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viernes, enero 25

Tintoretto, retrato de una ambición

(Un texto de José Segovia en el XLSemanal del 15 de abril de 2018)

El hijo de un tintorero logró convertirse en el pintor más importante de Venecia entre el Renacimiento y el Barroco.

Cuando las autoridades de Venecia hicieron público el concurso para pintar El paraíso, un cuadro que es considerado el mayor del mundo sobre lienzo, con sus más de 22 metros de largo por 9 de alto, Tintoretto rezó a Dios para que los senadores lo eligieran a él. Pero prefirieron a Veronés, que falleció poco después (1588), sin haberlo comenzado. La mala conciencia no dejaba dormir a Tintoretto. ¿Había matado a Veronés con sus plegarias?

Una vez que se convenció de que todo había sido producto del destino, el pintor instaló su gigantesco lienzo en la Escuela de la Misericordia, donde se esforzó en finalizar la obra que Veronés no pudo llevar cabo.

Antes de concluirla, la trasladaron a la Sala del Gran Consejo del Palacio Ducal, donde todavía se exhibe al público. Allí dio las últimas pinceladas antes de presentarla públicamente.

Muchos venecianos no supieron ver su grandeza. Les pareció una obra malograda, excéntrica y fuera de la estética de su tiempo. Sin embargo, para Tintoretto fue su momento de mayor gloria. El más grande de sus cuadros se exhibía en el Palacio Ducal, el edificio que simbolizaba el protagonismo de la Serenísima República en el comercio internacional.

Nacido en Venecia en 1518, el pintor era el mayor de 21 hermanos. Lo llamaban Tintoretto, porque su padre tenía una tintorería. Pero su verdadero apellido era Comin, un dato descubierto en 2007 por Miguel Falomir, director del Museo del Prado y experto en pintura italiana. Desde muy pequeño, a Tintoretto le dio por pintarrajear las paredes de la tintorería con dibujos de gran factura. Tanta que su padre lo llevó al taller de Tiziano para que aprendiera el oficio.

Pronto surgieron enfrentamientos con su maestro. Tintoretto era un hombre de fuerte carácter y una ambición desmedida, lo que dificultó su relación con Tiziano y con otros artistas, que nunca lo consideraron un igual. Su proverbial mal genio, por el que fue conocido también como El Furioso, fue el detonante por el que Tiziano no le permitió seguir en su taller, aunque algunos estudiosos opinan que lo hizo para que el joven pintor no eclipsara su propia obra.

La escritora italiana Melania G. Mazzucco, autora de la novela La larga espera del ángel, basada en la vida de Tintoretto, pone en su boca una reflexión sobre Tiziano. «Ese hombre lo tenía todo, era el faro del siglo y, sin embargo, no soportaba ni la sombra de una hoja». El joven pintor tuvo que soportar durante mucho tiempo la misma cantinela cuando alguien admiraba sus cuadros. «Es bueno, pero está claro que no es un Tiziano». El viejo maestro no tuvo reparos a la hora de criticar al joven pintor ante sus protectores, intentando que estos renegaran de él.

A Tintoretto no le quedó otra alternativa que esperar con impaciencia la muerte de Tiziano, aunque siempre pensó que el viejo maestro era un artista fabuloso, tal y como dejó claro en una inscripción que colocó sobre la entrada de su taller: «El diseño de Miguel Ángel y el colorido de Tiziano».

«A Tintoretto siempre le gustaron los desafíos», afirma Mazzucco. Se educó como autodidacta y, cuando comprendió que no podía ser discípulo de Tiziano, decidió formarse con pintores menores. «En los círculos artísticos de Venecia lo consideraban un plebeyo y nadie lo quería en palacio», afirma la novelista italiana. Todo cambió con el fallecimiento de Tiziano. A partir de entonces, Tintoretto se convirtió en el pintor de moda en la capital del Véneto.

En 1548 entregó a la prestigiosa cofradía benéfica Escuela Grande de San Marcos la obra San Marcos liberando a un esclavo, lo que supuso su consagración como uno de los grandes pintores de la ciudad. Estar en el consejo directivo de esta institución era de vital importancia para una persona tan ambiciosa como Tintoretto.

