el interés de las nuevas generaciones de lectores sin perder el de aquellas que paladeaban la juventud cuando el texto vio la luz: al inexcusable sexo, drogas y rock’n’roll (aunque aquí el trío sería drogas, sexo y saxo; el de Charlie Parker, concretamente), hay que sumar el aura de mito que ha adquirido la obra tras entrar en el olimpo de los libros que ponen patas arriba las certezas cuando irrumpen en la vida de alguien. 

En la carretera se publicó por primera vez en la neoyorquina editorial Viking Press el 5 de septiembre de 1957. Su autor, Jack Kerouac (1922-1969), lo había escrito en 20 días, entre el 2 y el 22 de abril de 1951, y en él sintetizaba los viajes que había hecho durante tres años, de 1947 a 1950, de costa a costa de EE UU junto a Neal Cassady. Por las carreteras de la que ellos convirtieron en mítica Ruta 66 se habían cruzado con individuos de muy diverso pelaje y afectación psicotrópica que configuraban un microcosmos de subversión y carpe diem que estamparon, cual tarta de nata en número de clowns, en la cara de una sociedad amordazada por el American way of life.

Tres años de una vida vivida a todo gas contenidos en un rollo de 36 metros mecanografiado del tirón en 20 días de anfetamínico impulso creativo. Esa es la leyenda, sustentada por una prosa en la que no se aprecia respiro. Con Kerouac, rey de los escritores del movimiento beat, vida y obra se unen indisolublemente en una variante de la escritura automática del surrealismo que los beats llamaron “prosa espontánea”. Se vive a todo trapo, con excesos, sin cálculos; se escribe igual. 

Esa es, decíamos, la leyenda: el arrebato creativo existió, pero llegó precedido del trabajo del material acumulado durante el viaje, y hubo revisiones posteriores de ese primer manuscrito en los seis años que mediaron entre el punto final y la publicación. Kerouac, de hecho, se planteó escribir el libro en francés (su lengua materna, ya que era hijo de quebequeses y hasta los 6 años no empezó a estudiar inglés en el colegio) y tuvo importantes dudas de hacia dónde tirar hasta que una conversación con su amigo Cassady lo puso en el camino.

Durante 50 años, En la carretera fue una novela en clave, en la que los nombres de los verdaderos protagonistas, los poetas y escritores de la generación beat que sacudió la década de los 50 y sin la que difícilmente habría llegado nunca la revolución hippy, se escondían en nombres ficticios que en realidad no engañaban a nadie. Todo el que se hubiera adentrado mínimamente en el universo de la contracultura sabía que Sal Paradise era el propio Kerouac; Dean Moriarty, Neal Cassady; Carlo Marx, Allen Ginsberg; Bull Lee, William Burroughs; Mary Lou, Luanne Henderson, la esposa adolescente de Cassady, y Camille era Caroline, la mujer que la acabó sustituyendo en la cama del poeta. 

La ficción se mantuvo hasta que, en 2007, la misma editorial que se había atrevido a publicar el texto que Kerouac le había entregado (el que se había ido reeditando durante décadas) quiso ofrecer a sus lectores el primer manuscrito íntegro, sin suavizar ni una sola de las transgresiones vitales ni estilísticas de Kerouac, quien, con el afán de llevar a su texto el ritmo del jazz, había jugado con las abreviaturas y la composición de palabras y había optado por prescindir de los párrafos. La traducción española que publicó Anagrama en 2009 respeta esa vocación de literalidad, con una sola excepción: el diálogo se desprende del flujo del texto para facilitar la lectura.

Más de medio siglo después del bofetón a una sociedad que vivía acogotada por la amenaza nuclear, del aullido con el que los beatniks quisieron hacer ver a las mentes biempensantes que solo bienpensando las sociedades estaban destinadas a la destrucción, el mensaje de Kerouac y sus rompedores secuaces sigue interesando. Probablemente a la misma gente que interesaba a Keroruac: aquella “que está loca: loca por vivir”. 

El manuscrito original de “En la carretera”, propiedad de James Isray, dueño del equipo de fútbol americano Indianápolis Colts, está escrito en un rollo de papel de 36 metros, mecanografiado a un espacio y sin un solo punto y aparte.

Cuando se publicó En la carretera, Kerouak llamó a Marlon Brando para pedirle que comprara los derechos del libro y lo llevara a la pantalla. “No se preocupe por la estructura: yo sé cómo comprimir la trama”. Se ofrecía a reconvertir las idas y venidas en un solo viaje, y tenía claro el reparto: “Usted sería Dean, yo mismo sería Sal”. Brando ni siquiera le contestó. Quien sí compró los derechos, en 1979, fue Francis Ford Coppola, pero no pudo hacer nada con ellos hasta hace poco: él es el productor ejecutivo de la primera adaptación cinematográfica del clásico […]

Etiquetas: