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sábado, octubre 3

Zaragoza la blanca

(Las columna de Alberto Serrano Dolader en el Heraldo de Aragón del 13 de enero de 2019)


La que hoy llamamos Zaragoza, durante la época islámica (del año 714 hasta el 1118, cuatro siglos) fue denominada Saraqusta, adaptación del romano Caesaraugusta. Pero en aquellos tiempos de ‘moros', a la población más importante de la ribera del Ebro también se la apodó insistentemente con el calificativo de Ciudad Blanca (al-Madina al-Bayda).

¿Desde cuándo? Se ha considerado apelativo tardío, posterior a la conquista cristiana. Efectivamente, en apariencia son geógrafos que toman la pluma en el XII quienes propagan el sobrenombre (tengo en mente a al-Idrisi, y también a al-Rusati, al-Gharnati, al-Zuhrí…). Pero resulta que mucho antes, a mitad del siglo IX, un funcionario persa y jefe de espías, Ibn Jurdadbih, redacta la primera descripción de al-Andalus que conocemos y ya menciona entre las poblaciones una al-Bayda, que bien podría ser la nuestra (así lo publicó el profesor E. Gozalbes en 2008).

Pasarán centurias y al-Qalqashandi, matemático del XIV, aún escribe: «Edificada en terreno fértil parece una motita blanca en el centro de una gran esmeralda»; en el entorno de esa misma época bajomedieval, sigue llamando la atención el legendario cromatismo níveo al exégeta al-Himyari, que en sus textos seguirá divulgando el prodigio.

¿Por qué se utilizó durante siglos este piropo albo para referirse la capital de la Marca Superior? No pocos de los citados (y no solo ellos) consideraban que Zaragoza irradiaba una luz blanca, de día y de noche, con cielo luminoso o cubierto de nubes. Se podía apreciar desde lejanas distancias y, por añadidura, impedía que entrasen en la medina serpientes y escorpiones.

¿Dónde se generaba la luminaria? Escriben algunos que en las tumbas de dos santones musulmanes enterrados en un cementerio que hubo junto a la actual iglesia de la Magdalena. También fue señalado causante de la fluorescencia el mihrab de la mezquita aljama, es decir, la simbólica estancia que indicaba la dirección de La Meca a quienes oraban en el templo principal de Saraqusta (que más tarde se transformaría en la Seo). Por ejemplo, al-Zuhrí afirmaba en el siglo XII que el mencionado mihrab se había tallado en «un sólo bloque de mármol blanco que no tiene parangón».

Otro elemento para considerar: la abundancia de yesos blancos en los alrededores propició su uso en la construcción de las casas de Saraqusta, donde se llegó a abandonar la cal como aglutinante de los morteros (el arquitecto Peña ha reflexionado sobre ello). ¿Y nada apuntas de las míticas murallas de Zaragoza? La semana próxima, paciente lector.

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