Entonces, Tiziano se encontraba en Augsburgo con el emperador Carlos V. Algunos historiadores aseguran que, de haber estado en Venecia, la Escuela habría rechazado ese cuadro, cuya ejecución representó un punto y aparte en la escuela veneciana, ya que nadie hasta entonces había transmitido con tanta fuerza los movimientos de los personajes.

Dos años más tarde, Tintoretto se casó con Faustina de Vescovi, hija de un noble veneciano, y así afianzó su posición social. A partir de entonces, El Furioso no paró de trabajar, realizando unos 300 cuadros en su vida. En su taller, Tintoretto hacía figuras de cera de sus modelos para aplicarles focos de luz y estudiar el efecto en ellas. Sentía pasión por los claroscuros y por los fuertes cromatismos.

Faustina le dio cinco o seis hijos. Uno de ellos, Domenico, lo ayudó en su taller, aunque no tenía el talento de su padre ni tampoco el de su hermana Marietta, que fue fruto de la relación que mantuvo Tintoretto con otra mujer antes de casarse con su esposa.

Tras sus éxitos en la Escuela de San Marcos se ofreció en 1564 a pintar gratis el piano nobile de la Escuela Grande de San Roque, un organismo que fue creado para asistir a los venecianos durante una plaga. Cinco pintores fueron invitados a mostrar sus bocetos para realizar la pieza central de la Sala dell’Albergo.

Pero Tintoretto se adelantó a todos, entregando el cuadro ya finalizado y cediéndolo sin cobrar nada a cambio, lo que desató la protesta de los otros candidatos. El astuto Tintoretto sabía que un reglamento de la institución prohibía rechazar ningún regalo. Una vez que fue admitido, prometió dedicarse durante el resto de su vida a entregar tres lienzos al año en la festividad de San Roque, patrón de Venecia, lo que le proporcionó grandes beneficios económicos. Uno de sus colegas, Sebastiano del Piombo, afirmó que el artista era tan prolífico que podía ejecutar en dos días lo mismo que él en dos años.

«Fue un pintor avanzado para su tiempo», señala Melania Mazzucco. Tiziano comprendió que ese joven pintor tenía su propia identidad pictórica. Por eso intentó obstaculizar su carrera y difundió una leyenda negra contra él que le hizo muchísimo daño en su tiempo. Ese talentoso y violento artista pintó a príncipes, obispos y aristócratas mirándolos a la cara, sin dejarse intimidar por su condición social.

Ya al final de sus días, cuando tenía 75 años y apenas podía mover su cuerpo, la mente de Tintoretto permanecía todavía lúcida y era capaz de recordar aspectos muy concretos de su pasado. Como los dichosos días que vivió junto con la arrebatadora Verónica Franco, a la que supuestamente retrató mostrando sus pechos en un lienzo que puede admirarse en el Museo del Prado, aunque la pinacoteca madrileña atribuye esta obra a su hijo Domenico. Otro retrato de esta cortesana pintado por Tintoretto se exhibe en el Worcester Art Museum de Massachusetts.

Las grandes dimensiones de sus lienzos han impedido su salida de Venecia, lo que ha perjudicado su conocimiento. Pese a todo, sus pinturas de juventud pueden admirarse ahora en la exposición Tintoretto, el nacimiento de un genio, que se presenta estos días en el Museo de Luxemburgo de París para conmemorar el quinto centenario de su nacimiento.

La Tintoretta

Marietta Robusti, fruto de una relación anterior a su matrimonio, fue la mejor discípula de Tintoretto. De niña lo acompañaba a todas partes vestida de chico. Fue pintora de mucho talento. El emperador Maximiliano y Felipe II la quisieron como pintora de cámara, pero lo rechazó: Tintoretto no se quiso separar de ella. La llamaban la Tintoretta.
‘El paraíso’ mide 22 por 9 metros. Lo empezó con 70 años para el Palacio Ducal de Venecia.
Velázquez compró para Felipe IV ‘Esther ante Asuero’ y otras obras de Tintoretto.

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