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sábado, agosto 26

Fernando el Católico, a la larga sombra de Isabel

(Un texto de Henry Kamen en el XLSemanal del 31 de enero de 2016)

Fue un monarca inteligente, duro y poco conocido, aseguran los estudiosos, el primer rey de una España unificada. El ser marido de la reina de Castilla oscureció su labor. Muchos lo recuerdan como uno de los grandes gobernantes de la historia.

Fernando el Católico, el primer rey de una España unificada, ha tenido un lugar insólito y muchas veces contradictorio en la memoria de los españoles. Muchos lo recuerdan como uno de los grandes gobernantes de su historia.

Se dice que el rey Felipe II, deteniéndose en cierta ocasión delante de un retrato del rey Fernando, habría exclamado. “¡Se lo debemos todo a él!”. Dos siglos más tarde, el escritor José Cadalso declaró. “La monarquía española nunca fue más feliz por dentro, ni tan respetada por fuera, como en la época de la muerte de Fernando el Católico”.

En la práctica, los españoles no estaban de acuerdo sobre los logros o la reputación del rey. Una razón para ello era que los escritores, sobre todo en Castilla, prestaban una mayor atención a la carrera de la reina Isabel.

A pesar de los elogios y alabanzas que muchos autores dedicaron a los dos monarcas, la verdad es que con el tiempo el grueso de los elogios recayó en Isabel y bastantes menos en Fernando. De hecho, en escritos posteriores, y fuera del reino de Aragón, el rey Fernando sufrió un constante declive en su popularidad y llegó a ser olvidado prácticamente por los historiadores. Algunos de ellos, como los castellanos, eran francamente despectivos; es el caso del cronista sevillano Andrés Bernáldez, que escribió. “España fue, en tiempos de los bienaventurados reyes don Fernando y doña Isabel, durante el tiempo de su matrimonio, más triunfante y más sublimada, poderosa, temida y honrada que nunca fue”. La insinuación es que después de la muerte de Isabel el rey ya no era un éxito. Esta tendencia fue particularmente marcada después del siglo XVIII, debido al papel dominante que Castilla asumió en los destinos de España. Y luego, por supuesto, tenemos los ataques dirigidos contra Fernando, desde la mitad del siglo XIX en adelante, por los escritores nacionalistas catalanes que, sin ningún tipo de pruebas, lo acusaban de arruinar a su país (Cataluña) en favor de Castilla.

Sin embargo, precisamente a causa de esta hostilidad al rey, algunos estudiosos de la corona de Aragón hicieron un intento de examinar la carrera del monarca. El más destacado de ellos fue el historiador oficial de Aragón (desde 1548) Jerónimo de Zurita, quien redactó el primer estudio serio del rey; y el escritor Baltasar Gracián, quien en 1640 escribió un pequeño ensayo sobre él. El rey, sin embargo, tuvo que esperar 300 años más para conseguir una biografía seria, escrita por el catalán Jaime Vicens Vives; e incluso entonces la historia no tuvo un final feliz, porque Vicens nunca terminó su trabajo, y en todo caso muchos nacionalistas lo criticaron por ser demasiado favorable a Fernando.

Es cierto su apoyo al establecimiento de la Inquisición. Sin su ayuda, la Inquisición habría tenido dificultades. De la misma manera, su apoyo a las medidas tomadas en contra de los conversos judíos y convertidos musulmanes ha hecho que algunos historiadores lo consideren un racista. Sin embargo, sabemos que sus asesores más cercanos eran judíos y conversos, y que él siempre tenía médicos judíos; esto es evidencia suficiente de que él no era racista. En otro tema, por su decisión de retirar a su hija Juana (la Loca) del poder, ha sido considerado una persona sin corazón; sin embargo, es difícil ver qué otras medidas podría haber tomado cuando ella era obviamente incapaz de gobernar el país.

No es fácil evaluar a Fernando. No era la cabeza de un gran estado, y como resultado no hay mucha documentación sobre sus acciones y sus éxitos. Su principal logro fue como soldado: desempeñó un papel crucial en la terminación de las guerras civiles en Castilla y dirigió la ocupación del reino de Granada. También fue el general que logró la unión de Navarra con Castilla.

Pero él no participó en absoluto en las guerras de Italia, donde el destacado soldado español fue el Gran Capitán. Debemos mencionar que su posición como rey de Nápoles (no conseguido a través de la conquista, sino a través de la negociación) era de hecho la base de su reputación internacional, ya que lo puso en conflicto con el gran poder de Europa, a saber, Francia. Su actividad antifrancesa, a través de la guerra y la diplomacia, se convirtió en la piedra angular de la política exterior de España durante los dos siglos siguientes.

Los españoles, y entre ellos los castellanos, veneraban a Fernando (e Isabel) como los últimos reyes españoles de España. Después de 1516 fueron los alemanes, los Habsburgo, los que ocuparon el trono; y después de 1700, la casa francesa de los Borbones. Ninguna de estas dos dinastías extranjeras consiguió ganarse la lealtad incondicional de los españoles. A lo largo de los siglos posteriores, por tanto, los autores miraron hacia atrás echando de menos la época en la que unos extranjeros no estaban al frente de los destinos de España. Isabel y Fernando hundían sus raíces en lo más profundo de Castilla y Aragón, vivieron con su pueblo y hablaban su lengua. No procedían de ningún país extranjero ni acabaron viviendo, como hizo Carlos V habitualmente, en países extranjeros.

Por último había un elemento de magia y misterio en textos de la época que presentan a Fernando II de Aragón como una especie de Mesías.

Fernando no se esforzó poco en obtener el título correspondiente al desaparecido reino de Jerusalén de los cruzados, un título que consiguió como parte de aquellos acuerdos con Francia que finalmente le otorgaron el control sobre el reino de Nápoles (1504). Fernando utilizó su estatus como ‘rey de Jerusalén’ para reforzar su legitimidad política, reforzando su posición en las pretensiones universalistas que lo situaban a la cabeza de la comunidad de creyentes cristianos. Además, el título de monarca de Jerusalén servía como base en determinadas reclamaciones legales que Fernando empleaba como una justificación para emprender acciones bélicas, como la guerra contra los infieles. La última gran confirmación que recibió el rey provenía de la beata sor María de Santo Domingo, que envió un mensaje al rey moribundo para decirle que no moriría sin antes haber conquistado Jerusalén. No podemos despreciar la posibilidad de que Fernando también se viera a sí mismo como el protagonista de la ola de optimismo derivada del descubrimiento del Nuevo Mundo, gracias a Colón. Colón se veía a sí mismo como un colaborador necesario y activo en la grandeza del rey Fernando.

No es fácil de penetrar en estas muchas facetas de la persona y la carrera del rey, porque la documentación disponible es limitada, y no siempre se puede confiar en el testimonio de los cronistas. Lo que es notable es la capacidad de Fernando de impresionar a sus coetáneos, como el embajador florentino Guicciardini, quien lo describió como un principe potentissimo e prudentissimo , un veredicto con el que pocos podrían estar en desacuerdo.

Fernando el Católico no murió a causa de la ingesta de afrodisiacos, como se ha dicho. Sí es cierto que los tomaba, pero no está clara la relación directa con su muerte. No se ha encontrado nada al respecto en los anales , asegura su biógrafo, Henry Kamen.

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