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jueves, junio 18

Jóven para siempre

(Un texto de Carlos Manuel Sánchez en el XLSemanal del 13 de octubre de 2019)

El profesor de Harvard David Sinclair lleva 25 años investigando cómo frenar el envejecimiento. Y probando sus fórmulas en su propio cuerpo. Esta es la historia de una obsesión… y de un negocio multimillonario que promete transformar nuestra vida… y alargarla.

Tiene 50 años, estatura media y pelo castaño. Un tipo normal. Pero sus fans prefieren describirlo de otro modo: no tiene una sola cana y casi ninguna arruga. Según los análisis de sangre, su edad metabólica ronda los 31. O eso dice… Cualquiera pensaría que es un charlatán, si no fuera porque es profesor de Harvard, genetista de prestigio mundial y un investigador avalado por sus publicaciones en Science, Nature y Cell.

«No soy médico y no doy consejos ni extiendo recetas. Pero creo en la transparencia, y no me importa decirle lo que hago yo», advierte antes de desvelar su cóctel de la eterna juventud.

«Son tres sustancias: nicotinamida mononucleótido (NMN). Cada mañana tomo una cápsula. Se trata de un compuesto que segrega el organismo de manera natural, pero con la edad se va reduciendo. Está en el brócoli y en los aguacates, pero no en suficiente cantidad, así que lo sintetizo en mi laboratorio. También tomo medio gramo de resveratrol en polvo, un antioxidante presente en la uva tinta, que mezclo con yogur porque está muy malo. Y por la noche una pastilla de metformina. Un fármaco muy conocido para la diabetes de tipo II. Según muchos estudios, también es efectivo contra la demencia, el cáncer, las enfermedades cardíacas…».

Sinclair tiene el sótano de su casa lleno de estas tres moléculas. No, de momento no las vende. No tiene permiso de las autoridades sanitarias. Aunque recibe correos todos los días de gente interesada. Tampoco se fía de los suplementos que se venden por Internet. «He analizado muchos y la mayoría no contienen lo que dicen».

Sinclair es tan reconocido (y tan polémico) que guarda su cuaderno de notas en una caja fuerte. La revista Time lo incluyó entre las cien personas más influyentes. Acaba de publicar Lifespan. Why we age and why we don’t have to (‘Tiempo de vida, por qué envejecemos y por qué no estamos obligados a hacerlo’). En él asegura que la vejez es una enfermedad. Y que tiene cura. «La diabetes de tipo II, la osteoporosis, el cáncer, el alzhéimer o los problemas del corazón solo son síntomas de esa enfermedad. La medicina actual trata estos síntomas uno a uno. Es un error de estrategia. Hay que combatirlas todas juntas. ¿Cómo? Yendo a la raíz. Estimulando las defensas naturales del organismo frente al deterioro progresivo del ADN, que causa el envejecimiento», explica. Sinclair defiende que hay una serie de genes que se encargan de proteger y reparar las células, y que esos genes se pueden activar.

Pero ¿el envejecimiento es una enfermedad? La Organización Mundial de la Salud le ha dado, en parte, la razón. Existe una clasificación internacional de patologías que se publicó en 1893 y se actualiza desde entonces. Oficialmente podemos padecer 14.000 enfermedades. A partir de 2022, el código MG2A, correspondiente a «edad avanzada», será una de ellas.

Que vivimos más es un hecho. A lo largo del último siglo, la esperanza de vida casi se ha duplicado y ya ronda los 85 años en los países desarrollados. La higiene, el agua potable, una mejor alimentación, las vacunas, los antibióticos, los avances médicos… En resumen, el progreso nos ha hecho más longevos. Los niños que nazcan hoy en España vivirán, de promedio, 104 años. En Japón, el Gobierno regalaba una taza de plata de ley a los que cumplían un siglo. Ahora son ya tantos que la taza solo la bañan en plata.

Pero el progreso tiene un límite. A nivel celular estamos diseñados para vivir, como mucho, 120 años. El deterioro de nuestro organismo culminará con un cáncer, una dolencia degenerativa, un infarto o una enfermedad oportunista que se aprovechará de nuestra debilidad. ¿Se puede forzar ese tope? Sinclair no lo descarta. Quizá hallemos una manera de que las células se reseteen, cada 10 o 20 años, entrando en un bucle que nos conduzca a la inmortalidad. Por el momento, el investigador se marca otro objetivo. «No se trata solo de llegar a los 120 años, sino de hacerlo en plena forma, jugando al tenis y no languideciendo durante el último trecho de tu vida». Y pone como ejemplo a su padre, que toma lo mismo que él, y que trabaja, hace piragüismo… En fin, está hecho un chaval y va camino de los 80. ¿De verdad podremos emular a Matusalén hasta que nos dé un ‘jamacuco’, yéndonos de este mundo sin haber sufrido achaques?

