Zaragoza la blanca
(Las columna de Alberto Serrano Dolader en el Heraldo de Aragón del 13 de enero de 2019)
La que hoy llamamos Zaragoza, durante la época islámica (del
año 714 hasta el 1118, cuatro siglos) fue denominada Saraqusta, adaptación del
romano Caesaraugusta. Pero en aquellos tiempos de ‘moros', a la población más
importante de la ribera del Ebro también se la apodó insistentemente con el
calificativo de Ciudad Blanca (al-Madina al-Bayda).
¿Desde cuándo? Se ha considerado apelativo tardío, posterior
a la conquista cristiana. Efectivamente, en apariencia son geógrafos que toman
la pluma en el XII quienes propagan el sobrenombre (tengo en mente a al-Idrisi,
y también a al-Rusati, al-Gharnati, al-Zuhrí…). Pero resulta que mucho antes, a
mitad del siglo IX, un funcionario persa y jefe de espías, Ibn Jurdadbih,
redacta la primera descripción de al-Andalus que conocemos y ya menciona entre
las poblaciones una al-Bayda, que bien podría ser la nuestra (así lo publicó el
profesor E. Gozalbes en 2008).
Pasarán centurias y al-Qalqashandi, matemático del XIV, aún
escribe: «Edificada en terreno fértil parece una motita blanca en el centro de
una gran esmeralda»; en el entorno de esa misma época bajomedieval, sigue llamando
la atención el legendario cromatismo níveo al exégeta al-Himyari, que en sus
textos seguirá divulgando el prodigio.
¿Por qué se utilizó durante siglos este piropo albo para
referirse la capital de la Marca Superior? No pocos de los citados (y no solo
ellos) consideraban que Zaragoza irradiaba una luz blanca, de día y de noche,
con cielo luminoso o cubierto de nubes. Se podía apreciar desde lejanas
distancias y, por añadidura, impedía que entrasen en la medina serpientes y
escorpiones.
¿Dónde se generaba la luminaria? Escriben algunos que en las
tumbas de dos santones musulmanes enterrados en un cementerio que hubo junto a
la actual iglesia de la Magdalena. También fue señalado causante de la
fluorescencia el mihrab de la mezquita aljama, es decir, la simbólica estancia
que indicaba la dirección de La Meca a quienes oraban en el templo principal de
Saraqusta (que más tarde se transformaría en la Seo). Por ejemplo, al-Zuhrí
afirmaba en el siglo XII que el mencionado mihrab se había tallado en «un sólo
bloque de mármol blanco que no tiene parangón».
Otro elemento para considerar: la abundancia de yesos
blancos en los alrededores propició su uso en la construcción de las casas de
Saraqusta, donde se llegó a abandonar la cal como aglutinante de los morteros
(el arquitecto Peña ha reflexionado sobre ello). ¿Y nada apuntas de las míticas
murallas de Zaragoza? La semana próxima, paciente lector.
Etiquetas: Pequeñas historias de la Historia, Sin ir muy lejos
0 Comments:
Publicar un comentario
<< Home