Los idealistas que sacudieron el ‘e-mundo'
(La columna de Carlos Salas en el suplemento económico de El
Mundo del 25 de mayo de 2008)
Gracias, gracias, gracias. Lo digo tres veces porque tengo
que mostrar mi agradecimiento a tres personas altruistas que, en vez de buscar
su propio beneficio, hicieron un sacrificio portentoso y regalaron sus inventos
al mundo. Y vaya si lo hemos notado todos.
El primero de ellos es Ray Tomlison, ingeniero y programador
del MIT (Massachusetts Institute of
Technology) que trabajaba para Arpanet hace muchos años. Arpanet era la red
que conectaba los ordenadores del Pentágono y que luego se convirtió en un
tejido que incluía universidades y centros de investigación del mundo. El señor
Tomlison pretendía hacer más rápida la forma en que los científicos e
intelectuales se intercambiaban información electrónica por esa red, de modo
que en el tosco correo electrónico de entonces se le ocurrió poner el nombre de
la persona y luego el servidor. Y escuchen esto: en medio de esas dos claves
decidió situar la arroba como signo separador, ese signo llamado @ que hoy
usamos todos. Era el nacimiento del correo electrónico moderno.
¿Por qué la arroba? Porque era una tecla casi inservible que
estaba a la derecha de la letra P de su máquina Teletype 33. Para que se
sorprendan, la arroba es uno de los signos más antiguos de la cultura europea.
Originalmente viene de la preposición latina ad (que significa «hacia» o «a»), pero los escribas del siglo VI,
esos copistas frenéticos de la antigüedad (en realidad eran fotocopiadoras
humanas) escribían tan deprisa que fundieron los dos signos en uno y crearon el
signo @ para ganar tiempo. En inglés se le llamó «at» y era un símbolo
comercial que quería decir «cada uno al precio de...». Por así decirlo, 3
barriles@200 libras significaba: «Tres barriles, cada uno al precio de 200
libras». Seguro que eran de cerveza.
El signo cogió fuerza por Europa y recibió toda clase de
nombres curiosos: «oreja de elefante» en Suecia, «cola de mono» en Holanda, «chiocciola»
(caracol) en Italia, y en español «arroba», que era una medida medieval de peso
que procede del árabe «rub». Y ha llegado hasta hoy, que es empleado como el
signo matemático del área. Alguien lo incluyó por capricho en las máquinas de
escribir situándola por encima de la tecla A.
Bueno, no nos despistemos que ahora viene lo bueno: Tomlison
no cobró ni un dólar por rescatar la arroba para los correos electrónicos. Ni
jamás lo pretendió. Donó su idea a la humanidad y gracias a ello no pagamos royalties por ese servicio.
El segundo idealista del que quiero hablar se llama Tim.
Bueno el nombre completo es Tim Berners-Lee. Ahora todos le llaman Sir, porque es un caballero británico. El
buenazo de Tim se pasaba el día consultando archivos científicos en todo el mundo.
Lo hacía porque trabajaba en el CERN (el Consejo Europeo de Investigaciones Nucleares),
en Suiza. En dicho laboratorio sabían que mientras más conocimiento chupasen de otras partes del mundo, más
rápido avanzarían en sus investigaciones. El obstáculo era que para realizar eso,
se necesitaba conectarse con ordenadores del planeta a través de un sistema engorroso
y complejo que agotaba al más osado. Imagínense la tarea: era como escribir una
carta de amor, meterla en un sobre, ponerle el sello de cera y enviarla. Y esperar
la respuesta.
Por eso el joven Berners-Lee pensó que sería fabuloso que
los ordenadores del mundo hablasen el mismo idioma. ¿Qué tal si lo invento yo?,
se dijo. Lo llamó HTML (Hyper Text Markup Language). No contento con eso, él y
su colega Robert Caillau, pensaron lo siguiente: Oye, ¿y si los ordenadores del
mundo pudieran conectarse por una autopista internacional sin aduanas? Y se les
ocurrió la World Wide Web. Una prodigiosa telaraña que nos uniese a todos a la
velocidad de la luz.
La pusieron en marcha a principios de los alias 90 pero,
claro, si la patentaban y cobraban royalties,
pues se iba a desarrollar muy lentamente, generaría conflictos de interés, habría
compañías interesadas en monopolizarla, así que el 30 de abril de 1993, los
Científicos del CERN decidieron renunciar a los derechos intelectuales de la
www, y la regalaron a la humanidad (pueden ver la historia y el interesante
documento en http://news.bbc.co.uk/2/hi/technology/7375703.stm).
Y el tercer bicho raro es finlandés, se llama Linus Torvalds
y se ha convertido en la mayor amenaza de Microsoft. Este periódico se
convirtió en 1996 en uno de los primeros del mundo en hablar de Torvalds el
cervecero. Voy a contar cómo lo descubrí: yo estaba trabajando en este periódico
y se me acercó el jefe de internet para decirme: «Oye, deberíais escribir algo
de Linus Torvalds. Ha inventado un programa llamado Linux que es gratuito, que
sirve para que funcionen los ordenadores y que se beneficia de las aportaciones
de los informáticos del mundo entero». Yo entendía menos de la mitad de lo que
me decía, pero mi curiosidad me llevó a consultar la página web de Linus.
Cuando la abrí, me encontré con una serie de fotos de un joven rodeado de
botellas de cerveza. «¿Y pretendes que hagamos un reportaje de este borrachín?»,
dije.
Me fie de su palabra y lo hicimos. Hoy muchos reconocen al pingüino
Tux que caracteriza al logotipo de Linux como la enseña de un programa de
código abierto que está arrasando en el planeta por su fiabilidad.
Torvalds inventó Linux, como dice su autobiografía, «sólo
para divertirme» (Just for Fun, Harper
Business), y por eso lo cedió al planeta humano. De modo que tenemos a tres idealistas
gracias a los cuales los terrícolas se comunican mejor y más barato: Tomlison, Berners-Lee
y Torvalds.
Etiquetas: Culturilla general
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