Kerouac, la vida a todo gas
(Un artículo de Imma Muñoz en el suplemento dominical del
Periódico de Aragón del 14 de octubre de 2012)
Cuando la cirrosis se lo llevó a los 47 años ya había
entrado en el imaginario de la rebeldía con el libro que lo convertiría en
clásico. De la contracultura, pero clásico al fin y al cabo. “En la carretera”
sigue hoy acompañando a quienes no se resignan a vivir pisando el freno.
Lleva 55 años en las librerías de todo el mundo y sigue
despachando una media de 100.000 ejemplares al año solo en Estados Unidos.
Tiene todo lo necesario para despertar el interés de las nuevas generaciones de
lectores sin perder el de aquellas que paladeaban la juventud cuando el texto
vio la luz: al inexcusable sexo, drogas y rock’n’roll (aunque aquí el trío
sería drogas, sexo y saxo; el de Charlie Parker, concretamente), hay que sumar
el aura de mito que ha adquirido la obra tras entrar en el olimpo de los libros
que ponen patas arriba las certezas cuando irrumpen en la vida de alguien.
En la carretera se
publicó por primera vez en la neoyorquina editorial Viking Press el 5 de
septiembre de 1957. Su autor, Jack Kerouac (1922-1969), lo había escrito en 20
días, entre el 2 y el 22 de abril de 1951, y en él sintetizaba los viajes que
había hecho durante tres años, de 1947 a 1950, de costa a costa de EE UU junto
a Neal Cassady. Por las carreteras de la que ellos convirtieron en mítica Ruta
66 se habían cruzado con individuos de muy diverso pelaje y afectación
psicotrópica que configuraban un microcosmos de subversión y carpe diem que
estamparon, cual tarta de nata en número de clowns, en la cara de una sociedad
amordazada por el American way of life.
Tres años de una vida vivida a todo gas contenidos en un
rollo de 36 metros mecanografiado del tirón en 20 días de anfetamínico impulso
creativo. Esa es la leyenda, sustentada por una prosa en la que no se aprecia
respiro. Con Kerouac, rey de los escritores del movimiento beat, vida y obra se
unen indisolublemente en una variante de la escritura automática del surrealismo
que los beats llamaron “prosa espontánea”. Se vive a todo trapo, con excesos,
sin cálculos; se escribe igual.
Esa es, decíamos, la leyenda: el arrebato creativo existió,
pero llegó precedido del trabajo del material acumulado durante el viaje, y
hubo revisiones posteriores de ese primer manuscrito en los seis años que
mediaron entre el punto final y la publicación. Kerouac, de hecho, se planteó
escribir el libro en francés (su lengua materna, ya que era hijo de quebequeses
y hasta los 6 años no empezó a estudiar inglés en el colegio) y tuvo
importantes dudas de hacia dónde tirar hasta que una conversación con su amigo
Cassady lo puso en el camino.
Durante 50 años, En la
carretera fue una novela en clave, en la que los nombres de los verdaderos
protagonistas, los poetas y escritores de la generación beat que sacudió la
década de los 50 y sin la que difícilmente habría llegado nunca la revolución hippy,
se escondían en nombres ficticios que en realidad no engañaban a nadie. Todo el
que se hubiera adentrado mínimamente en el universo de la contracultura sabía
que Sal Paradise era el propio Kerouac; Dean Moriarty, Neal Cassady; Carlo
Marx, Allen Ginsberg; Bull Lee, William Burroughs; Mary Lou, Luanne Henderson,
la esposa adolescente de Cassady, y Camille era Caroline, la mujer que la acabó
sustituyendo en la cama del poeta.
La ficción se mantuvo hasta que, en 2007, la misma editorial
que se había atrevido a publicar el texto que Kerouac le había entregado (el
que se había ido reeditando durante décadas) quiso ofrecer a sus lectores el
primer manuscrito íntegro, sin suavizar ni una sola de las transgresiones
vitales ni estilísticas de Kerouac, quien, con el afán de llevar a su texto el
ritmo del jazz, había jugado con las abreviaturas y la composición de palabras
y había optado por prescindir de los párrafos. La traducción española que
publicó Anagrama en 2009 respeta esa vocación de literalidad, con una sola
excepción: el diálogo se desprende del flujo del texto para facilitar la
lectura.
Más de medio siglo después del bofetón a una sociedad que
vivía acogotada por la amenaza nuclear, del aullido con el que los beatniks
quisieron hacer ver a las mentes biempensantes que solo bienpensando las
sociedades estaban destinadas a la destrucción, el mensaje de Kerouac y sus
rompedores secuaces sigue interesando. Probablemente a la misma gente que interesaba
a Keroruac: aquella “que está loca: loca por vivir”.
El manuscrito original de “En la carretera”, propiedad de
James Isray, dueño del equipo de fútbol americano Indianápolis Colts, está
escrito en un rollo de papel de 36 metros, mecanografiado a un espacio y sin un
solo punto y aparte.
Cuando se publicó En
la carretera, Kerouak llamó a Marlon Brando para pedirle que comprara los
derechos del libro y lo llevara a la pantalla. “No se preocupe por la
estructura: yo sé cómo comprimir la trama”. Se ofrecía a reconvertir las idas y
venidas en un solo viaje, y tenía claro el reparto: “Usted sería Dean, yo mismo
sería Sal”. Brando ni siquiera le contestó. Quien sí compró los derechos, en
1979, fue Francis Ford Coppola, pero no pudo hacer nada con ellos hasta hace
poco: él es el productor ejecutivo de la primera adaptación cinematográfica del
clásico […]
Etiquetas: libros y escritores
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