Los jinetes fronterizos
(La columna de David Gistau en el XLSemanal del 5 de abril de 2015)
Es de publicación reciente la biografía de Sonny Barger, el jefe histórico del club motero de los Ángeles del Infierno, capítulo de Oakland. Barger ya fue personaje literario en el libro que Hunter S. Thompson escribió sobre el clan, lo cual contribuyó a convertir a los motoristas del 1% en uno de los grandes personajes contraculturales de los sesenta. La experiencia de Hunter con los Ángeles no fue precisamente armónica. Pidió 'empotrarse' con ellos durante unos meses y consiguió que lo odiaran.
Según Barger, porque el periodista del 'bonzo', acostumbrado a retratarse con pistolas, era un cobarde que se escondía hasta en los maleteros de los coches y luego se redimía a sí mismo mintiendo en lo que escribía. Lo cierto es que lo despacharon con una paliza.
Barger es hoy un viejo bastante adocenado, con la garganta perforada por un cáncer de fumador, con un duro historial carcelario en prisiones como Folsom —a la que cantó Johnny Cash—, que acude a firmas de libros en los viajes promocionales y posee un caché para asistir a inauguraciones de concesionarios de Harley. Tiene apariciones esporádicas en Sons of anarchy. Pero hace décadas contribuyó a fijar la identidad montaraz del motero tal y como aún pervive e incluso estuvo presente en el que probablemente sea el acontecimiento más resonante de todos cuantos protagonizaron los clubes de la época: el concierto de Altamont.
Celebrado en un circuito de San Francisco en diciembre de 1969, fue un capricho de los Rolling Stones, que querían responder al festival de Woodstock con otro gran recital colectivo que quedara asociado al nombre de la banda. Pero, si Woodstock fue amor libre y jipismo encima del barro, Altamont estuvo desde el principio cargado de violencia. Mick Jagger recibió un ataque apenas bajó del helicóptero. Los acontecimientos, con cuatro muertos, uno en el currículum de los Ángeles, fueron tan crudos que algunos cronistas escribieron que en Altamont quedó enterrado el sueño flower de los sesenta y la cultura popular ingresó en una década más áspera.
No quedó muy claro a quién se le ocurrió la idea de pedir a los Ángeles del Infierno que hicieran de fuerza disuasoria alrededor del escenario, si a los propios Stones o a los Jefferson Airplane, cuyo cantante Jerry García tenía una excelente relación con el club. Lo que sí se dice es que el pago consistió en quinientos dólares de cerveza a cambio de que se dejaran ver para intimidar a quienes pudieran subir sin permiso al escenario. Procedentes del documental Gimme shelter, es posible encontrar imágenes impresionantes en las que se ve una fila de Ángeles hendiendo un gentío formidable como la proa de un rompehielos hasta alcanzar el escenario y aparcar las motos delante. De hecho, las primeras agresiones comenzaron cuando los movimientos de masas tiraban al suelo las motos y sus propietarios las defendían golpeando con bates y tacos de billar.
Mick Jagger, a quien Barger culpa de la violencia del festival por sus retrasos y sus veleidades de niñato antojadizo que le decía «brother» a todo el mundo mientras a su alrededor moría gente, paró de cantar en varias ocasiones y amenazó con irse. Keith Richards lo intentó, pero fue encañonado con una pistola que lo conminó a quedarse. Entonces ocurrió lo de Meredith Hunter. Un chaval de raza negra y apenas 19 años que iba vestido como un dandi, con traje verde y sombrero de ala ancha, y buscó camorra con los Ángeles. Desenfundó una pistola y fue apuñalado dos veces de arriba abajo. Muerte instantánea mientras Jagger cantaba Under my thumb.
Los clubes moteros fueron creados en California después de la 2GM por veteranos del frente que no lograban integrarse. Las insignias en la espalda están inspiradas en los dibujos del fuselaje de los bombarderos, y hasta hubo una escuadrilla llamada 'Ángeles del Infierno'. Luchadores que eran como ronins, los samuráis sin amo que vagan en los caminos, y que se agruparon en una nueva conciencia de sí como la de los jinetes fronterizos.
Etiquetas: Pequeñas historias de la Historia, Pongámosle música, s.XX
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