La isla de los daltónicos
(Un texto de Icíar Ochoa de Olano en el Heraldo de Aragón
del 23 de septiembre de 2018)
En Pingelap, un remoto atolón del Pacífico, el 30% de sus
250 moradores no distingue los colores. Una fotógrafa belga ha recreado cómo
ven.
Hay una mini comunidad en el gran azul del Pacífico
para la que el color es solo una palabra hueca. En Pingelap, un atolón de coral
situado a 2.320 kilómetros al noreste de Papúa Nueva Guinea (como de Madrid a
Edimburgo), entre la islas Marianas del Norte y las Marshall, el 30% de sus 250
habitantes no percibe el azul turquesa de sus aguas, el verde lima de su
vegetación tropical, ni el estallido de rojos, cetrinos y malvas de los
atardeceres. Padecen acromatopsia, también conocida como daltonismo total.
Esta extraña enfermedad congénita causa ceguera al
color e hipersensibilidad a la luz. En todo el mundo, tan solo una de cada
30.000 personas la padece. En Pingelap, sin embargo, la prevalencia es mucho
mayor. Afecta a uno de cada diez. No hay otro lugar en la Tierra con mayor
proporción de daltónicos.
El origen de esta rareza es, en buena medida,
climatológico y se remonta a finales del siglo XVIII. En concreto, a 1775,
cuando un devastador tifón bautizado como Liengkieki barrió el sistema de
arrecifes al que pertenece Pingelap y mató a prácticamente toda su población.
Únicamente sobrevivieron a la catástrofe una veintena de isleños. Entre ellos,
Nahnmwarki Mwanenised, el gobernante del atolón, quien padecía el trastorno
genético. Al comprobar que la mayoría de sus súbditos habían sucumbido al
desastre natural, el propio rey indígena participó activamente en la
repoblación de Pingelap. Lo hizo con éxito, pero muchos de sus descendientes
heredaron su patología -una mutación del cromosoma ocho, causante de la
acromatopsia-, que ha sido transmitida de generación en generación.
Cuando Sanne De Wilde (Amberes, Bélgica, 1987) conoció
esta historia, su cámara se inquietó de inmediato. «Quería acercarme a su
manera única de ver el mundo», explica esta fotógrafa belga, que ha ganado
varios premios por retratar a personas que perciben la realidad de forma
distinta, o bien que son percibidos como seres diferentes, y plasmarlo en
varias series, como la del albinismo en Samoa o la del enanismo en China.
Llegar hasta el corazón de Micronesia le costó cuatro aviones -el último de los
cuales, de solo cuatro plazas, aterrizó en la precaria pista de Pingelap-; ver
a través de los ojos mermados de sus habitantes, bastante más. «Cuando no
puedes ver el color, el concepto no significa nada. La mayoría de las personas
descubren que son daltónicos cuando se ponen por primera vez a pintar o
dibujar. Pensé que un buen modo de tratar de averiguar cómo son las imágenes
perciben era precisamente ese. Así que improvisé unos talleres», relata.
La amenaza del nivel del mar
El uso que hicieron de sus acuarelas los locales y sus
propios testimonios -algunos le contaron que podían ver ligeras variaciones de
algunos colores, como el rojo o el azul- le pusieron sobre la pista. La
introducción en su equipo de infrarrojos y de lentes que le ayudaron a
distorsionar y silenciar ciertos tonos, le permitió sumergirse en el mundo
daltónico. Una de las fotos más emblemáticas de la serie la tomó cuando
regresaba junto a varios isleños de pasar el día en Dake, la ínsula más
pequeña. El resultado es de una belleza onírica, romántica y también inquietante.
«Mirándola ahora, desde casa, no puedo evitar comparar
la escena con las de los refugiados, que llenan los informativos. Esa bien
podría ser la realidad para Pingelap en un futuro no muy lejano. Será uno de
los primeros lugares en desaparecer si los niveles del mar continúan aumentando
a este ritmo. Ellos pagará n el pato por la forma en que vivimos en Occidente»,
señala De Wilde.
Etiquetas: Culturilla general
0 Comments:
Publicar un comentario
<< Home