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jueves, mayo 9

Otra forma de ver los cuentos: Caperucita Roja



(Un artículo de Pablo Mérida en el Magazine de El Mundo del 3 de julio de 2011)

¿Era una inocente niña engañada? ¿Una lasciva Lolita dispuesta a dar rienda suelta a sus fantasías con el loba? Interpretaciones hay para todos los gustos, pero lo cierto es que este relato recogido de la tradición oral por Charles Perrault, en 1697, y que los hermanos Grimm popularizaron en 1812, es una de las narraciones que más versiones conoce.

Es el cuento clásico por excelencia. Caperucita roja es un auténtico icono de la cultura popular que ha sido versionado en infinidad de ocasiones. ¿Quién no ha oído contar alguna vez ese estremecedor relato sobre el lobo que acosa a la pequeña e ingenua niña que pretende llevar la merienda a su abuela enferma? Aunque para las nuevas generaciones, cada vez resulta menos estremecedor. Basta ver la imagen de la protagonista que han ofrecido dos recientes filmes: en La increible pero cierta historia de Caperucita roja (2005) la niña es sospechosa de cometer robos de bollos en complicidad con el lobo; mientras que en Caperucita roja.¿A quién tienes miedo?, la versión de la cineasta Catherine Hardwicke (directora también de una de las entregas de la saga de vampiros Crepúsculo), y estrenada en España en primavera, aparece corno una atractiva muchacha (interpretada por la actriz Amanda Seyfried) que, más que por el lobo, está preocupada por su futuro sentimental.

La historia original nunca fue lo que se dice tierna. Teresa Colamer, especialista en literatura infantil y juvenil, advierte: "Los cuentos tradicionales pueden ser considerados muy bárbaros si se leen literalmente, pero hay que tener en cuenta que no se dirigían a los niños cuando fueron creados". El auténtico origen de Caperucita se pierde en la historia. Susana González Marín, profesora de Filología Clásica de la Universidad de Salamanca, explica que "como para la inmensa mayoría de los cuentos populares, no es posible fijar un origen exacto. Desde épocas muy antiguas, sus elementos han mostrado un carácter extraordinariamente invasivo, y con enorme vitalidad han penetrado en sistemas culturales muy diferentes (de la literatura infantil a la pornografía, de la poesía culta a la sátira política) y han dado lugar a manifestaciones heterogéneas con finalidades muy diversas, aunque, eso sí, siempre definiendo el papel de la mujer en las distintas sociedades". Autora de ¿Existía Caperucita roja antes de Perrault?(Ediciones Universidad Salamanca, 2005), González Marín descubrió rasgos del cuento, corno la caperuza o la cesta, en relatos de la Antigüedad Clásica y de la Edad Media.

En The Trials&Tribulations of Little Red Riding Hood (Los juicios y tribulaciones de Caperucita roja, Routledge, 1993), el estudioso Jack David Zipes explica que, antes de que Charles Perrault pusiera por escrito la primera versión en el siglo XVII, existió una oral bastante truculenta.

El planteamiento era el conocido: la madre de Caperucita envía a su hija a casa de su abuelita para llevarle la merienda en una cesta y le advierte de que siga el camino principal para evitar los peligros del bosque. En el trayecto, la niña se encuentra con un lobo que se interesa por su destino. El animal se adelanta y entra en casa de la abuelita Allí descuartiza a la anciana y, mediante engaños, da a probar la sangre y la carne de la víctima a la niña cuando llega. Al intuir el peligro, la muchacha intenta escabullirse diciendo que ha de salir a orinar. En una de las escenas más chocantes, el lobo le pide que lo haga en la cama. Ella insiste en salir y consigue huir.

