Microbiota, por qué tu salud empieza en el intestino
(Un texto de Marisol Guisasola en la revista Mujer de Hoy del 2 de marzo de 2019)
La cantidad y la diversidad de tus microorganismos
intestinales influye en tu riesgo de sufrir enfermedades, tanto físicas
como mentales.
Muchos de esos microbios son buenos tipos, con los que conviene llevarse bien porque son esenciales para nuestra salud: ayudan a que nuestros sistemas inmunitario y digestivo y a que nuestro metabolismo funcione como es debido. “En cambio, un desequilibrio entre nuestros microbios y nuestras células (lo que se conoce como disbiosis) se relaciona con un mayor riesgo de padecer muchas enfermedades”, advierte el experto. En general, una mayor riqueza y diversidad de especies bacterianas en el intestino se relaciona con una mejor salud. “Por ello, en un futuro próximo el análisis de la microbiota humana se incorporará a los protocolos de la medicina personalizada y de precisión. Será una medicina a la carta, que tendrá en cuenta los millones de datos no solo de nuestro genoma, sino también de nuestro microbioma”, explica Ignacio López-Goñi.
A la espera de que llegue ese momento, repasamos con este experto los principales riesgos o enfermedades que la ciencia ha relacionado con la disbiosis:
-Obesidad. Los cambios en la dieta afectan mucho a la composición y cantidad de microbios intestinales. A la vez, nuestra composición microbiana intestinal influye en el metabolismo y en cómo digerimos y almacenamos los nutrientes. Varios estudios con gemelos idénticos (que tienen los mismos genes) lo han demostrado. Cuando, en una investigación transfirieron la microbiota de un gemelo obeso a ratones de laboratorio, estos ganaron más peso que los ratones que recibieron la microbiota del gemelo delgado… aunque habían sido alimentados igual.
-Enfermedades intestinales. Diferentes investigaciones han comprobado que la disbiosis intestinal favorece el síndrome del intestino irritable, la enfermedad inflamatoria intestinal y la enfermedad de Crohn. La hinchazón, los retortijones y el dolor típicos de esas dolencias se deben al desequilibrio bacteriano intestinal que favorece la producción de gases.
-Enfermedades cardiovasculares. El microbioma intestinal influye en los niveles de colesterol y triglicéridos. Algunos microbios intestinales producen sustancias como el TMAO (óxido de D-trimetilamina), que contribuyen al bloqueo arterial y favorecen los ataques cardiacos.
-Diabetes. Una microbiota intestinal sana ayuda a controlar los niveles de glucosa (azúcar) en sangre y a reducir el riesgo de sufrir diabetes tipo 1 (una enfermedad autoinmune que debuta temprano en la vida y que requiere inyecciones diarias de insulina) y de diabetes tipo 2 (una enfermedad metabólica más asociada a la dieta y el estilo de vida). También se ha comprobado que el abuso de antibióticos en los primeros meses de vida aumenta la incidencia de diabetes tipo 1 en niños. Otros estudios relacionan la diabetes tipo 2 con una menor abundancia de microbios productores de butirato (una fuente de energía para las células del colon) y un aumento de bacterias y patógenos oportunistas.
-Depresión. Algunas especies de bacterias intestinales producen sustancias neuromoduladoras y neurotransmisoras como la serotonina y la noradrenalina. Son sustancias relacionadas con el estrés y con procesos como la depresión y la ansiedad. Además, el intestino está conectado con el cerebro a través de millones de nervios. Diferentes estudios han comprobado que personas con ansiedad, depresión, trastorno bipolar o esquizofrenia tienen una composición bacteriana intestinal diferente a la de las personas sanas. Otros estudios relacionan la disbiosis con un mayor riesgo de enfermedades como el Alzheimer.
-Cáncer. Cada vez hay más datos que relacionan la composición microbiana intestinal con algunos tipos de cáncer. Se sabe que la disbiosis puede favorecer el desarrollo de tumores cancerosos a través de la liberación de sustancias tóxicas bacterianas causantes de daños en el ADN celular. Otros estudios sugieren que la composición de la microbiota influye en la eficacia de algunas terapias anticáncer y en diferentes efectos secundarios adversos.
La amenaza de las toxinas
Ese tipo de inflamación crónica de bajo grado está presente en la resistencia a la insulina, la obesidad, el síndrome metabólico, el deterioro arterial, la depresión, las demencias y otras enfermedades.
Por suerte, las dietas pobres en harinas refinadas, azúcares añadidos y grasas inflamatorias ayudan a reducir la producción de toxinas. Aunque puede que el problema tenga diferentes causas (también puede tener que ver con nuestra propia composición bacteriana intestinal, nuestras pautas de sueño y nuestra actividad física) sí se sabe que una dieta y un estilo de vida saludables evitan la inflamación de bajo grado.
El modo en que nacemos influye en nuestra microbiota intestinal. Por ejemplo, se ha comprobado que la microbiota de los bebés que nacen por cesárea es más parecida a los microbios de la piel de la madre. En cambio, la de los que nacen por vía vaginal es más parecida a la vaginal, en la que domina el beneficioso Lactobacillus.
Pero los recién nacidos no solo recolectan microbios de sus madres, sino de cualquier persona o cosa con la que entran en contacto: comadrona, médico, personal sanitario, padre, familiares y el resto de visitas.
También influye que el niño haya sido amamantado con leche materna o con leche artificial. Se sabe que la leche materna actúa como un prebiótico, que ayuda al desarrollo de bifidobacterias en el intestino del bebé. Es una auténtica relación simbiótica que, a lo largo de millones de años, ha evolucionado para hacer al bebé más saludable y estimular sus defensas desde le momento de su nacimiento.
Cómo mejorar tu microbiota
- Sigue una dieta variada y rica en fibra, con legumbres, granos integrales, frutas y verduras. La variedad favorece la diversidad microbiana intestinal.
- Come fermentados, como el yogur, el kéfir, el chucrut o el kimchi. Todos ellos contienen probióticos ricos en lactobacilos, que ayudan a reducir el número de especies bacterianas causantes de enfermedades intestinales.
- Evita los edulcorantes artificiales. Algunos de ellos, como el aspartamo, estimulan el desarrollo de enterobacterias que aumentan los niveles de glucosa en sangre.
- Incluye prebióticos en tu dieta. Son un tipo de fibras vegetales que estimulan el crecimiento de bacterias saludables. Las alcachofas, los plátanos, los espárragos, la avena o las manzanas son ricos en ellas.
- Amamanta a tu bebé. Los lactantes criados con leche materna durante al menos medio año tienen más bifidobacterias beneficiosas que los que han sido alimentados con leche artificial.
- Consume solo harinas integrales. Son ricas en fibra y aportan carbohidratos (como el betaglucano), que son digeridos por las bacterias intestinales.
- Come más vegetales. Las dietas ricas en ellos ayudan a reducir los niveles de bacterias patógenas.
- Consume polifenoles. Están presentes en las uvas negras, el té verde, el cacao, el aceite de oliva virgen extra o los cereales integrales. Sus pigmentos estimulan el desarrollo de bacterias saludables.
- Consulta si necesitas probióticos. Estos suplementos “replantan” microbios saludables en el intestino.
- Toma antibióticos con receta. Estos medicamentos matan tanto bacterias buenas como malas. No presiones al médico para que te los recete.
Etiquetas: Pensando en la salud
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