Carlo Mollino, un diseñador todo terreno
(Un artículo de Jesús Cano en el XLSemanal del 8 de febrero de 2009)
Hay una fecha que siempre irá
unida a Carlos Mollino y a la historia del diseño: el 9 de junio de 2005.
Mollino había fallecido 32 años antes en la ciudad que lo vio nacer – Turín- y,
discretamente, se estaba celebrando el centenario de su nacimiento. […]
Aviador, arquitecto, piloto de carreras, profesor de
esquí, erotómano, fotógrafo, brujo y diseñador (de coches, de muebles, de
trajes...) Todos ellos son oficios que aparecen en la biografía de Carlo Mollino.
Con una obra difícil de clasificar, «troppo sexy» fue el calificativo
que el periódico La Reppublica tuvo el acierto de asignarle.
Una de las cosas que más le preocupaban era tener
que someterse al proceso de los lugares comunes y la homogeneización. Se
graduó, con honores, en el famoso Politecnico di Torino en 1931.
Despreocupado
de la necesidad de ganarse la vida -su padre era un famoso ingeniero-, hizo de
ésta un experimento estético. Construyó edificios como la Societa Ippica
Torinese o la estación de esquí de lago Nero, que es una obra maestra de la
arquitectura. En 1949 publicó un libro de
fotografía seguido, al año siguiente, por uno de técnicas de esquí con
diagramas inspirados arquitectónicamente en giros paralelos. La edición de 1955
de
Las 24
Horas
de Le Mans lo tuvo como protagonista con un coche diseñado por él mismo.
Conocido por Bisiluro, tenía una carrocería para el motor y otra para el
conductor con forma de torpedo. Y, claro,
estaban sus cotizados muebles de formas curvilíneas, la mayoría de las veces
inspiradas en el cuerpo humano. «Era un filósofo dedicado a entender su propia
persona. No era un loco, sino un visionario cuya obra maestra -el reflejo de
todo en lo que él creía- ha sobrevivido sólo por casualidad», ha declarado
Fulvio Ferrari, responsable, junto con su hijo Napoleone, de mantener la obra
que define mejor al maestro italiano: su casa, a la orilla del Po, en Turín.
«Ésta es una casa maravillosa porque es el fruto de una persona maravillosa.
Está dedicada a la idea de ser capaz de alcanzar una clase de eternidad»,
añade. Carlo Mollino se refería a ella como «la casa del descanso del
guerrero». Nunca pasó una noche allí, aunque sí fue su nido de amores. Casa
Mollino era su pirámide privada, un espacio ecléctico, cuidadosamente creado a
partir de 1960, en el que tal vez
buscaba un espacio físico para la eternidad.
Gran estudioso de lo oculto, estaba fascinado por la
tumba del arquitecto real egipcio Kha (aprox. 1390 a.
C.). En esencia, esta casa es la tumba de Mollino, donde reunió todos sus
objetos queridos. Un tesoro para llevarse con él al más allá. Él sabía que Kha
decoraba su tumba en su tiempo libre y eso fue lo que hizo en este apartamento alquilado
del siglo XVIII. El anticuario Fulvio Ferrari y su hijo poseen hoy el
apartamento y lo dirigen como un museo abierto al público que lo solicite bajo
cita. Gracias a la investigación de los Ferrari, se han introducido objetos que
han estado o podían haber formado parte de los interiores originales. Mollino; soltero
empedernido, lo visitaba de vez en cuando para dibujar sus sueños a dos manos o
para hacer sus privadas y famosas polaroids. Éstas retratan desde el inocente erotismo
de una estudiante, hasta la pose de damas de la alta sociedad embutidas en
botas de tacones de aguja o descaradas prostitutas. Descubiertas sólo después
de su muerte, y publicadas por primera vez en 1985, estas
fotografías son repetitivas y obsesivas. Se
encontraron meticulosamente archivadas y eran sólo aptas para su uso privado.
Para este creador clave del siglo XX, todo estaba permitido mientras fuera
«fantástico».
Junto con su pasión por diseñar coches, escenografías
o Incluso hacer propuestas de moda y calzado, destacó la fotografía. Comprador compulsivo
de cámaras, probó cada una de ellas y captó a mujeres en poses que podían recordar
a Man Ray o François Keller. En cuanto a su obra arquitectónica, los críticos
han tratado de encasillarla dentro del racionalismo, el neobarroco o el neoliberty, pero es mucho más personal y
una de las primeras corrientes críticas al movimiento moderno. Hoy, la mayoría
de sus edificios sólo se encuentra en las páginas de los libros. En 1940
completó la Societa Ippica Torinese (el club de equitación de Turín). Seis años
después inicia una estación de esquí en el lago Nero, que fue un encargo de un fabricante
de automóviles, Piero Dusio, que le permitió diseñar dos coches más después de
su famoso Bisluro. Mollino dijo que habla hecho un “chalé volador”). Entre las
obras que se pueden visitar está el teatro Regio de Turín, que diseñó en los
años 60. Él mismo lo definió como un edificio «entre el huevo y una ostra
semiabierta».
Etiquetas: Puro diseño
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