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miércoles, enero 9

Falsos mitos cosméticos

(Un texto de Stefanie Milla en el XLSemanal del 4 de marzo de 2018)

No te creas todo lo que dicen (ni todo lo que anuncian) de los cosméticos. Elaboramos una guía para navegar por las peligrosas aguas de las leyendas cosméticas.

Mito 1: Lo orgánico y ‘bio’ siempre es más seguro.

No podemos negar que, en un mundo donde las alarmas por contaminación se alternan en las noticias con informes sobre cambio climático, pesticidas o intoxicaciones varias, pensar en la naturaleza como algo salvador resulta casi inevitable. Pero ‘natural’ no equivale necesariamente a ‘cien por cien seguro’ ni a ‘trescientos por cien eficaz’.

«No todo lo natural está exento de efectos secundarios ni todo lo orgánico es mejor», explica la doctora Ariadna Ortiz Brugués, dermatóloga y directora médica de Pierre Fabre Dermocosmética. «Los dermatólogos vemos cada vez más casos de alergias producidas por sustancias ‘naturales’. Como bien sabe cualquier alérgico al polen o quien haya rozado algo tan común como una ortiga sabrá que un producto puede ser totalmente natural y no por ello bueno para la piel».

Pedro Catalá, doctor en ciencia y tecnología cosmética y creador de Twelve Beauty, añade: «Hay muchas sustancias naturales aprobadas por Ecocert y otros sellos ‘bio’ que son terriblemente irritantes. Por ejemplo, los aceites esenciales, que tienen una gran capacidad de penetrar la barrera cutánea y están repletos de alérgenos».

Mito 2: Si es hipoalergénico, no puede producir alergia.

La doctora Ortiz Brugués es contundente: «Falso. ‘Hipoalergénico’ significa con bajo riesgo de producir alergia, pero no que el producto no contenga sustancias alergénicas».

Es cierto que un producto hipoalergénico reduce el riesgo, al igual que hacen sistemas como la fabricación en entorno estéril, los envases airless que reducen la necesidad de conservantes o las fórmulas con un número de ingredientes limitado, pero ningún fabricante puede asegurar al cien por cien que su fórmula sea neutra para todos los habitantes del mundo.

Mito 3:  Un producto es mejor cuanto más penetre en la epidermis.

Pedro Catalá es rotundo: «No olvidemos que realmente el objetivo del cuidado de la piel es el opuesto: reforzar la barrera para protegerla frente a agresiones externas». El Reglamento (CE) n.º 1223/2009 del Parlamento Europeo y del Consejo, de 30 de noviembre de 2009, sobre los productos cosméticos, los define como «toda sustancia o mezcla destinada a ser puesta en contacto con las partes superficiales del cuerpo humano (epidermis, sistema piloso y capilar, uñas, labios y órganos genitales externos) o con los dientes y las mucosas bucales, con el fin exclusivo o principal de limpiarlos, perfumarlos, modificar su aspecto, protegerlos, mantenerlos en buen estado o corregir olores corporales.

Dicho esto, es lógico que un cosmético no deba penetrar sino actuar en las capas superficiales de la epidermis. Si penetrara, pasaría a otra categoría: a la de fármaco». Pilar García Hermoso, de la Asociación Nacional de Perfumería y Cosmética Stanpa, expone: «Todos los productos cosméticos tienen un equipo de I+D detrás que los formula para que actúen en el órgano diana, y por su diseño y por la estructura anatomofisiológica de la piel lÿos cosméticos no pueden atravesar la barrera cutánea».

Mito 4: La cosmética coreana es infalible.

No para todo el mundo, porque «los cutis europeos y los asiáticos no tienen nada en común». Lo explica Paola Gugliotta, cosmetóloga y creadora de Sepai. «La piel europea es más gruesa, muy curtida por el sol y menos expuesta a la excesiva contaminación de las ciudades asiáticas. Aquí, la prioridad es reafirmar, y en Asia, despigmentar y aclarar».

Pedro Catalá coincide: «La mayoría de los productos coreanos da prioridad a la sensorialidad, con emulsiones evanescentes y ligeras debido a un elevado contenido en siliconas que confieren un toque sedoso, pero que no aportan ningún beneficio».

Mito 5: Hay que cambiar de cosméticos porque la piel se acostumbra.

No, la que cambia es la piel, que no es un órgano de costumbres fijas. Y cambia no solo con el paso de los años, sino también a diario. Y eso no tiene nada que ver con las cremas, sino con el hecho de que es un órgano vivo que responde a factores internos y externos.

«La piel debe ser considerada como un órgano dinámico, en constante transformación, y, por lo tanto, esa va a ser la razón para cambiar de cosméticos. Es decir, la piel en invierno o cuando está sometida a factores externos (calefacciones, polución, sequedad ambiental) va a requerir productos más hidratantes y antioxidantes. Sin embargo, esa misma piel en verano va a necesitar otra serie de principios activos». Así de claro es el doctor Emiliano Grillo, dermatólogo del Instituto Médico Láser de Madrid.

En la misma línea abunda la doctora Ortiz Brugués. «No es que la piel se acostumbre a los cosméticos, sino que su fisiología va cambiando y, con ella, sus necesidades. Además, existen diversas circunstancias que pueden afectar a nuestra piel (acné, frío, cambios hormonales…) y, por lo tanto, en estas ocasiones deberemos optar por cuidados dermocosméticos específicos».

Mito 6: Los activos más nuevos (o más exóticos) son mejores.

Los departamentos de marketing de todo el mundo lo saben: lo nuevo nos atrae como el brillo a las urracas. Todo lo que suene diferente o a destino lejano nos parece mejor que lo anterior… pero no siempre es así.