Esa es la idea. Científicos e inversores se han aliado para hacernos cumplir más años con salud. El Financial Times considera que «la longevidad es la mayor oportunidad de negocio del siglo XXI», teniendo en cuenta que en el mundo ya viven más personas por encima de los 65 años que por debajo de los 5. Y es una revolución, asegura Sinclair. «La tecnología genética y la investigación sobre células madre pronto significarán para la humanidad lo que supusieron los antibióticos y las vacunas». Las mejores universidades trabajan en ello: el MIT, Oxford, Stanford, Harvard; las farmacéuticas tienen ya una batería de medicamentos en fase de ensayos clínicos; las start-ups reciben cientos de millones de fondos de inversión. De ellos, 75 han ido a parar a Life Bioscience, la empresa de Sinclair, que recibió el espaldarazo de Tristan Edwards, un antiguo ejecutivo de Goldman Sachs, y de Adam Neumann, fundador de WeWork. Y lidera un mercado en el que compite con Calico (de Google) o con Juvenescence, del millonario británico Jim Mellon.

Life Biosciences es una sociedad matriz de la que dependen varias filiales. Una trabaja en fortalecer las mitocondrias, las centrales energéticas de las células. Otra investiga cómo eliminar las células zombis. Una tercera está centrada en la autofagia, una especie de servicio de autorreparación… «Los científicos se han puesto de acuerdo en que hay ocho factores que nos hacen envejecer, desde el agotamiento de las células madre a la inestabilidad del material genético. Se trata de abordarlos todos». También ha creado una empresa centrada en tratamientos de fertilidad. «Tenemos hembras de ratón de 16 meses, el equivalente a 65 años en una mujer, a las que damos NMN y que están teniendo descendencia sana». Y otra compañía para alargar la vida de nuestras mascotas.

Tanta visión comercial tiene sus detractores. ¿Son solo productos para ricos? Sinclair se defiende. Cuando empezó a investigar con NMN, su precio superaba los 2000 euros por gramo; hoy ronda los 200. Y el gasto mensual en metformina no llega a los 2 euros. ¿Y nuestros sistemas de pensiones resistirían? La creación del estado del bienestar se basó en una esperanza de vida de 10 años desde la jubilación; hoy vamos por 20. ¿Y qué pasará con medio siglo de propina? Los más optimistas argumentan que, como estaremos sanos y activos, podremos retrasar el momento de retirarnos. ¿Pero eso no lastrará a las generaciones que vienen detrás? Por fin están las dudas científicas. ¿Qué pasa si una terapia tiene consecuencias desconocidas a largo plazo?

La controversia acompaña a Sinclair desde sus comienzos. En los noventa empezó a colaborar con Leonard Guarente, profesor del MIT y una eminencia en hongos, criaturas que a pesar de su simplicidad y de su breve vida (siete días) comparten el 70 por ciento de su material genético con los seres humanos. Un cultivo de hongos olvidado durante semanas en una nevera lo cambió todo… Aquellas células estaban ateridas y hambrientas, pero estaban vivas. Volcaban todas sus energías en sobrevivir. Fue así como se descubrió que las sirtuinas, un grupo de enzimas, son capaces de activar los genes que protegen y reparan las células.

Se ha demostrado que el deporte, pasar frío y comer menos son maneras naturales de activar las sirtuinas. Sinclair va al gimnasio con su hijo; y a la sauna una vez por semana, combinando baños de agua fría y caliente; y probó la restricción calórica, pero confiesa que se ponía de muy mala leche. «A los humanos que no comen lo suficiente les pasa lo que a los ratones: aumenta su agresividad. Pero hemos descubierto que no se trata de caer en la desnutrición; basta con saltarse una comida un par de veces por semana».

El siguiente hito fue descubrir que el resveratrol activaba una de las siete sirtuinas que segregan los humanos. Fue en 2002. Sinclair aisló la molécula y la probó en hongos, moscas y ratones. Fundó la empresa Sirtris. En 2008, la compañía GSK la compró por 270 millones de dólares. Luego resultó que los fármacos desarrollados por Sirtris provocaban diarrea y la empresa cerró. «Pensaba que había decepcionado a todo el mundo», reconoce Sinclair. Contraatacó con nuevos ensayos. Pero los efectos en los ratones no siempre se dan en las personas. Así que Sinclair los prueba él mismo. «Soy mi propia cobaya». Y también se los da a su familia, incluso a su perro.

Lo último es la NMN, que activa todas las sirtuinas. ¿Será el ingrediente principal del elixir de la larga vida? Sinclair dice que no podemos estar seguros, pero tiene su propia teoría: «La mayoría de las especies solo viven lo justo para reproducirse y un poquito más. Solo cuando no tienes depredadores te puedes permitir el lujo de alargar la vida. Nuestra esperanza de vida era de 40 años cuando teníamos que defendernos de otros predadores. Una ballena puede vivir 200 años. Nuestro límite? No lo sabemos».

