Los ingleses crean Israel
(Un
artículo de Luis Reyes en la revista Tiempo del 3 de noviembre de 2017)
Londres, 2 de Noviembre de 1917. La Declaración
Balfour garantiza el apoyo del Gobierno británico a la creación de un
Estado judío en Palestina.
El famoso telegrama de Ems provocó la guerra
franco-prusiana de 1870, pero una carta de Balfour sería la causa primera de
cuatro guerras mayores y varios conflictos en Oriente Próximo. Lo que la
Historia conoce como Declaración Balfour no fue un comunicado del
Gobierno, como sugiere su nombre, sino una simple misiva a un particular,
escrita a máquina en una sola carilla de una hoja de papel sin membrete. Iba
dirigida a “Lord Rothschild”, cabeza de la comunidad judía británica, y firmada
a mano por “Arthur Balfour”, como si fuera de ámbito privado, pero el contenido
era explosivo: “El Gobierno de Su Majestad contempla con simpatía el
establecimiento en Palestina de un hogar nacional para el pueblo judío”.
Lo que daba valor al contenido de la carta, lo que la
convertía en Declaración Balfour era la categoría de quien firmaba
meramente con su nombre, pues se trataba del secretario del Foreign Office, es
decir, el jefe de la política exterior del Imperio Británico, la primera
potencia mundial. Esa firma supondría un siglo de conflicto en Oriente Próximo,
más lo que le quede al problema árabe-israelí. Una tremenda responsabilidad que
no debió impresionar a Arthur Balfour, si es verdad lo que decía de él Ramsay
MacDonald, el líder laborista: “Ha visto la vida de lejos”.
En efecto, Arthur Balfour nació en la opulencia de la
nobleza terrateniente, jamás tuvo que ganarse el pan y ni siquiera se molestó
en casarse. “La principal preocupación de la especie humana, formar un hogar y
sostener una familia, estaba muy alejada de él”, decía su coetáneo Winston
Churchill, que añadía una opinión algo más desagradable: “Si hubiera vivido en
la Revolución Francesa habría enviado a la guillotina a un enemigo, o a algún
extraviado colega, con complacencia, aunque eso sí, de la manera más atenta e
impersonal”. De esa manera envió al matadero de la guerra que dura ya un siglo
a millones de árabes e israelíes.
Sin embargo, no hay que personalizar la Historia, la
impulsión de crear un Estado judío en un territorio árabe como era Palestina,
no fue un empeño personal de Balfour, sino una política del Gobierno británico,
o más bien una política de Estado que siguieron varios Gobiernos, porque
respondía a los intereses del Imperio, y en la que tuvieron un papel ejecutivo
otros hombres públicos, aparte del firmante de la Declaración.
Lloyd George
El primer responsable fue, naturalmente, el primer
ministro. David Lloyd George era un liberal radical que desde sus diversas
responsabilidades de Gobierno impuso cambios revolucionarios en el Reino Unido.
Él fue el iniciador de la política social, introdujo la jubilación, obligó a
los ricos a pagar impuestos y dio la independencia a Irlanda. Era un hombre
arrojado y un político enérgico y en 1916, con la I Guerra Mundial estancada y
el país espantado por la carnicería de la batalla del Somme, fue espoleado por
la opinión pública para hacerse con el poder. Eso suponía apuñalar por la
espalda a su jefe de partido, H. H. Asquith, y no dudó en hacerlo, ganándose
para siempre la etiqueta de traidor y la fama de no tener un solo amigo. Pero
llevó a Inglaterra a la victoria.
Se ha dicho que Lloyd George tenía intereses privados
con los judíos, porque en la vida civil su bufete representaba a la Federación
Sionista británica, y el propio Lloyd George en sus Memorias de guerra
se arroga una implicación personal y decisiva en el proceso. Antes de ser
primer ministro había sido ministro de Municiones y había contratado como
asesor científico a Jaim Weizmann, una eminencia en el campo de la química que
aportó descubrimientos vitales para el esfuerzo de guerra, pero también el
caudillo del movimiento sionista (sería el primer presidente de Israel). Según
Lloyd George, de las animadas conversaciones que mantenía con Weizmann en esa
época habría salido el proyecto de Estado judío en Palestina, aunque algunos
historiadores dudan de ese protagonismo.
Lo que sí es cierto es que las enormes exigencias
políticas, económicas e industriales de una guerra mundial sin precedentes
hicieron a los mandatarios ingleses recurrir al apoyo estratégico del
movimiento judío internacional. Y que si en aras de la victoria era preciso
vender el alma, o a su propia madre, Lloyd George era el hombre dispuesto a
ello, aunque el plan Palestina empezó casi a la vez que la Gran Guerra,
con el Gobierno anterior. El 9 de noviembre de 1914, cuatro días después de que
Inglaterra declarase la guerra al Imperio Otomano (en cuyo territorio estaba
Palestina), el gabinete británico presidido por Asquith comenzó a tener en
cuenta al movimiento sionista, y Lloyd George, en ese momento ministro de
Hacienda, planteó la alternativa de Palestina.
Un mes después otro miembro del Gobierno de Asquith,
Herbert Samuel, el primer judío que había llegado a ministro en Inglaterra, se
reunió con Weizmann para discutir el proyecto sionista y le instó a ser “más
ambicioso”. Samuel, que luego sería el primer alto comisario del Mandato
Británico de Palestina (es decir, gobernador de Palestina) y que con el tiempo
llegaría a líder del Partido Liberal, tuvo un papel realmente protagonista en
la creación del Estado judío. Fue él quien inventó el término de “hogar
nacional” que aparece en la Declaración Balfour, y lo hizo en fecha tan
temprana como 1915, cuando publicó un memorándum titulado El futuro de
Palestina. Allí tentaba a sus colegas imperialistas afirmando que los
sionistas deseaban que su Estado en Palestina formara parte del Imperio
Británico.
En febrero de 1917 el Gobierno británico inició las
conversaciones formales con los dirigentes sionistas. El encargado de hacerlo
fue Mark Sykes, el hombre que diseñaría el mapa de Oriente Próximo y, junto al
diplomático francés Georges-Picot, crearía todos los países que hoy conocemos (Acuerdo
Sykes-Picot). A Sykes se le ocurrió también resucitar los nombres que los
romanos usaron en Oriente Próximo, incluido el de Palestina.
En 1917 caería el zarismo y Rusia dejaría de luchar en
la Gran Guerra, con lo que Alemania se libró del frente del Este y pudo
concentrar sus muchas fuerzas en el Oeste. Era preciso ganar nuevos apoyos y
estimular la participación en la guerra de Estados Unidos. La alianza con el
judaísmo se mostró aún más necesaria, y en junio Balfour les pidió a Weizmann y
Lord Rothschild un proyecto por escrito.
En los meses siguientes se confeccionaron varios
borradores, pero el autor definitivo de la Declaración Balfour sería
Lord Milner, a quien la Enciclopedia Británica califica de “ardiente
imperialista”. Milner había ganado notoriedad siendo un auténtico procónsul de
Sudáfrica, que él diseñaría como parte del Imperio Británico. Irónicamente este
constructor de países del Imperio moriría por la picadura de un pequeño insecto
africano, la mosca tsé-tsé.
Etiquetas: Pequeñas historias de la Historia, s.XX
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