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viernes, junio 19

¿Dónde se esconde Banksy?

(Un texto de Roxana Azimi y Grançois Krug en el XLSemanal del 13 de octubre de 2019)

Todo el mundo conoce sus corrosivos grafitis, pero nadie sabe su identidad. Desde hace quince años, Banksy -la estrella del ‘street art’– se esconde tras sus dibujos. Un secreto que alimenta su leyenda. Las pistas llevan a Bristol, a alguien llamado Robin Gunningham…

Son alrededor de las tres de la mañana del 25 de junio de 2018 cuando suena el teléfono. «Una llamada en plena noche sobre la sala Bataclan alarma a cualquiera», cuenta Jules Frutos, en aquella época cogerente de la sala de conciertos parisina. «Se ha formado un gentío. La gente está tomando fotos». Todos fijan la mirada en la salida de socorro, por la que parte de los espectadores huyó del ataque terrorista de 2015. Una imagen de una mujer joven con cara triste ha aparecido sobre ella. El autor no ha dejado firma, pero es evidente de quién se trata.

Banksy está en París. Y esta vez hay imágenes. Una cámara de vigilancia enfoca la salida de socorro de la Bataclan. Cuando se le pregunta si ha visto el vídeo, Jules Frutos elude la pregunta: «No puedo hablar de ello».

Son también cerca de las tres de la mañana del pasado 26 de enero cuando se dispara otra vez la alarma de la Bataclan. Esta vez se hace público lo que ha captado la cámara. Varios encapuchados han desmontado la puerta con una cortadora eléctrica y se han llevado el Banksy. Para poner una denuncia, ha habido que darle muchas vueltas al estatuto jurídico de un grafiti que ni siquiera está firmado. Han robado una obra de arte o un trozo de puerta? La investigación se abrió bajo la denominación «robo con daños por banda organizada».

Así se construye desde hace más de quince años la leyenda de Banksy. El artista, que se burla de todas las autoridades -policial, política o financiera-, es sobre todo un pequeño genio de la autopromoción. La obra maestra de Banksy es, al final, él mismo. Las innumerables gestiones que se han hecho para desenmascararlo solo han logrado elevar su precio.

La única pista fiable está en el Daily Mail. Una investigación publicada en 2008 indicaba que Banksy es el pseudónimo de Robin Gunningham, de Bristol, y publicaba una foto del personaje. Esta exclusiva fue corroborada en 2016 por una investigación de los criminólogos de la Universidad Queen Mary, que utilizaron métodos de identificación usados para localizar asesinos en serie. Pero la revelación del Daily Mail, por su reputación sensacionalista, hizo que la pista fuera ignorada.

Para intentar resolver el ‘enigma Banksy’, hay que volver a los orígenes. Bristol, una ciudad de 450.000 habitantes en el sureste de Inglaterra. Famosa por su arte callejero, que importaron a principios de los años ochenta a pioneros como 3D, de nombre real Robert del Naja, el futuro cantante de Massive Attack, otra gloria local.

En el barrio de Montpelier, nos topamos con el fresco Take the money and run, dibujado hace cerca de veinte años. El joven Banksy lo pintó con dos artistas mayores que él, Mode 2 e Inkie, uno de sus grandes cómplices de juventud.

Después de varios plantones, nos citamos con él en un pub. «Sobre Banksy, cada uno tiene una versión -resume-. Pero a la gente le encanta estar ligada a un secreto. Si todo el mundo supiese quién es, sería menos divertido». Inkie no es de los que rompen un secreto. «Yo iba a la facultad con Steve, encontré a Banksy y pintamos juntos a partir de 1996 o 1997, después nos mudamos a Londres», cuenta.

Se ríe cuando le confesamos que no entendemos la forma de operar de su amigo. Es sencilla, dice. «Fue el primero en utilizar esténcil. Estaba prohibido para un autor de grafiti, que debe trabajar a mano alzada. Pero con una plantilla vas rápido y llegas a todas partes. Es así como se pueden hacer ratas en todas partes en una noche. Son dos minutos, mecaniza el grafiti y por eso era un tabú». Permite también delegar sin asumir riesgos inútiles. «Por supuesto que tiene un equipo. Damien Hirst no hace él mismo sus pinturas y Jeff Koons no esculpe sus esculturas».

