El problema de los otros
(Un cuento de Paulo Coelho en el XLSemanal del 13 de junio de 2010)
Érase una vez un sabio muy conocido
que vivía en una montaña del Himalaya. Cansado de convivir con los
hombres, había optado por una vida sencilla, y pasaba la mayor parte
de su tiempo meditando.
Su fama, no obstante, era tan
grande que las personas estaban dispuestas a caminar por estrechos
senderos, subir colinas escarpadas, o vadear caudalosos ríos, apenas
para conocer a aquel hombre santo, al que creían capaz de resolver
cualquier angustia del corazón humano.
Este sabio, como era un hombre
muy compasivo, no dejaba de dar un consejo aquí y otro allá, pero
procuraba librarse cuanto antes de los visitantes no deseados. A pesar
de todo, éstos aparecían en grupos cada vez mayores y, en cierta
ocasión, una multitud se agolpó a su puerta diciendo que en el
periódico local se habían publicado bellas historias sobre él, y que
todos estaban seguros de que sabía cómo superar las dificultades de la
vida.
El sabio nada dijo; les pidió a
todos que se sentasen y esperasen. Pasaron tres días, y no paraba de
llegar gente. Cuando ya no quedaba espacio para nadie más, él se
dirigió a la muchedumbre que esperaba frente a su puerta:
-Os os voy a dar la respuesta
que todos queréis. Pero debéis prometerme que, a medida que vuestros
problemas se solucionen, les diréis a los nuevos peregrinos que me fui
de aquí, de manera que yo pueda continuar viviendo en la soledad que
tanto anhelo. Los hombres y mujeres presentes hicieron un juramento
sagrado: si el sabio cumpliese lo prometido, ellos no dejarían que
ningún otro peregrino subiese a la montaña.
-Contadme vuestros problemas – pidió entonces el sabio.
Alguien comenzó a hablar, pero
fue inmediatamente interrumpido por otras personas, ya que sabían que
aquélla era la última audiencia pública que el hombre santo daría, y
temían que no tuviera tiempo de escucharlos a todos. A los pocos
minutos, la situación ya era caótica: multitud de voces gritando al
mismo tiempo, gente llorando, hombres y mujeres arrancándose los
cabellos de desesperación, ante la imposibilidad de hacerse oír.
El sabio dejó que la escena se prolongase un poco más, y por fin gritó:
-¡Silencio!
La multitud enmudeció inmediatamente.
-Escribid vuestros problemas y dejad los papeles aquí, frente a mí.
Cuando todos terminaron, el sabio mezcló todos los papeles en una cesta, pidiendo a continuación:
-Id pasando esta cesta de mano
en mano, y que cada uno saque un papel y lo lea. Entonces podréis
cambiar vuestro problema por el que os ha tocado, o pedir que os
devuelvan el papel con el problema que escribisteis originalmente.
Todos los presentes fueron
tomando una de las hojas de papel, la leyeron, y quedaron
horrorizados. Sacaron como conclusión que aquello que habían escrito,
por muy malo que fuese, no era tan serio como lo que afligía a sus
vecinos. Dos horas después, intercambiaron los papeles, y cada uno
volvió a meter en su bolsillo su problema personal, aliviado al saber
que su aflicción no era tan dura como se imaginaba.
Agradecieron la lección,
bajaron la montaña con la seguridad de que eran más felices que los
demás, y –cumpliendo el juramento realizado- nunca más permitieron que
nadie perturbase la paz de aquel hombre santo.
Etiquetas: Cuentos y leyendas
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