En 1697, Perrault recogió esta historia y la incluyó en su obra recopilatoria Cuentos del pasado. ''Hubiera podido hacer mis cuentos más agradables, mezclando esas cosas un poco libres con que se los ha solido amenizar; pero el deseo de agradar no me ha tentado jamás lo suficiente para violar la ley que me he impuesto de no escribir nada que pueda herir el pudor o el decoro", aseguró. Aunque eliminó los pasajes más escatológicos, mantuvo las connotaciones sexuales (Caperucita terminaba dentro de la cama con el lobo) y apostó por un final trágico: ella y la abuela son devoradas por el animal. Lo que le permitió incluir un poema final moralizante, en el que aconsejaba a las chicas que tuvieran cuidado con los desconocidos.

Pero fueron los hermanos Grimm, en 1812, quienes realizaron la adaptación más famosa, suavizando el componente erótico. Le dieron un aire más inocente e incluyeron un final feliz en el que un cazador irrumpe en la casa de la abuelita mientras el lobo duerme, rescata a Caperucita y a la anciana abriéndole la barriga al animal, y después se la rellena con piedras. Al despertar, harán que el lobo termine ahogándose en el río. Los Grimm incluyeron también, a modo de epílogo, un pasaje en el que Caperucita volvía a ser acosada por otro lobo. Pero ella demostraba haber aprendido la lección.

Como señaló Román López Tamés en Introducción a la literatura infantil (Universidad de Murcia, 1990), Caperucita roja quizá sea el cuento que se ha prestado a más análisis e interpretaciones. El antropólogo sir James Frazer lo incluye dentro de los ritos vegetales: Caperucita, el grano, es devorada por la tierra (el lobo), de la que surgirá en una nueva planta. En un ensayo de los 80, el francés Pierre Rodríguez considera que la enumeración anatómica (orejas, ojos, dientes) sirve para enseñar a los niños las partes del cuerpo. Por su parte, el psicólogo Erich Fromm opinaba que se trata de una iniciación a la pubertad femenina.

Para el psicólogo infantil austriaco Bruno Bettelheim, no hay que darle tantas vueltas: ''El rojo es el color que simboliza las emociones violentas, sobre todo las de tipo sexual [...] El peligro de Caperucita es su sexualidad incipiente, para la que todavía no está madura", escribe en Psicoanálisis de los cuentos de hadas (Crítica, 2010). Para él, la versión del cuento de Perrault pierde parte de su atractivo al dejar tan claro que el lobo no es un animal, sino una metáfora. "Cuando la niña se desnuda y se mete en la cama con el lobo y éste le dice que sus brazos son para abrazarla mejor, podernos pensar que Caperucita es tonta o quiere que la seduzcan porque, en respuesta a esta seducción tan evidente, no escapa ni se opone”. En su opinión, los Grimm llevaron a la pequeña a un periodo de búsqueda del placer en el que trata de librarse de sus adultos. Por eso es tan clara en las explicaciones que da al lobo en su encuentro en el bosque.

Blanca Álvarez, autora de La verdadera historia de los cuentos populares (Morata, 2011), cree que su universalidad se debe a que "el mito de la sexualidad femenina está en ella. Es el símbolo sexual de la pubertad. El rojo, color de la sangre menstrual, lo es también de la pasión".
Una evidencia del impacto de este cuento es su cantidad de versiones. En España se han publicado más de 600. […] Y hay variantes para todos los gustos. En Cuentos en verso para niños perversos (Alfaguara. 2007), de Roald Dahl, Caperucita dispara al lobo y se hace un abrigo con su piel. En La abuelita de Caperucita roja (Bruño, 2002), Fernando Lalana convierte a la anciana en cazadora de lobos. En Caperucita de colores (Bruño, 2008), Carles Cano presenta a una niña caprichosa y a un lobo vegetariano.

Si en la literatura este personaje sigue reservado al público infantil, en otros terrenos se dirige al adulto. En el cine, aunque ya en 1945 Tex Avery demostró las posibilidades sensuales de Caperucita corno cabaretera en el cortometraje Red Hot Riding Hood, ha sido [en 2011] cuando la película de Catherine Hardwicke ha revelado su interés adulto. Algo que tiene más que claro la publicidad, corno demostró la campaña de Chanel, en la que erauna irresistible Lolita capaz de hacer callar al más fiero de los lobos.