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viernes, abril 19

El tesoro de la Isla Reunión



(Un artículo de David Torras en el suplemento dominical del Periódico de Aragón del 1 de mayo de 2011)

[..] Reunión […] da para muchas aventuras, como un gigantesco parque natural de atracciones donde no hay que buscar turistas dispuestos a embadurnarse de crema y espachurrarse horas y horas tumbados en una hamaca para volver a casa con un impecable bronceado en cualquier estación del año. También los hay, pero este es un paraíso no apto para la vagancia y la contemplación sin más. Reunión merece que la contemplen, pero no solo desde una hamaca. Hay que moverse. Después, siempre habrá tiempo para relajarse en la arena. Así que es el destino ideal para quienes buscan vacaciones activas y, en especial, para los amantes del senderismo.

Hay más de 1.000 rutas. Para todos los niveles: desde una simple caminata hasta travesías de máxima exigencia, que aficionados de todas partes (aunque mayoritariamente franceses) y de todas las edades trazan en su mapa con la ilusión de quien sabe que le espera una aventura inolvidable.
Y ahí aparece un nombre que empieza a ser mítico entre la creciente afición al ultratrail, las carreras de montaña: la Diagonale des Fous, la Diagonal de los Locos, una prueba realmente de locos que, en el fondo, solo pueden permitirse los más cuerdos. Porque hay que tener la cabeza muy en su sitio para no perderla en el intento. Para los menos locos, 87 kilómetros. Para los que tienen las piernas y la mente de hierro, 163, con 9.000 metros de desnivel. Una barbaridad. Pues en octubre [de 2010] nada menos que 2.555 corredores se presentaron en el estadio Saint Denis, en la capital, para tomar la salida, en un ambiente de entusiasmo excepcional, ajenos todos al infierno que les esperaba. El primero en llegar fue un catalán, Kilian Jornet, el rey de la montaña, el extratrerrestre, según los franceses, admirados ante este prodigio de la naturaleza que gana todo lo que corre y va batiendo récords por el mundo, desde el Kilimanjaro hasta el río Tahoe. También en Reunión rompió el reloj y se presentó en 21 horas en el punto de partida tras completar un recorrido que ponía los pelos de punta y que muchos tardaron casi tres días en hacer.

Pero tanto Kilian como el resto de los corredores tuvieron una inolvidable recompensa, momentos que se impusieron al sufrimiento y a las muchas debilidades que les acompañaron durante su aventura. Ante la tentación de bajar los brazos y abandonar, bastaba pararse en cualquier punto, alzar la vista y mirar alrededor. Disfrutar del corazón de la isla, al que solo se accede a pie o en helicóptero, donde las cascadas de agua contrastan con el paisaje lunar de la zona volcánica del sur, en el que el rojo, el naranja y el gris flamean entre enormes cráteres, un paisaje capaz de obligar a detenerse durante unos instantes al imparable Kilian, atrapado por su belleza. Imposible no hacerlo, y más aquellos que tuvieron el privilegio de recorrer esa zona de noche y contemplar bajo el cielo estrellado el fulgor de la luz roja del volcán del Piton de la Fournaise (2.611 metros). Estalló por primera vez hace 50.000 años y hoy está bajo vigilancia por parte de científicos y expertos, atentos a una erupción, la más reciente en el 2007.
La actividad volcánica ha perfilado la singular identidad de la isla, con grandes valles, conocidos como circos, por donde discurren las rutas más espectaculares y que congregan a excursionistas de todo el mundo. Ahí, en lo más profundo, están las raíces de Reunión, y entre los habitantes se encuentran descendientes de esclavos fugitivos que huyeron a esa zona recóndita. Hay tres circos (Salazie, Cilaos y Mafate), tres paraísos, especialmente Mafate, que es inaccesible por carretera y al que solo se accede después de una marcha de 27 kilómetros. También se llega en helicóptero, uno de los atractivos turísticos pero también un medio imprescindible para el transporte y las emergencias. 

