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domingo, marzo 31

Sissi emperatriz: la moda del siglo XIX



(Un artículo de Marelis Loretto Amarelis del Magazine de El Mundo del 5 de agosto de 2013)

A diferencia de épocas anteriores, el siglo XIX se caracterizará por otorgar a la mujer protagonismo en el vestuario. "Se estableció una ley tácita: las mujeres exhibían el poder económico de los hombres. Este siglo trajo un nuevo papel para las mujeres, convertidas en el símbolo del prestigio social de su marido, una esposa florero" señala B. Cosgrave en Historia de la moda. Desde Egipto hasta nuestros días. La emperatriz Isabel de Austria (1837-1898) fue una de las primeras damas en recurrir a los nuevos profesionales de la confección. La figura del couturier (nombre por el que se conocía a los modistos) se volvió prioritaria. El estilo tapicero es el que estaba de moda a finales de siglo. Su nombre proviene de la inclinación a imitar decorados de los salones y las cortinas. A Sissi, de quien se asegura que era anoréxica y para quien su esbeltez era uno de los asuntos más importantes de la vida, la moda de los cuerpos ajustados le fue favorable.
 
Peinado. El cabello era la joya más valiosa de todas las damas. Cuanto más largo y mayor dificultad hubiera en el trenzado, mucho más valorado. Isabel era admirada por su larga cabellera, que teñía de castaño. Fanny Angerer, su peluquera, pasaba más de tres horas diarias elaborando estos complicadísimos trenzados. 

Maquillaje. El estatus social de las damas iba marcado también por el maquillaje. Una piel pálida denotaba poca exposición al sol y vida confortable. Los rostros se aclaran y se subrayan los ojos y las cejas, dando la sensación de naturalidad y poco esfuerzo físico. 

Escote. Amplio, aunque sobrio, muestra las formas de los hombros y el contorno de la espalda, además de la elegancia del cuello desnudo que se delinea con una gargantilla. 

Mangas. Diminutas, apenas para sostener y marcar la línea del escote. Son la excusa del traje para fijar la atención en el cuerpo femenino y dar protagonismo a los pálidos brazos que denotaban la exquisitez y finura de la dama. 

Corpiño. El criterio estético del torso femenino no varía: escotes amplios, talle ajustado y cintura diminuta para una apariencia esbelta. Se conserva la utilización del corsé de talle largo y en punta, pero ahora con el estilo princesa, es decir, recubiertos con la misma tela del vestido. 

Polisón. Así como la crinolina desplazó al miriñaque, en 1868 Charles Worth -el couturier de Sissi- decretó la muerte de la crinolina, dando paso a un armazón mucho más gracioso que abulta el trasero, otorgando a la silueta femenina una forma más arqueada. 

Guantes. Blancos, lisos y hasta la mitad de antebrazo, este accesorio indicaba estilo y delicadeza. La dignidad que le confiere al vestuario es inversamente proporcional a la mala educación de la dama al prescindir  de ellos.

Abanico. Junto con los guantes y el pañuelo, formaba parte de los accesorios indispensables del buen vestir femenino.
Pañuelo. Solían confeccionarse con seda, lino y encaje de aplicación de Bruselas. Los pañuelos no tenían más uso que el de sostenerlo, en un gesto de extrema distinción. 

Vestido. Ceñidos al torso y ajustados exageradamente a la cintura, las faldas son planas al frente y abultadas por detrás gracias al polisón, con una enorme cola que daba gracia al movimiento. Los de una sola pieza, son los vestidos princesa, que se usaban para ocasiones de etiqueta. Sus bordados aportan sofisticación y sus telas estaban inspiradas en el decorado de los salones de la época. 

Calzado. Para finales de siglo, las faldas fueron acortándose, lo cual trajo una revolución en la moda: los zapatos. Aparecen revistas especializadas con diseños de todo tipo, desde el calzado para montar como el de paseo o bailes, hasta finalizar en los zapatos de etiqueta. La botita con tacón mediano y decorados delicados estaba entre los preferidos por las damas de la alta sociedad.