Cuéntame un cuento...

...o una historia, o una anécdota... Simplemente algo que me haga reir, pensar, soñar o todo a la vez, si cabe ..Si quereis mandarme alguna de estas, hacedlo a pues80@hotmail.com..

sábado, diciembre 7

Seis siglos de fabricación de papel en Zaragoza


(Un texto de Manuel Gómez en el Heraldo de Aragón del 17 de febrero de 2019)

Los primeros papeleros llegaron de manera paralela al auge de las imprentas de alemanes en la ciudad.

[…] divulgar un aspecto poco conocido de la economía zaragozana en siglos pasados: la industria papelera que ha florecido desde el siglo XV hasta hoy. En el siglo XV llegaron a Zaragoza una serie de papeleros que comenzaron la producción en grandes cantidades, paralelamente al auge de las imprentas zaragozanas en manos de alemanes: Hurus, Coci, Appenteger, etc. El primer documento sobre fábricas de papel en nuestra ciudad data de 1459. Se menciona en él al genovés Jaime Miro, maestro de hacer papel, que vende un campo a un labrador. Poco a poco aparecen más genoveses que trabajan en esta industria: Jaime Miro, Marín Nicorario, Domingo Roldán y Barat Chaverin. Este fue el iniciador de una dinastía documentada desde el siglo XV hasta el XVI. De 1480 a 1521 aparecen: Bernart, Guillem, Bertón, Antón y Bartolomé Chabarín o Jabarín.

Los molinos de papel estaban situados en la huerta del Gállego, para aprovechar la limpia agua pirenaica de este río. A esto se unía la proximidad a la ciudad, fuente de suministro de trapos y otras materias primas para esta industria y residencia de los clientes. Y también contaba con las acequias (Cogullada, Mezalar, Cabellería y Rabal) que proporcionaban agua para los procesos de elaboración y energía motriz para los molinos. La mayor parte de estas factorías estaba situada en los términos de Villanueva de Burjasut (hoy Villanueva de Gállego); pero también había una en San Mateo de Gállego y otra en el término del Cascajo. En estos siglos se produjeron constantes traslados de fabricantes de uno a otro molino, propiedad de infanzones y mercaderes de la ciudad que se los arrendaban durante varios años, con lo que encontraron una saneada fuente de ingresos. Aparecen menciones conjuntas de molinos harineros y papeleros, por lo que parece que los propietarios los adaptaban a esta tarea industrial, no sometida a estacionalidad. Por ejemplo, en 1512, Miguel López del Frago, infanzón de Villanueva de Gállego, arrendó a Bartolomé Chabarín un molino papelero y harinero sito en dicho lugar por tiempo de doce años y a precio de 400 sueldos jaqueses anuales y en 1505 el mercader Jaime de Fanlo alquiló otro, también papelero y harinero, sobre la acequia del Rabal por 900 sueldos anuales, que se habían de pagar en "paper fino blanco, de estraza y de bonetes".

DISTINTOS PAPELES. El arriendo no se limitaba al molino, incluía los utensilios para la fabricación del papel. En 1512 el zaragozano Jaime de Aguerrí al alquilar su molino en Villanueva a Steban de Scarcela, se comprometió a dotarlo de «cinco pilas, todas con sus aparejos, una posta de sayal blanco, tres prensas para prensar el papel y una tina con la caldera que está en el dicho molino», además de «dos pares de formas y dos mármoles y una piedra como los mármoles donde se bruñe el papel para el ejercicio de su oficio, antes de empezar de trabajar en dicho molino». Se fabricaba papel de distintas variedades: blanco fino, blanco, de estraza, de boneteros (¿quizá para dar forma a los sombreros o para su forro?) y para naipes. Los protocolos guardan algunas muestras de papel de estraza: muy basto y tosco, de color pardusco. Por el contrario, el papel blanco, utilizado para documentos era verjurado, de buena calidad. El concejo de Jaca compró en 1514 partidas de 16 manos de papel «para libros, memoriales y cartas dentro del año».

COSA DE JABONEROS. Ya hemos dicho que la principal materia prima eran los trapos que se recogían en la ciudad. Por alguna extraña razón se encargaban de ello los jaboneros, que debían entregarlos clasificados en trapos blancos para papel de buena calidad y negros para el de estraza. Prefiero no pensar en el aspecto de esos fardos de trapos viejos y sucios recogidos entre los desechos de una ciudad de esa época.

Otro producto era el papel para naipes. En 1525 el naipero Pedro de Raramonte cedió toda su producción durante tres años a unos mercaderes zaragozanos a razón de tres ducados de oro (66 sueldos) la gruesa de 144 juegos. Y ese mismo año, Juan Ponz Fano, impresor de barajas, designado como 'cartaire' contrató con un mercader el suministro exclusivo de cartas de jugar durante 2 años, a precio de 6 sueldos la docena de juegos. Y llama la atención la gran productividad de aquellos molinos, que, con métodos que hoy nos parecen rudimentarios e inadecuados, lograban lanzar al mercado enormes cantidades de resmas y contaban las barajas por gruesas, es decir, docenas de docenas. En 1488 el naipero siciliano Antonio Agostino se comprometió a devolver los 200 sueldos que le había prestado un cardero en año y medio, a razón de 20 docenas de juegos por semana.

Los contratos entre fabricantes y mercaderes seguían el esquema habitual de los contratos de suministro en Zaragoza: el productor se comprometía a entregar una determinada cantidad de resmas de papel durante un tiempo y precio fijados y garantizaba el cumplimiento del contrato mediante del reconocimiento del importe debido, que iba amortizando a lo largo del plazo acordado. Como se ve, los fabricantes vendían su producción de papel a los comerciantes de la ciudad, que la suministraban al por menor a los 'cartaires'. Finalmente, la cantidad de aprendices que acudieron a ellos para aprender su oficio, que procedían de Aragón, pero también de Navarra, Guipúzcoa, Castilla y Francia, nos revela el prestigio de estos industriales.

Durante el siglo XVII siguió esta actividad. En 1639 el concejo difundió un pregón en que reprendía a los mercaderes por el excesivo precio a que vendían el papel y lo fijaba para el papel blanco ordinario en 28 sueldos la resma. En el siglo XVIII funcionaban fábricas en Castejón, que destinaba su producción de 'papel florete' a Madrid, en Ateca y Calmarza y la que se instaló en Beceite (Teruel).

En el siglo XIX siguió esta actividad: en 1888 trabajaban en Zaragoza dos fábricas, y en el mapa de su término municipal de 1892, figuran tres: la de F. Alzina, La Zaragozana y la de San Juan de Mozarrifar, junto al Gállego. Esta industria continúa hoy, exportando sus productos al mundo entero.

Etiquetas: ,