Reunión es un tesoro desconocido para el turismo español, eclipsada por la vecina isla Mauricio, uno de los destinos preferidos de los recién casados, un paraíso de playas de arena blanca y hoteles de lujo. Tan cerca una de otra y tan lejos en cuanto a identidad, el origen volcánico de Reunión ha dibujado un terreno mucho más singular que la convierte en una enorme montaña rusa, un tobogán por el que deslizarse a través de alguno de los muchos ríos que la cruzan, un manto verde sobre el que volar en parapente, un mar en el que sumergirse entre corales y peces de colores. También hay tiburones, los únicos animales peligrosos, además de los mosquitos, que merodean por la isla, pero la barrera de coral actúa como protección. Reunión es un departamento de ultramar francés (Mauricio, en cambio, es una antigua colonia), y, como tal, forma parte de la República y de la Unión Europea. Toda una sorpresa volar una decena de horas desde París, aterrizar en una isla en el Índico y poder pagar con euros en alguna tienda Decathlon, Carrefour o de cualquier cadena que encontraríamos en una ciudad francesa. 

Lo verdaderamente difícil, imposible, de encontrar en Francia y en cualquier otro lugar son los cañones de agua, otro de los grandes reclamos de la isla, un auténtico sueño para los amantes del barranquismo. Por su orografía, con grandes desniveles, y por su clima, hay cañones por todas partes y para todos los gustos. Para principiantes y para los más entrenados, con paredes impresionantes y larguísimos descensos que exigen destreza y máxima seguridad. Ahí aparece el Trou d’Enfer (Boca del Infierno), un auténtico mito en el mundillo del barranquismo, ya que pasa por ser uno de los más difíciles del mundo, si no el más difícil. Cualquier descripción queda muy lejos de la realidad. Solo hay que intentar imaginar, quien pueda hacerlo, tres cascadas de 180, 150 y 260 metros, tres grandes escalones que conducen a un enorme agujero entre brutales saltos de agua, que después continúan por una estrecha garganta de varios kilómetros de longitud y hasta 400 metros de altura. Así que salir de ahí no es nada fácil. Según las épocas, los ríos se convierten en territorio de piraguas y raftings, y el mar, en un hermoso escenario para bucear o para sobrevolar en parapente lanzándose desde alguna colina. Monitores no faltan. La mayoría, franceses, llegados de los Pirineos en busca de un estilo de vida mucho más tranquilo. 

En Reunión no hay prisas. Tampoco hay muchos españoles, y curiosamente entre la reducida colonia abunda un perfil común: son jóvenes y se ganan la vida poniendo en su sitio a los demás. En el sentido más físico de la expresión: son fisioterapeutas. Y trabajo no les falta: con tanta actividad siempre hay músculos que necesitan una puesta a punto.

Y, por si no hubiera bastante aventura, sobre la isla también planea la leyenda. En el cementerio marino de Saint Paul, bajo una cruz de piedra y el símbolo de la calavera pirata, está enterrado Olivier Levasseur, más conocido en sus tiempos como La Buse. Eso es lo que dicen, porque nadie cree que ahí estén los restos de quien el 7 de julio de 1730 escuchó esta sentencia: “Visto por el Consejo el proceso criminal extraordinario contra Olivier Levasseur, apodado La Buse, acusado del crimen de piratería es condenado a pagar por sus actos frente a la puerta principal de esta iglesia y a declarar en voz alta e inteligible que se arrepiente y pide perdón a Dios y al Rey”. Las crónicas no aclaran si se arrepintió de esa vida desbocada, pero sí cuentan que cuando ya tenía la soga al cuello, justo antes de ser ahorcado, el pirata, al que no le faltaba ni el parche en el ojo, lanzó un papiro con un enigmático grito: “¡Que encuentre mi tesoro quien pueda entenderlo!”. El documento, que todavía se conserva, nunca ha llegado a ser del todo descifrado. En el siglo pasado muchos buscadores de tesoros recorrieron la isla. Ninguno tuvo suerte. Nadie sabe si ese botín existe realmente. Da igual. El tesoro de Reunión está a la vista. 
www.reunion.fr y también en www.franceguide.com

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