Preguntamos directamente: Banksy se llama de verdad Robert Gunningham? Se ríe. «Podría ser, pero no os lo voy a decir». Sin embargo, Inkie continúa él mismo con una explicación del pseudónimo. ‘Robin’ (diminutivo de Robert) hace pensar en robbing banks (‘desvalijar bancos’) y de ahí ‘Robin Banks’ y luego ‘Banksy’. Risas por su parte, desconfianza por la nuestra. Dos minutos antes, el mismo Inkie subrayaba el talento de Banksy y de su entorno para crear cortinas de humo. Esta puede ser una más.

Decidimos hablar con Steve Lazarides, que fue durante diez años su portavoz, agente y marchante oficial. Según se cuenta, «Banksy se lo debe todo».
Nos recibe en Londres, donde hay más de 500 negativos de sus andanzas, como ese día de 2004 en que Banksy instaló una rata disecada en el Museo de Historia Natural de Londres. «¡Arte del bueno!», dice desternillándose mientras nos enseña algunas fotos inéditas, en las que tapa con el dedo al personaje clave. «¡Miren esto!», dice y saca un manojo de fotos tomadas en una granja inglesa en la que Banksy se las vio moradas para pintarrajear a unas vacas. El provocador artista le cogió gusto a trabajar con animales: en 2006, en Los Ángeles, lacó en rosa un elefante vivo. Aquello levantó polémica y puso en órbita al artista. La marca Banksy acababa de nacer.

Desde hace once años, los dos hombres no han vuelto a relacionarse. Cuestiones de dinero y de ego, se dice. «No echo de menos a Banksy», asegura Lazarides.

Si su mánager transgredió una de las reglas de Banksy -organizar exposiciones mediáticas sin su consentimiento-, no tiene intención de violar sus secretos. «Juntos fuimos los reyes de las noticias falsas», dice con sorna. Y añade. «Nos reímos tanto de la gente que, aunque hoy os mostrara su verdadera imagen, fotos con las plantillas y Banksy pintando, pensaríais que son falsas».

Aprovechamos una corta ausencia de nuestro anfitrión para escanear sin que lo sepa algunas fotos que ha dejado sobre la mesa. En ellas se ve a un joven que está grafiteando un túnel en Londres. El hombre medio pelirrojo de las imágenes es de lo más común. Pero se parece muchísimo… a la foto de Robin Gunningham publicada por el Daily Mail.

Para confirmar esta imagen sin desvelar nuestra trampa, contactamos con el único periodista que conoció al hombre invisible -o quizá a su doble-, Simon Hattenstone, de The Guardian. Los dos conversaron en un bar en 2003. Está seguro de que se trataba de Banksy? «Hablaba demasiado bien para no ser él -asegura hoy el reportero-. Tenía una gran inteligencia, pero era muy común físicamente; no lo reconocerías en la calle». Cuando le enseñamos la foto del Daily Mail, dice que ya no se acuerda de su cara.

La única manera de poner las cosas en claro sería ir a ver al autor de la foto del Daily Mail, el jamaicano Peter Dean Rickards. Desgraciadamente murió en 2014. Uno de sus allegados acepta contarnos lo que pasó. Cuando estuvo en Jamaica, en 2004, Banksy se mostró, según cuenta, «arrogante y maleducado con todo el mundo. Cuando Peter le habló de las fotos, Banksy le respondió con maldad: ‘Yo sí que hago imágenes de verdad’». Harto, Rickards publicó en su web cinco o seis fotos que le había tomado a Banksy en Kingston. Pero el artista le compró enseguida los derechos para evitar que el asunto saliera a la luz.

¿LOS DERECHOS DE QUÉ AUTOR?

Para seguir cultivando el misterio, Banksy cuenta hoy con Holly Cushing, su mánager. Cushing gestiona su holding y sus filiales, inscritas legalmente, pero sin que el nombre del artista aparezca por ningún lado. Desde 2008, una de las filiales se transformó para responder a una nueva necesidad: la autentificación de sus obras. Su nombre: Pest Control Office, un término genérico para las empresas de desratización y que hace referencia al animal fetiche del artista. En su web, los que creen tener un Banksy solo deben rellenar un formulario, enviar una foto y cruzar los dedos esperando el veredicto.

Banksy puede ser un artista, pero es también un hombre de negocios. Los jóvenes del street art critican su comportamiento «cuando se trata de dinero». Hacen referencia al juicio celebrado en enero en Milán contra los organizadores de una exposición. Pest Control Office logró que se los condenara por haber vendido postales y marcapáginas que reproducían obras de Banksy, registradas ya como marcas comerciales. Pest Control denunciaba también una violación de los derechos de autor, pero en ese punto los jueces no transigieron: habría sido necesario que el artista saliera de la sombra. Y que Banksy dejara caer por fin la máscara.

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