Luchas entre el bien y el mal
(Sacado de la columna de Paulo Coelho en el XLSemanal del 14 de junio de 2009)
Persia: el hombre como aliado del bien
La primera historia de que se tiene noticia sobre la
división entre el bien y el mal nace en la antigua Persia: el dios del tiempo,
después de haber creado el universo, se da cuenta de la armonía que lo rodea,
pero siente que le falta algo muy importante: una compañía con quien disfrutar
de aquella belleza.
Durante mil años, él reza para conseguir tener un
hijo. La historia no dice a quién se lo pide, ya que es todopoderoso, señor
único y supremo. Aun así, él reza y termina generando un hijo en su interior. Al
percibir que consiguió lo que quería, el dios del tiempo se arrepiente, consciente
de que el equilibrio de las cosas era muy frágil. Pero es demasiado tarde, su
hijo ya está en camino. Todo lo que él consigue con su llanto es hacer que el
hijo que traía en el vientre se divida en dos.
Cuenta la leyenda que de la oración del dios del
tiempo nace el bien (Ormuz) y de su arrepentimiento nace el mal (Arimán),
hermanos gemelos. Preocupado, él arregla todo para que Ormuz salga primero de
su vientre, para controlar a su hermano y evitar que Arimán cause problemas al
universo. No obstante, como el mal es astuto y capaz, consigue empujar a Ormuz
en el momento del parto y nace primero.
Desolado, el dios del tiempo resuelve crear
compañeros para Ormuz: hace nacer la raza humana, que luchará con él para
dominar a Arimán y evitar que el mal se
haga dueño de la situación. En la leyenda persa, pues,
la raza humana nace como aliada del bien y, según la tradición, vencerá al
final.
Otra historia sobre la división, no obstante, surge
muchos siglos después, esta vez con una versión opuesta: el hombre como
instrumento del mal.
La Biblia: la división trae dolor y sufrimiento
Pienso que la mayoría de los lectores sabe a lo que
me refiero: un hombre y una mujer están en el jardín del Paraíso, gozando de
todas las delicias imaginables. Sólo existe una única prohibición: la pareja
jamás puede conocer lo que significan el bien y el mal. Dice el Señor
Todopoderoso (Génesis, 17): «Del árbol del
conocimiento del bien y el mal no comerás». Y un buen día surge la serpiente,
la cual asegura que este conocimiento era más importante que el propio Paraíso y
que ellos debían poseerlo. La mujer se niega, diciendo que Dios la amenazó con
la muerte, pero la serpiente le garantiza que no le sucederá nada de eso: por
el contrario, el día en que conozcan lo que es el bien y el mal, serán iguales
a Dios. Convencida, Eva come el fruto prohibido y da parte de él a Adán. A
partir de ahí, el equilibrio original del Paraíso se deshace y los dos son
expulsados y maldecidos. En la tradición bíblica, el ser humano es cómplice del
mal que se extiende sobre el planeta.
0 Comments:
Publicar un comentario
<< Home