Seis siglos de fabricación de papel en Zaragoza
(Un texto de Manuel Gómez en el Heraldo de Aragón del 17 de
febrero de 2019)
Los primeros papeleros llegaron de
manera paralela al auge de las imprentas de alemanes en
la ciudad.
[…] divulgar un aspecto poco conocido de la
economía zaragozana en siglos pasados: la industria papelera que ha florecido
desde el siglo XV hasta hoy. En el siglo XV llegaron a Zaragoza una serie de
papeleros que comenzaron la producción en grandes cantidades, paralelamente al
auge de las imprentas zaragozanas en manos de alemanes: Hurus, Coci, Appenteger,
etc. El primer documento sobre fábricas de papel en nuestra ciudad data
de 1459. Se menciona en él al genovés Jaime Miro, maestro de hacer papel, que
vende un campo a un labrador. Poco a poco aparecen más genoveses que trabajan
en esta industria: Jaime Miro, Marín Nicorario, Domingo Roldán y
Barat Chaverin. Este fue el iniciador de una dinastía documentada desde el siglo XV
hasta el XVI. De 1480 a 1521 aparecen: Bernart, Guillem, Bertón, Antón y Bartolomé
Chabarín o Jabarín.
Los molinos de papel estaban situados en la huerta del Gállego, para
aprovechar la limpia agua pirenaica de este río. A esto se unía la proximidad a
la ciudad, fuente de suministro de trapos y otras materias primas para esta industria y residencia de los clientes. Y también contaba con las
acequias (Cogullada, Mezalar, Cabellería y Rabal) que proporcionaban agua
para los procesos de elaboración y energía motriz para los molinos. La mayor
parte de estas factorías estaba situada en los términos de Villanueva de Burjasut (hoy Villanueva de
Gállego); pero también había una en San Mateo de Gállego y otra en el término
del Cascajo. En estos siglos se produjeron constantes traslados de fabricantes
de uno a otro molino, propiedad de infanzones y mercaderes de la ciudad que se
los arrendaban durante varios años, con lo que encontraron una saneada fuente
de ingresos. Aparecen menciones conjuntas de molinos harineros y papeleros, por
lo que parece que los propietarios los adaptaban a esta tarea industrial, no sometida
a estacionalidad. Por ejemplo, en 1512, Miguel López del Frago, infanzón de Villanueva
de Gállego, arrendó a Bartolomé Chabarín un molino papelero y harinero sito en
dicho lugar por tiempo de doce años y a precio de 400 sueldos jaqueses anuales
y en 1505 el mercader Jaime de Fanlo alquiló otro, también papelero y harinero,
sobre la acequia del Rabal por 900 sueldos anuales, que se habían de pagar en
"paper fino blanco, de estraza y de bonetes".
DISTINTOS PAPELES. El arriendo no se limitaba
al molino, incluía los utensilios para la fabricación del papel. En 1512 el
zaragozano Jaime de Aguerrí al alquilar su molino en Villanueva a Steban de
Scarcela, se comprometió a dotarlo de «cinco pilas, todas con sus aparejos, una
posta de sayal blanco, tres prensas para prensar el papel y una tina con la
caldera que está en el dicho molino», además de «dos pares de formas y dos
mármoles y una piedra como los mármoles donde se bruñe el papel para el ejercicio
de su oficio, antes de empezar de trabajar en dicho molino». Se fabricaba papel
de distintas variedades: blanco fino, blanco, de estraza, de boneteros (¿quizá
para dar forma a los sombreros o para su forro?) y para naipes. Los protocolos
guardan algunas muestras de papel de estraza: muy basto y tosco, de color
pardusco. Por el contrario, el papel blanco, utilizado para documentos era
verjurado, de buena calidad. El concejo de Jaca compró en 1514 partidas de 16
manos de papel «para libros, memoriales y cartas dentro del año».
COSA DE JABONEROS. Ya hemos dicho que
la principal materia prima eran los trapos que se recogían en la ciudad. Por
alguna extraña razón se encargaban de ello los jaboneros, que debían
entregarlos clasificados en trapos blancos para papel de buena calidad y negros
para el de estraza. Prefiero no pensar en el aspecto de esos fardos de trapos
viejos y sucios recogidos entre los desechos de una ciudad de esa época.
Otro producto era el papel para naipes. En 1525 el naipero Pedro
de Raramonte cedió toda su producción durante tres años a unos mercaderes zaragozanos a razón de tres ducados de oro (66 sueldos) la gruesa de
144 juegos. Y ese mismo año, Juan Ponz Fano, impresor de barajas, designado
como 'cartaire' contrató con un mercader el suministro exclusivo de cartas de jugar
durante 2 años, a precio de 6 sueldos la docena de juegos. Y llama la atención
la gran productividad de aquellos molinos, que, con métodos que hoy nos parecen
rudimentarios e inadecuados, lograban lanzar al mercado enormes cantidades de
resmas y contaban las barajas por gruesas, es decir, docenas de docenas. En
1488 el naipero siciliano Antonio Agostino se comprometió a devolver los 200
sueldos que le había prestado un cardero en año y medio, a razón de 20
docenas de juegos por
semana.
Los contratos entre fabricantes y
mercaderes seguían el esquema habitual de los contratos de suministro en
Zaragoza: el productor se comprometía
a entregar una determinada cantidad de resmas de papel durante un tiempo y
precio fijados y garantizaba el cumplimiento del contrato mediante del reconocimiento
del importe debido, que iba amortizando a lo largo del plazo acordado. Como se
ve, los fabricantes vendían su producción de papel a los comerciantes de la
ciudad, que la suministraban al por menor a los 'cartaires'. Finalmente, la
cantidad de aprendices que acudieron a ellos para aprender su oficio, que
procedían de Aragón, pero también de Navarra, Guipúzcoa, Castilla y Francia,
nos revela el prestigio de estos
industriales.
Durante el siglo XVII siguió esta actividad. En 1639 el concejo
difundió un pregón en que reprendía a los mercaderes por el excesivo precio a que vendían el papel
y lo fijaba para el papel blanco ordinario en 28 sueldos la resma. En el siglo
XVIII funcionaban fábricas en Castejón, que destinaba su producción de 'papel
florete' a Madrid, en Ateca y Calmarza y la que se instaló en Beceite (Teruel).
Etiquetas: Pequeñas historias de la Historia, Sin ir muy lejos
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