Pedro Catalá recuerda que en un viaje de exploración botánica a Brasil le presentaron el aceite de pataua como el mejor secreto de las mujeres de la zona. Sin embargo, cuando lo estudió en laboratorio, descubrió que era prácticamente idéntico a nuestro clásico, excelente y reputadísimo aceite de oliva.

Eso no significa que no haya activos nuevos que son excelentes. Es más, las marcas trabajan de forma incesante en mejorar los que ya existen. Desde la Asociación Nacional de Perfumería y Cosmética dan cifras: cada año se reformula el 25 por ciento de los productos del mercado y al menos un 10 por ciento incorpora nuevos ingredientes y moléculas. Como explica Pilar García Hermosa, directora del Área Técnica de Stanpa, «los ingredientes nuevos no tienen que ser siempre mejores, pero, obviamente, sí que pueden estar mejorados». Algo que las grandes marcas no dejan de hacer. sus superventas y sus clásicos cosméticos se reformulan regularmente para adaptar tanto texturas como activos para que incluso fórmulas muy clásicas no dejen de mejorar.

Mito 7: El pH de la piel es 5,5.

Cuántas veces hemos oído que ese es el número mágico para conseguir el equilibrio perfecto de la piel? Innumerables. Pero lo cierto es que ese número no es totalmente exacto, como reconoce Ana Ugidos, farmacéutica y creadora de la marca Bioxán. «La piel es un manto ácido, expulsamos aceites y grasas que sirven de alimento a las bacterias que la protegen y ese pH varía. Lo ideal es incluso que nuestro pH esté por debajo de 5,5 para que esas microbacterias sigan protegiendo nuestra piel. Lo que afectará a una variación por encima de 5 será la aplicación de geles jabonosos y, por consiguiente, la piel será mucho más sensible y puede padecer afecciones cutáneas». La doctora Mar Mira, de la Clínica Mira + Cueto, añade. «El pH es ácido y variable, y oscila entre un 4,5 y un 5,5. Lo ideal es no agredirlo para mantener el manto ácido».

Décimas arriba, décimas abajo, lo importante es no abusar de la higiene ni usar jabones o geles que lo alteren y nos hagan más susceptibles a alergias, irritaciones o reacciones indeseadas.

Mito 8: Beber dos litros de agua al día basta para tener una piel hidratada.

Que levante la mano quien esté harto de leer que el secreto de belleza de las tops es beber dos litros de agua y dormir ocho horas. Porque, si bien está claro que beberla es imprescindible para estar hidratado, con eso no basta, sobre todo en el caso de pieles secas por naturaleza y/o en climas con baja humedad ambiental.

Cuando bebemos agua, esta no va directa y sin escalas a la piel, sino que antes se distribuye por todo el organismo. Es más: los órganos principales tienen preferencia a la hora de recibir su hidratación esencial. Por eso, beber agua solo no basta.

Como comenta Sandra Burgos, directora de Formación de Clinique, «hay cierta implicación de la hidratación de dentro hacia fuera, pero es claramente insuficiente. Nuestra barrera de hidratación cutánea está permanentemente expuesta a agentes externos que la van a alterar. Por eso, el uso de un cosmético hidratante es indispensable, pues sus componentes sellarán esa barrera y la repondrán».

Es necesario aplicar una hidratante a diario que, por un lado, aporte agua y, por otro, impida que se vaya la que tenemos ya dentro es esencial para que la tez se vea realmente jugosa.

Mito 9:  La nanotecnología es el futuro de la cosmética.

Son cada vez más los cosméticos que contienen en sus formulaciones nanopartículas. Es decir, partículas reducidas a nanoescala (entre 100 y 200 nanómetros) para que esos activos penetren a capas más profundas o, en el caso de moléculas grandes, se consiga una textura mejor de los productos en que se incluyen.

Sin embargo, esta tecnología -que está suponiendo avances muy positivos en campos como la medicina- se encuentra muy cuestionada cuando se usa en belleza. ¿La razón? Si un cosmético puede pasar la barrera cutánea, puede llegar con facilidad al torrente sanguíneo, con consecuencias hasta ahora desconocidas. O ser inhalado y llegar a los pulmones o bien penetrar a través de las mucosas. De hecho, el reglamento sobre cosméticos de la Unión Europea exige indicar en el etiquetado si el producto incluye nanomateriales y existe un debate legislativo muy encendido sobre si los activos usados en nanocosmética son o pueden ser nocivos, mientras se espera el resultado de varios estudios que se están realizando al respecto.

Mito 10: La cosmecéutica ha llegado para quedarse.

Nos dicen que es el término medio entre un cosmético y un medicamento y, por tanto, productos más activos que los primeros, pero… si nos atenemos a la ley, los cosmecéuticos están en el mismo territorio que los unicornios. La FDA estadounidense (Food and Drug Administration, el organismo encargado de la regulación de alimentos, medicamentos y cosméticos) afirma que un producto puede ser un medicamento o un cosmético, pero que cosmecéutico no tiene un sentido legal. Y lo mismo sucede con el Reglamento Europeo, que no recoge esa definición.

Como aclaran desde Stanpa, «son muchas las explicaciones que pueden encontrarse en Internet sobre el significado de la palabra ‘cosmecéutico’, pero lo cierto es que actualmente no existe una definición oficial en Europa. El concepto de ‘cosmecéutica’ nace de la fusión entre las palabras ‘cosmética’ y ‘farmacéutica’, pero no podemos introducir conceptos terapéuticos ni farmacológicos en la definición de un cosmético, porque entonces estaríamos hablando de medicamentos».

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