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viernes, abril 12

Carlo Mollino, un diseñador todo terreno



(Un artículo de Jesús Cano en el XLSemanal del 8 de febrero de 2009)

Hay una fecha que siempre irá unida a Carlos Mollino y a la historia del diseño: el 9 de junio de 2005. Mollino había fallecido 32 años antes en la ciudad que lo vio nacer – Turín- y, discretamente, se estaba celebrando el centenario de su nacimiento. […]

Aviador, arquitecto, piloto de carreras, profesor de esquí, erotómano, fotógrafo, brujo y diseñador (de coches, de muebles, de trajes...) Todos ellos son oficios que aparecen en la biografía de Carlo Mollino. Con una obra difícil de clasificar, «troppo sexy» fue el calificativo que el periódico La Reppublica tuvo el acierto de asignarle. 

Una de las cosas que más le preocupaban era tener que someterse al proceso de los lugares comunes y la homogeneización. Se graduó, con honores, en el famoso Politecnico di Torino en 1931. Despreocupado de la necesidad de ganarse la vida -su padre era un famoso ingeniero-, hizo de ésta un experimento estético. Construyó edificios como la Societa Ippica Torinese o la estación de esquí de lago Nero, que es una obra maestra de la arquitectura. En 1949 publicó un libro de fotografía seguido, al año siguiente, por uno de técnicas de esquí con diagramas inspirados arquitectónicamente en giros paralelos. La edición de 1955 de Las 24 Horas de Le Mans lo tuvo como protagonista con un coche diseñado por él mismo. Conocido por Bisiluro, tenía una carrocería para el motor y otra para el conductor con forma de torpedo. Y, claro, estaban sus cotizados muebles de formas curvilíneas, la mayoría de las veces inspiradas en el cuerpo humano. «Era un filósofo dedicado a entender su propia persona. No era un loco, sino un visionario cuya obra maestra -el reflejo de todo en lo que él creía- ha sobrevivido sólo por casualidad», ha declarado Fulvio Ferrari, responsable, junto con su hijo Napoleone, de mantener la obra que define mejor al maestro italiano: su casa, a la orilla del Po, en Turín. «Ésta es una casa maravillosa porque es el fruto de una persona maravillosa. Está dedicada a la idea de ser capaz de alcanzar una clase de eternidad», añade. Carlo Mollino se refería a ella como «la casa del descanso del guerrero». Nunca pasó una noche allí, aunque sí fue su nido de amores. Casa Mollino era su pirámide privada, un espacio ecléctico, cuidadosamente creado a partir de 1960, en el que tal vez buscaba un espacio físico para la eternidad.
Gran estudioso de lo oculto, estaba fascinado por la tumba del arquitecto real egipcio Kha (aprox. 1390 a. C.). En esencia, esta casa es la tumba de Mollino, donde reunió todos sus objetos queridos. Un tesoro para llevarse con él al más allá. Él sabía que Kha decoraba su tumba en su tiempo libre y eso fue lo que hizo en este apartamento alquilado del siglo XVIII. El anticuario Fulvio Ferrari y su hijo poseen hoy el apartamento y lo dirigen como un museo abierto al público que lo solicite bajo cita. Gracias a la investigación de los Ferrari, se han introducido objetos que han estado o podían haber formado parte de los interiores originales. Mollino; soltero empedernido, lo visitaba de vez en cuando para dibujar sus sueños a dos manos o para hacer sus privadas y famosas polaroids. Éstas retratan desde el inocente erotismo de una estudiante, hasta la pose de damas de la alta sociedad embutidas en botas de tacones de aguja o descaradas prostitutas. Descubiertas sólo después de su muerte, y publicadas por primera vez en 1985, estas fotografías son repetitivas y obsesivas. Se encontraron meticulosamente archivadas y eran sólo aptas para su uso privado. Para este creador clave del siglo XX, todo estaba permitido mientras fuera «fantástico».

Junto con su pasión por diseñar coches, escenografías o Incluso hacer propuestas de moda y calzado, destacó la fotografía. Comprador compulsivo de cámaras, probó cada una de ellas y captó a mujeres en poses que podían recordar a Man Ray o François Keller. En cuanto a su obra arquitectónica, los críticos han tratado de encasillarla dentro del racionalismo, el neobarroco o el neoliberty, pero es mucho más personal y una de las primeras corrientes críticas al movimiento moderno. Hoy, la mayoría de sus edificios sólo se encuentra en las páginas de los libros. En 1940 completó la Societa Ippica Torinese (el club de equitación de Turín). Seis años después inicia una estación de esquí en el lago Nero, que fue un encargo de un fabricante de automóviles, Piero Dusio, que le permitió diseñar dos coches más después de su famoso Bisluro. Mollino dijo que habla hecho un “chalé volador”). Entre las obras que se pueden visitar está el teatro Regio de Turín, que diseñó en los años 60. Él mismo lo definió como un edificio «entre el huevo y una ostra semiabierta».

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