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viernes, marzo 8

Las amantes de los presidentes estadounidenses

(Un artículo de Azucena S. Mancebo en El Magazine de El Mundo del 4 de noviembre de 2012)

Quizá fuera el más sonado, tal vez haya sido el más comentado y es posible que hasta sea el más recordado, pero el affaire entre Monica Lewinsky y Bill Clinton, a la sazón becaria y presidente, a mediados de la década de los 90, no es, ni mucho menos, la única aventura que las paredes de La Casa Blanca han presenciado y contarían si pudieran. Cerca de 200 años antes, el que fuera tercer presidente del país y el segundo inquilino deI hogar presidencial, Thomas Jefferson (1743-1826) escandalizó a la sociedad racista estadounidense del XIX al hacerse público, no por voluntad suya, que mantenía relaciones con Sally Hemmings, una esclava negra comprada por 50 dólares. Con ella tuvo siete hijos, a los que, por cierto, rehuía ver. A pesar de cierto afecto que parecía tener por su amante (le compraba ropa, ordenó que la vacunaran contra la viruela), Sally nunca obtuvo la libertad y, tras la muerte de Jefferson, el presidente que restringió las libertades de la Constitución a los hombres de raza blanca, dos de sus hijas fueron vendidas al propietario de un prostíbulo de Nueva Orleans.

Los prejuicios sociales también impidieron al presidente James Buchanan (1791-1868) gritar a los cuatro vientos que mantenía una relación. No es que estuviera casado (de hecho, es el único presidente estadounidense soltero), es que se enamoró de quien no debía: el senador de Alabama, William King. Su relación era ridiculizada por la prensa, les enviaban cartas a nombre del "señor y señora Buchanan" (compartieron casa durante 15 años cuando ambos estaban en el Congreso) y en Washington eran conocidos como "los gemelos siameses", aunque ellos siempre mantuvieron las apariencias.

Lo mismo trató de hacer el matrimonio Roosevelt desde que en septiembre de 1918 Eleanor descubriera unas cartas en el equipaje de Franklin (1882-1945) donde se desvelaba la relación que mantenía con Lucy Pebensi, secretaria de su mujer. Para no arruinar la carrera política de su marido y ante la amenaza de tener que criar a sus cinco hijos ella sola, Eleanor aceptó mantener las formas de cara a la sociedad y ser solo amigos y colegas políticos en la intimidad. Algo así como lo que algunos expertos aseguran que sucedió entre los Clinton. Tras salir a la luz la célebre aventura del presidente con su becaria en el Despacho Oval, Hillary cerró filas en torno a su marido y le mostró, públicamente, su apoyo incondicional.

Por suerte para Jacqueline Kennedy los múltiples escarceos de su marido John (19171963), entre ellos con MariIyn Monroe, nunca fueron probados, al menos públicamente. Eso sí, tras el asesinato de JFK, la legión de mujeres que aseguró haber sido amante del presidente parecía no tener fin: la artista Alicia Darr Clark, la actriz Angie Dickinson, Marlene Dietrich, la política Judith Campbell, la secretaria Pamela Turnure, la espía Ellen Rometsch y Mary Meyer. La última en sumarse a la extensa lista es Mimi Alford quien, según cuenta en un libro fue la querida de JFK durante los años en los que fue su becaria.

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