Lady Smith, una extremeña en Sudáfrica
(La columna de Cristina Morató en Mujer de Hoy del 26 de junio de 2010)
Estos días [...] son un buen momento para
recordar a una extremeña cuyo destino quedó para siempre unido a la
historia de este país. Se llamaba Juana María de los Dolores de León y
fue la esposa del general sir Harry Smith, nombrado gobernador de la
colonia de El Cabo en 1847. En honor a su valor -y al amor que sentía
hacia Juana-, el militar bautizó como Ladysmith una ciudad de la región
de KwaZulu. La suya fue una de las historias de amor más románticas
vividas en aquellos tiempos de guerra y conquistas.
En abril de 1812, el ejército de Wellington tomó la ciudad de Badajoz tras un duro combate contra las tropas napoleónicas. En este escenario de muerte y destrucción un apuesto oficial británico, Harry Smith, dio refugio en su campamento a una muchacha que había perdido a sus padres en el asalto. Juana tenía sólo 14 años y pertenecía a una familia de ilustre abolengo, los Ponce de León.
Su belleza, temperamento y valor cautivaron al militar. Pese a su diferencia de edad -era 11 años mayor que ella-, días más tarde la pareja contrajo matrimonio. Juanita, como la llamaba Harry en la intimidad, decidió seguir a su esposo por los campos de batalla sin importarle el riesgo ni las privaciones. Se adaptó a las marchas agotadoras a lomos de caballo, a la comida escasa y a dormir a la intemperie o en incómodas tiendas de campaña. El olor a pólvora y a sangre la acompañarían a lo largo de toda su vida, desde Waterloo a la India, pasando, por supuesto, por Sudáfrica. Juana, ya convertida en lady Smith, viviría dos décadas en la región más austral del continente africano, mientras su esposo libraba batallas contra las tribus nativas.
A esta española de rompe y rasga todavía se la recuerda con admiración en la ciudad de Ladysmith. En su museo se conserva un retrato suyo, así como un par de pendientes y una peineta. A Juanita Smith, que nunca renunció a sus orígenes, le gustaba, en las recepciones oficiales, vestir con mantilla, bailar fandangos e improvisar canciones populares. El duque de Wellington, al conocer la vida de sacrificios que había llevado junto a su esposo, dijo de ella: Era una auténtica heroína, la digna sucesora de Agustina de Aragón.
En abril de 1812, el ejército de Wellington tomó la ciudad de Badajoz tras un duro combate contra las tropas napoleónicas. En este escenario de muerte y destrucción un apuesto oficial británico, Harry Smith, dio refugio en su campamento a una muchacha que había perdido a sus padres en el asalto. Juana tenía sólo 14 años y pertenecía a una familia de ilustre abolengo, los Ponce de León.
Su belleza, temperamento y valor cautivaron al militar. Pese a su diferencia de edad -era 11 años mayor que ella-, días más tarde la pareja contrajo matrimonio. Juanita, como la llamaba Harry en la intimidad, decidió seguir a su esposo por los campos de batalla sin importarle el riesgo ni las privaciones. Se adaptó a las marchas agotadoras a lomos de caballo, a la comida escasa y a dormir a la intemperie o en incómodas tiendas de campaña. El olor a pólvora y a sangre la acompañarían a lo largo de toda su vida, desde Waterloo a la India, pasando, por supuesto, por Sudáfrica. Juana, ya convertida en lady Smith, viviría dos décadas en la región más austral del continente africano, mientras su esposo libraba batallas contra las tribus nativas.
A esta española de rompe y rasga todavía se la recuerda con admiración en la ciudad de Ladysmith. En su museo se conserva un retrato suyo, así como un par de pendientes y una peineta. A Juanita Smith, que nunca renunció a sus orígenes, le gustaba, en las recepciones oficiales, vestir con mantilla, bailar fandangos e improvisar canciones populares. El duque de Wellington, al conocer la vida de sacrificios que había llevado junto a su esposo, dijo de ella: Era una auténtica heroína, la digna sucesora de Agustina de Aragón.
P. D.: Juana no sólo
dejó su nombre a la histórica ciudad de Ladysmith, sino que en su honor
se bautizó una variedad sudafricana de melón dulce y anaranjado, el
spanspek (desayuno español), que era su fruta preferida. En Badajoz, su
ciudad natal, una avenida recuerda a la intrépida aventurera.
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