Seis claves para frenar el envejecimiento

OBJETIVO 1: QUE LAS CÉLULAS NO PIERDAN INFORMACIÓN
Nacemos con 26.000 millones de células y cada una sabe lo que tiene que hacer en los siguientes 80 años. Y lo que harán las células que nazcan de ellas. Tienen su material genético perfectamente empaquetado. Pero, conforme envejece, ese material se desordena y la célula no es capaz de encontrar la información que necesita. Pierde las instrucciones para funcionar y termina perdiendo su identidad. No sabe para qué sirve. Si se recupera esa información, rejuvenece.

OBJETIVO 2: ATACAR LAS CÉLULAS ZOMBIS
Llega un momento en que las células dejan de dividirse, pero no mueren, sino que se quedan en los tejidos, a veces durante décadas, volviéndose tóxicas para las células sanas. Este proceso provoca múltiples enfermedades relacionadas con la edad. Se está trabajando en medicamentos senolíticos, que eliminan las células zombis. La Universidad de Texas y la Clínica Mayo han hecho el primer ensayo en humanos, con resultados alentadores.

OBJETIVO 3: EL PODER DE LAS SIRTUINAS
Las proteínas son el cemento de las células. Pero también empaquetan el ADN y aceleran reacciones químicas. Para ello necesitan la ayuda de las enzimas. Hay unos 20.000 tipos de enzimas en el cuerpo. Sinclair descubrió que las sirtuinas -una de ellas- reparan el ADN y que, además, se pueden estimular.

OBJETIVO 4: ENTRAR EN MODO SUPERVIVENCIA
Si las enzimas sirtuinas reparan el ADN, ¿cómo activarlas? Hay que echarles una mano… Por ejemplo, poniendo al cuerpo en ‘modo supervivencia’. Pasar un poco de hambre y practicar ejercicio funciona. Pero somos glotones y perezosos por naturaleza. Así que las empresas del sector de la longevidad trabajan en fármacos basados en moléculas que ponen a las sirtuinas como ‘motos’: el resveratrol, la metformina y la NMN son los más prometedores, según Sinclair.

OBJETIVO 5: ACTIVAR LA GRASA PARDA
El tejido adiposo marrón, que se acumula en la espalda, alrededor de los riñones y de la glándula tiroidea, se activa cuando sentimos frío. Ayuda a mantener la temperatura corporal. Para hacerlo, la grasa parda utiliza como combustible la grasa normal, la de los ‘michelines’. Más allá de sus propiedades adelgazantes, lo que hace interesante a la grasa parda es que tiene muchas mitocondrias, las centrales energéticas de las células, cuya actividad se reduce con la edad.

OBJETIVO 6: LOGRAR EL RESETEO TOTAL
El ADN cambia muy lentamente. Hacen falta muchas generaciones para que haya adaptaciones. Sin embargo, ciertas variables, como la dieta, hacen que algunos genes actúen o no, los ‘encienden’ o los ‘apagan’. El objetivo último de Sinclair es reprogramar nuestro cuerpo cada vez que nos haga falta (estaremos monitorizados constantemente) volviendo a nuestras células al ‘kilómetro cero’.

Y MIS RECETAS
David Sinclair toma
  • Yogur casero con arándanos por la mañana.
  • Ayuna a mediodía; o, de vez en cuando, toma una copa o seis porciones de sushi.
  • Mucho té todo el día.
  • Sube muchas escaleras.
  • Toma baños de contraste de calor y frío.
  • Y nada de postre desde que cumplió los 40.
Un menú contra el envejecimiento

Una nueva estrategia de protección frente al envejecimiento y las enfermedades asociadas a él consiste en espaciar las comidas. Se conoce como ‘time restricted feeding’ y con ello se consigue activar la autofagia, el sistema de limpieza celular.

No lo dice un gurú de las seudociencias ni una influencer de la nutrición, sino la doctora Ana María Cuervo, una de las más destacadas investigadoras en el envejecimiento. «Nosotros podemos activar el sistema de limpieza celular mediante la alimentación. Se trata de dejar transcurrir más tiempo entre las distintas comidas». Y pone el ejemplo de calentar una casa. «Si necesitaras hacer una hoguera para calentarte, no usarías los muebles más valiosos, sino los más rotos y viejos.

Las células hacen lo mismo: cuando tú no les estás dando de comer, buscarán aquello que esté defectuoso para obtener la energía de allí. Mediante la autofagia, se comen la basura, la suciedad, lo que confiere protección frente al envejecimiento y entendemos que también frente a las enfermedades asociadas a él, como el alzhéimer. Es un sistema de reciclado perfecto: lo activas cuando no comes y eso hace que puedas limpiar».

En principio, lo ideal sería reducir las calorías, «pero, siendo realistas, no lo vamos a hacer. Es más sencillo, con las mismas cantidades, espaciar lo suficiente las ingestas. Nada de muchas pequeñas comidas durante el día: nosotros vemos que, con dos o tres comidas al día, se activa la autofagia y el organismo funciona mejor».



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