Homonimias y fulleros: no piquen
(Un texto de Guillermo Fatás en el Heraldo de Aragón del 2
de septiembre de 2018)
Que la tiranía norcoreana se llame ‘Popular’ y ‘Democrática’
no tiene significado real, ni tampoco que haya territorios que se llamen
‘Estado Libre’ cuando no lo son.
Pocos conocen el Estado Libre y Soberano de Obwalden.
Lo llama así su constitución de 1968, aprobada por «el pueblo en nombre de Dios
Todopoderoso» y reformada en 2011, pero todos los suizos saben que Obwalden,
con su pomposo nombre, es un cantón más.
El griego Filóstrato llamó sofistas indoctos a ciertos
habladores más hábiles que instruidos. En nuestro país los hay en número creciente que hablan como si nada de
España como nación de naciones o estado de estados. Desde luego que son peores
por indoctos que por sofistas.
Argumentan que hay estados federales con otros estados
en su seno, como diciendo: «¡Si no pasa nada!». Por ese coladero, claro, asoma la nación de
naciones, fórmula que conduce, en derechura, a que las regiones vasca y
catalana, dejen de ser parte fundamental de España, como han sido siempre,
y pasen a serlo, como mucho, de modo simbólico.
Esta clase de predicadores aventados tiene preferencia
por ejemplificar con la República Federal Alemana y con los EE. UU. de América. Se trata, aseguran, de dos ‘estados con estados’,
situación en apariencia similar, por vía analógica, a la idea de ‘nación de
naciones’. Ambas criaturas imposibles se refuerzan mutuamente y así no parecen
disparates.
Es fácil decir ‘estado de estados’ o ‘nación de
naciones’. Sale gratis. Ambas expresiones, aun siendo de aspecto lógico y
sintaxis correcta, son majaderas. Véanse estas otras dos expresiones igualmente correctas, pero que
contienen dos grandes necedades: ‘decaedro regular’ y ‘número primo divisible
por cuatro’. Sucede que no existen ni el decaedro regular ni los números primos
divisibles por cuatro. La nación de naciones puede enunciarse, pero no puede
existir, salvo que se aclare que ‘nación’ alude a dos cosas diferentes: nación
política (la que contiene) y naciones culturales, étnicas, etc. (las
contenidas). Pero, si se aclara, se descubre la trampa.
Juzgar como hacen estos sofistas indoctos llevaría a
pensar que la República Democrática Popular de Corea es una república
democrática que hay en Corea; o que California es una república porque en su
bandera se lee un contundente ‘Republic of California’. Pues es que no.
Alemania y sus ‘estados libres’
El modelo favorito para estas necedades (o
manipulaciones) que dan gato por liebre es el alemán. Ya que algunos conceptos
de su constitución (Bonn, 1949) inspiraron otros de la española de 1978, los
charlatanes intuyen -erróneamente- que la Ley Fundamental de la República
Federal de Alemania (‘Grundgesetz für die Bundesrepublik Deutschland’) podría
también servir de modelo para crear ‘estados libres’ en España, sin que se
quiebre nada importante. Nada más falso.
En Alemania existen algunas ‘ciudades libres’, como la
‘Ciudad Libre y Hanseática de Hamburgo’; y varios ‘Estados Libres’, como
Baviera, Sajonia o Turingia. Pero el hecho no tiene relevancia jurídica. El
nombre de la ‘Ciudad Libre Hanseática de Bremen’ la distingue del estado
homónimo al que pertenece: por motivo semejante (evitar confusiones), la
capital federal de México ha pasado en 2016 a llamarse ‘Ciudad de México’ en
vez de México.
En Alemania, esas denominaciones son de quita y pon :
Turingia se tituló Estado Libre por primera vez en 1993. El predicador necio
ignora cómo empezó el asunto y lo que significa desde 1918, en la Alemania
recién derrotada y arruinada. La Constitución de Weimar, dispuso (art. 17):
«Todo estado [federado] debe tener una constitución de estado libre». Por ello
se denominaron expresamente así Prusia, Sajonia, Brunswick, Anhalt, Oldenburg,
los Mecklenburgos, Waldeck, los Lippe y los microestados de Turingia, salvo
uno. Hoy, es una cuestión por entero nominalista y sin enjundia
jurídicopolítica.
El nombre no hace la cosa
No hay que dejarse embaucar por estos parlanchines. Lo
que de veras importa, a los efectos de las reflexiones sobre el futuro de
España y la reforma de su Constitución, es esto: las denominaciones de los
estados alemanes, incluida la de Estado Libre, carecen de significado legal y
jurídico y no tienen importancia de hecho, pues todos los componentes
territoriales de la República Federal tienen exactamente -exactamente- la misma
condición constitucional.
Un león marino no es un león; ni un oso hormiguero es
un oso. ¿Aceptaría alguien en su sano juicio que hay parentesco entre un
caballo y un caballo de mar, esto es, entre un mamífero herbívoro y un
pececillo carnívoro, falto de dientes y estómago? ¿Algún bobo piensa que sean
la misma clase de lengua la lengua de ternera y la lengua noruega, un suponer? Por
lo mismo, no debe aceptarse que todo estado libre sea un estado libre solo por
llamarse así.
Esas homonimias en boca de un fullero, de un necio o
de un fullero necio resultan arteras. No piquen. Vigílenlas.
Etiquetas: Ayudando a Supereñe (y a sus amigos guiris)
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